Nos reivindicamos como integrantes y continuadores de la larga tradición combativa y progresista del judaismo; especialmente la expresada sin ambages en los movimientos de resistencia antinazi, como en Varsovia, Vilna, Bialistock y los partisanos judíos que pelearon en los bosques de Europa.
Nuestros hijos y nietos son la cuarta o quinta generación de nacidos en esta tierra. Nuestros primeros antepasados llegaron, en su gran mayoría, a fines del Siglo XIX. En tanto que los descendientes de españoles, italianos o vascos parecen haber podido procesar más directamente la cultura que trajeron “de los barcos” y adecuarla a la nacionalidad argentina.
Las particularidades de nuestra cultura, el peso significativo de la existencia del Estado de Israel, proclamado como el único Estado para todos los judíos del mundo, sumado a la condición de errantes milenarios, tan característica del ser judío, nos plantean el desafío de intentar dar respuesta a un dilema que en la realidad no es como aparenta.
En principio nosotros hacemos una elección distinta de aquellos judíos que se sienten parte de la diáspora, como así también de quienes se reivindican sionistas. Nosotros somos latinoamericanos y no estamos esperando una tierra prometida, ya llegamos a ella.
Somos parte integrante de una cosmovisión y nos sentimos comprometidos con un rol histórico dentro del Movimiento Nacional y Popular, en el marco de la independencia económica, la soberanía política y la justicia social para la Argentina y sus pueblos hermanos.
Si el sionismo fue la forma político, ideológica, y organizativa que asumió el movimiento nacional de liberación que conformó el Estado de Israel, entendemos que aquellos que allí se sienten abarcados tienen todas las herramientas legales y sociológicas para cumplir su sueño.
No seremos nosotros, los argentinos judíos, nacionales y populares quienes habremos de juzgarlos, sino por el contrario, expresarles un deseo claro: el de librarse de la ultraderecha neoliberal que los gobierna. Israel no es nuestra nación, nosotros tenemos nuestra propia Patria, existe desde hace ya dos siglos.
Es en la Argentina donde tenemos nuestro arraigo genealógico y éste se remonta a 120 años. Nuestros antepasados contribuyeron a engrandecer nuestra amada Patria y sus restos yacen entremezclados con esta bendita tierra. Su “sangre, sudor y lágrimas” abonan nuestro suelo.
Respecto al judaísmo, deberíamos comenzar por decir que si bien en principio se trata de una religión, muchos de nuestros miembros son ateos o agnósticos, o si creen en Dios, no son practicantes de sus usos y costumbres. Nosotros sostenemos que no existe el judaísmo como una unidad monolítica, sino tantos judaísmos como judíos que asumen su condición de tales.
Para explicarlo en términos más frecuentes al campo Nacional y Popular, podríamos decir que como muchos compañeros peronistas no creen en el “peronómetro” tampoco nosotros creemos en la existencia de un “judeómetro” y que hemos superado cualquier posibilidad de contradicción entre nuestras pertenencias: no somos sionistas y además nos sentimos tan víctimas, como se siente cualquier compatriota que recibe el ataque de clase de la oligarquía y el imperialismo.
No concebimos a la identidad como algo cerrado, inmanente y perenne, por el contrario, para nosotros lo identitario es una manifestación voluntaria de pertenencia, es abierta, vincular y puede ser transitoria; en este sentido, en nuestra concepción, lo judío no es un condicionante, determinante, decisivo y limitante que nos separe y delimite como una frontera infranqueable; por el contrario, alentamos e invitamos a que todos los Compañeros, provengan de provengan, que compartan nuestra mirada ético-política a que se sumen a nuestra Corriente, para nosotros la diversidad lejos de ser un signo de debilidad es un signo de fortaleza.
Lo judío, nuestra identidad Judía es una postura ética que nos hermana con lo mejor de la humanidad y no una identidad cerrada sobre sí misma.
QUIENES SOMOS
Concebimos al judaísmo como un mandato ético-político y éste es otro punto que claramente nos diferencia con las hegemonías políticas neo-liberales.
No concebimos al relato religioso bíblico como un devenir histórico, sino como un mandato ético para regular la relación entre los grupos humanos y combatir las injusticias derivadas de la misma. No definimos al judaísmo desde su forma religiosa (la cual creemos debe quedar circunscripta al ámbito privado), ni en términos étnicos (dado que hay distintas subculturas: los asquenazíes, los sefaradíes, los falashas, los mizrahim, árabes, hindúes, etc.).
Nos reivindicamos como hijos de la rica tradición laica y militante de la identidad judía del siglo XIX, en adelante.
Somos la continuidad de los inmigrantes fundadores de sindicatos, de los “gauchos judíos”, los del grupo Vorwarts, de socialistas como los hermanos Enrique y Adolfo Dickmann, de anarquistas como Simón Radowitzky, de radicales como Moisés Lebensohn, de peronistas como Angel Perelman, de comunistas como Fanny Edelman, de todos y todas los luchadores populares y de los 30.000 detenidos-desaparecidos, a los que, sin duda y sin exclusión alguna, consideramos nuestros compañeros; particularmente nuestros 2.000 hermanos, muestran nuestra indisoluble pertenencia al pueblo y nuestro compromiso con las luchas populares. No nos olvidamos que ellos sufrieron el ensañamiento de sus verdugos por su alineamiento ideológico y por el hecho de ser judíos.
Sostenemos con orgullo el hecho de haberle dado a la Patria muchos militantes de las causas populares, muchos mártires, pensadores, y una gran participación activa en todos los frentes. El campo popular siempre tuvo la participación de judíos aportando lo suyo, incluso como funcionarios en gobiernos de carácter nacional y popular.
Nos reivindicamos orgullosamente ciudadanos de la Patria Grande y no nos concebimos como diáspora de nada. Somos plenamente conscientes que nuestra presencia en esta tierra y nuestra decisión de organizarnos y militar políticamente, están guiadas por el amor y la convicción.
En la historia del movimiento popular de nuestro país, se registraron cuatro momentos destacables en relación a la confluencia de corrientes provenientes de diferentes experiencias políticas: la reacción contra el gobierno de la oligarquía de la década de 1880 y el voto elitista dio origen al radicalismo; la manifestación popular frente a la restauración neo-oligárquica de la década de 1930 y la instauración del fraude patriótico, fue el advenimiento del peronismo; el tercer momento, al saqueo neoliberal y genocidio de la última dictadura (1976-1983) pomposamente conocida como Proceso de Reorganización Nacional, la respuesta fue el alfonsinismo, esta última como la más “conservadora”; al cuarto momento, al saqueo neoliberal de la década de 1990, la respuesta fue la aparición del kirchnerismo; el elemento común de estos cuatro movimientos es la creciente ampliación de derechos sociales, políticos y económicos; por eso estas cuatro son las principales experiencias del campo nacional y popular en la historia de la democracia argentina.
Los integrantes de la Corriente Judía Nacional y Popular somos militantes del campo popular que provenimos de distintas experiencias políticas e identitarias; somos kirchneristas, peronistas, radicales, socialistas, comunistas, intransigentes, independientes, de organizaciones sociales, etc., que sentimos la necesidad y la obligación de confluir en una organización común, ya que en los últimos 12 años adherimos en forma genérica a las políticas desarrolladas por el gobierno kirchnerista.
En la coyuntura actual, nuestra Patria sufre las consecuencias de un nuevo saqueo neoliberal y estamos a las puertas de un nuevo “genocidio” económico y social, creemos que es insoslayable tener como punto de partida o exigencia mínima, la reivindicación crítica de los 12 años del kirchnerismo y buscar desde allí agrupamientos y políticas de alianzas que nos posibiliten revertir las políticas criminales del gobierno de Cambiemos.
Asimismo se torna imperioso crear condiciones para la continuidad y profundización de las políticas de ampliación de derechos sociales, políticos, económicos, culturales, identitarios, etc. llevadas adelante durante la “década ganada”.
CON RESPECTO A LA IDENTIDAD JUDIA
Concebimos a la identidad como una construcción cultural diversa y plural. Lo judío es una condición de identidad que no solo se circunscribe al ámbito de lo religioso, sino que además es portador de rasgos culturales y políticos con diversas aristas.
Lo que nos define a nosotros como judíos es la pertenencia a un colectivo social que, histórica y mayoritariamente, perteneció a las clases subalternas, un pueblo que fue una “anormalidad” histórica, que no tuvo generales, agricultores ni artesanos durante toda la Edad Media porque lo tuvo prohibido por el poder político, un pueblo que para sobrevivir tuvo que dedicarse a la usura (actividad vedada a los cristianos) y al comercio (de allí el mito que liga a los judíos con las actividades económicas especulativas y no productivas).
Nos asumimos como judíos y entendemos que no existe una sola forma de judaísmo, existen distintas formas y lo que caracteriza al judaísmo es la diversidad y el pluralismo. Entendemos al judaísmo como un rasgo identitario al que se adscribe voluntariamente.
Tenemos la firme convicción que, en el seno del judaísmo, como en todo grupo humano, coexisten distintos subgrupos con identidades e intereses diferenciados. Creemos que esos intereses, en ciertos casos, son antagónicos e irreductibles.
Existen judíos, tales como Paul Singer que, estratégicamente, son nuestros enemigos pues, más allá de su identidad originaria, hoy forman parte de la hegemonía mundial junto a otros no judíos tan explotadores como ellos. Existen no judíos, como el caso de los Curas en Opción por los Pobres que, objetivamente, son nuestros compañeros.
Ni todos los explotadores son judíos ni todos los no judíos son explotados. Hay explotadores y explotados de todo grupo y color.
Consideramos al pueblo judío como una identidad y expresamos que la misma no es posible sin una adscripción voluntaria a dicha identidad. A diferencia del judaísmo hegemónico, no la vemos como una frontera infranqueable.
Tenemos la convicción de que no existen cosas tales como “comunidades naturales”, por ello para nosotros la identidad se define en términos de adscripción voluntaria a valores, rasgos culturales, religiones, posturas políticas, etc., de acuerdo a cuál sea la concepción del judaísmo que prime en cada sujeto.
En este sentido nuestra concepción de lo judío es una totalidad compleja polisémica, en términos laclausianos, un significante vacío, esto es, un concepto lo suficientemente amplio como para que cada uno le de su propio sentido. En suma, para nosotros, es judío quien se considere como tal, sea por el motivo que fuere.
En nuestra concepción “lo judío” se define claramente desde el campo político, el mito bíblico afirma que el pueblo judío nace como tal cuando Moisés baja del Monte Sinaí y las 12 tribus aceptan voluntariamente someterse a la Ley. El orden jurídico es eminentemente político, por lo tanto el pueblo judío se conforma como tal cuando pasa a ser sociedad política.
Lo judío, para nosotros es un posicionamiento que nos ubica dentro del campo de lucha por la liberación nacional y social, en el campo de lo nacional, lo popular y lo latinoamericano; nuestra postura nos hermana con todos aquellos que luchan desde nuestra perspectiva. Ningún sufrimiento humano nos es ajeno.
CON RESPECTO AL ESTADO DE ISRAEL
Afirmamos que la existencia del Estado de Israel es una realidad fáctica y de derecho. Discutir sobre lo justo o no de su existencia es un anacronismo futil. Factual porque existe desde hace casi 70 años, jurídica porque tiene reconocimiento de la ONU y de la casi totalidad de los estados miembros.
De igual manera hacemos expreso nuestro rechazo a las pretensiones de Israel de ser “El Estado de todos los judíos del mundo”. Israel es El Estado de los ciudadanos israelíes, nosotros somos ciudadanos argentinos sin intenciones de inmiscuirnos o debatir activamente sobre la política interna de dicho estado.
Condenamos los crímenes de lesa humanidad que el Estado de Israel aplica sistemáticamente contra el pueblo palestino, en nombre de un supuesto “derecho a existir”. Apoyamos la lucha de quienes combaten por la liberación nacional y social de sus pueblos a quienes consideramos, sin duda alguna, nuestros compañeros.
Como argentinos judíos no nos sentimos interpelados por el Conflicto de Medio Oriente y el Estado de Israel; nos rehusamos a que nos consideren parte del conflicto. Claramente repudiamos el terrorismo de estado de Israel y creemos que el conflicto con los palestinos es un problema de los israelíes al cual deben encontrar una solución justa para los dos pueblos, que necesariamente pase por el reconocimiento mutuo.
Así como el derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado, el retiro total e incondicional de Israel de Cisjordania, ésto implica la vuelta a las fronteras fijadas por la Resolución 242/67 del Consejo de Seguridad de la ONU y el derecho de los refugiados palestinos a recibir una justa respuesta a su reclamo. Reconocemos de todas formas que en las condiciones actuales la solución de los dos Estados se ha tornado cuasi inviable y que Cisjordania y Gaza representan dos situaciones distintas.
CON RESPECTO AL SIONISMO
Creemos que si bien el sionismo durante gran parte del siglo XX, especialmente hasta 1948, tenía un carácter progresivo y revolucionario erigiéndose como la ideología que expresaba las aspiraciones de liberación nacional de un pueblo que se consideraba diaspórico y extraterritorial, las evidencias muestran que a partir de alcanzar sus objetivos en 1948, y especialmente desde 1967 en adelante, fue perdiendo rápidamente su carácter progresivo hasta llegar al momento actual en el cual es manejado por las élites hegemónicas político-económicas.
Este fenómeno que no sólo se registra en Israel sino también en las comunidades diaspóricas, particularmente en los EE.UU (así como en nuestro país donde hoy se advierte claramente la participación de cuadros sionistas en el PRO) han terminado por incorporarse a las élites del orden hegemónico mundial, una virtual “Internacional” neoliberal, cuya expresión, por ejemplo, es el Foro de Davos.
Sostenemos el principio de autodeterminación de los pueblos y es por ello que no podemos definirnos como antisionistas pues pensamos que el pueblo israelí tiene derecho a ejercer su autodeterminación como cualquier otro pueblo, sin embargo es menester denunciar el carácter criminal de lesa humanidad y filo-genocida del régimen sionista neoliberal que hoy gobierna Israel y que opera con total impunidad debido a la expresa complicidad y cobertura política que el gobierno de EE.UU. le brinda en el Consejo de Seguridad de la ONU.
No somos sionistas porque creemos que Israel no es el Estado de “todos los judíos” del mundo, por otra parte rechazamos el relato extorsivo con pretensiones de discurso único.
La derecha sionista hace oídos sordos a las críticas que denuncian su carácter criminal y terrorista de estado en las prácticas ejecutadas sobre el pueblo palestino y las acalla con la acusación espuria de “antisemitas”, en caso que el crítico no fuera judío ó “auto-odiante”, si el crítico es judío.
Ese discurso hegemónico se erige como discurso único e implica, de hecho, la negación del carácter históricamente plural y diverso que tuvo el judaísmo a lo largo de la historia. Nunca hubo un único judaísmo, sino que hubo judaísmos diversos y en coexistencia y mutuo respeto.
Tampoco somos antisionistas, porque no estamos particularmente en contra de ningún nacionalismo sino que nos oponemos a las concepciones chauvinistas y xenófobas de las derechas nacionalistas.
En ese sentido, creemos que las diferencias entre Peña Nieto, Temer, Macri, Netaniahu o Le Pen son matices de lo mismo, y por lo cual expresar sólo la oposición al sionismo sería discriminatorio. Asimismo cuando hablamos de sionismo, al igual que cuando nos referimos al judaísmo, hablamos de una rica diversidad que va desde las concepciones fascistas ultraderechistas de Jabotinsky hasta las marxistas de Ber Borojov.
No distinguir diferencias y por el contrario, tomarlas como totalidad habla de un reduccionismo simplista que esconde prejuicios. No somos sionistas, nos oponemos firmemente a las políticas del Estado de Israel. Desde 1967, la decisión de construir asentamientos es una política de Estado.
A diferencia de las versiones “filofascistas” del judaísmo hegemónico contemporáneo nosotros no creemos (ni necesitamos) que nuestra forma de concebir la identidad judía se defina a partir de la negación del otro, como lo hace la derecha sionista respecto al judaísmo crítico y subalterno o el pueblo palestino .
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Consideramos que en esta etapa, la tarea más urgente es establecer un Frente de Amplia Coalición Democrática Antineoliberal, una política de alianzas lo más amplia posible. Siguiendo el camino de las enseñanzas estratégicas que nos dejó Néstor Kirchner, quien aplicó brillantemente los criterios de transversalidad con el objeto de unir lo políticamente disperso.
En ese contexto, la Corriente Judía Nacional y Popular, es una síntesis de esa estrategia, donde confluimos democráticamente diferentes vertientes de pensamiento, que constituyan una herramienta capaz de frenar y revertir el saqueo de nuestra Patria y la depredación neoliberal.
Nos reconocemos como parte del amplio campo nacional y popular y es por ello que extendemos y ampliamos la convocatoria a todos y todas aquellos y aquellas que se sientan identificados e interpelados por nuestra convocatoria y por los principios éticos y políticos que enunciamos y los invitamos a sumarse como parte activa de nuestra Corriente, independientemente de cual fuese su filiación. Nuestros principios suponen, por tanto, valores que nos trascienden y se tornan universales.
Más que nuestro deber, es nuestra obligación luchar por nuestros hermanos que hoy están sufriendo. La Patria es el Otro, para nosotros no es una consigna vacía, sino un mandato ético que guía nuestra acción política.