Cuando los medios aún seguían en manos del Estado y cuando el inmenso poder de la revolución cibernética no había llegado a provocar el enorme cambio de conductas sociales, la plaza del SI fue la primer experiencia potente que tuvo lugar en Argentina.
Los medios de comunicación (la TV en ese caso) fue la probeta que, primero formateó la cabeza y luego probó con esa multitud que aplaudía a sus verdugos, hasta donde era efectiva esa caja que comenzó adormeciendo conciencias y que hoy las moldea hasta volverlas odiadoras y violentas.
El periodista Bernardo Neustad fue el enclave televisivo con que el poder hizo su primer ensayo y les fue bien. Una multitudinaria manifestación de la que participaron miles de trabajadores que vivaron las políticas que iban a terminar destruyendo sus derechos, expulsándolos del aparato productivo y convirtiéndolos en victimas de sí mismos, fue el mejor ejemplo de que se podía.
A renglón seguido hubo una loca carrera para adueñarse de los principales medios de radio y TV que, hasta ese momento, se entendía, no podían estar en manos privadas. El neoliberalismo todo lo cambió y el grupo Clarín fue el más beneficiado se quedó con un espectro que, a partir de allí no hizo más que agrandarse hasta ser el oligopolio que es hoy, con más de 200 medios que impulsan comportamientos sociales sin que sus marionetas se den por enteradas.
EL SUPRA PODER MEDIATICO SUPLANTANDO LA POLITICA
En la era de la comunicación y la cibernética, el trabajo militante de antaño queda minimizado. Frente al fabuloso poder que ingresa a los hogares sin descanso a cada hora, todos los días del año y con un discurso ordenador que mediante una simple pantalla es capaz de formatear las cabecitas de millones de personas.
Al lado de eso, el boca a boca militante, la visita personal a los vecinos, las escuelitas de formación política, quedan decididamente, opacadas.
¿ que podía ser entonces mejor y más eficaz que una simple pantalla de TV que no pide permiso ?.
El poder de estos medios hoy, es más que fenomenal. Por aquellos años, a nadie se le hubiera ocurrido sostener que Neustad era un periodista independiente y valiente. Nadie que juega para el poder puede ser considerado ni independiente ni valiente, es algo que cae de maduro.
Hoy la TV está plagada de personajes iguales o más brutales que Neustad y, sin embargo, es destacable que se los califique por su “valentía e independencia”.
El poder de ayer y de hoy tienen el mismo carácter de allí que el término que mejor definiría a estos personajes que no pueden ser calificados como “valientes” por animarse a hablar mal de alguien a quien el poder decidió destruir, es Cobardía y lejos de la independencia lo que les cabe es la calificación de genuflexos. En rigor términos más adecuados.
En cambio, los acusados de militantes, los que se animaron a defender lo que el poder real detesta podría decirse que son en verdad los s héroes de esta película. Esos sí, que se animan a ser estigmatizados hasta el cansancio, con tal de no callarse.
Como se ve, en la era de la post-verdad, lo que prevalece es el reino del revés.