Esta forma de comunicación que llevara Dady en su programa, me rememora aquel librito que leí hace muchos años (todavía lo tengo) de Don Enrique Santos Discepolo, con el prólogo de Norberto Galasso, con las 37 charlas que integro el ciclo: MORDISQUITO ¡a mí no me la vas a contar!
No es el objetivo trazar una analogía entre dos peronólogos irreductibles que atraen interés, pero decir que a Discepolo (poeta lirico y sentimental, charlista radiofónico extraordinario), lo atacaban los ideólogos del liberalismo colonial de la década infame, con el objetivo de obnubilar su pensamiento peronista que molestaba a los oídos de la “gente decente” diría Galasso.
A Brieva (actor, humorista y conductor), la insidia oligárquica fascista que tiene en su equipo a Eduardo Feinmann, Leuco, Viale, lo hacen de la misma manera.
Pero quién era Mordisquito, aquel que Perón, cuando se consagra presidente por segunda vez diría: “Gracias al voto femenino y a Mordisquito, ganamos las elecciones”.
El 11 de julio de 1951 la vocecita chillona y enfática de Enrique Santos Discepolo da inicio a las charlas con MORDISQUITO que llega a miles y miles de hogares. Le daba vida a ese personaje como a tantos otros en sus tangos, en el cine y en el teatro.
¿Te acordás, Mordisquito?
¡Mirá! ¡Yo puedo negar todo, vos podés negar todo! ¡Todos podemos negar todo! Pero hay algo que no se puede negar: la evidencia. Y vos sabes lo que es la evidencia. La evidencia es lo que está ahí, lo que te hace señas para que lo veas, lo que te grita para que lo oigas. Claro que si vos cerrás los ojos y cerrás los oídos, ni escuchás ni ves nada. ¡No ves vos, no escuchás vos!, pero la evidencia sigue firme, firme, sigue erguida, sigue… ¡como fierro, sigue! “Mirá, Mordisquito: la verdad es que entre vos y yo la diferencia está en el punto de vista. Porque si los dos vemos la misma realidad y tenemos reacciones distintas es porque uno de nosotros está mirando sin ver”.
Analizar los relatos radiales de Discépolo no era una tarea sencilla, porque no se trataba de discursos políticos clásicos, ni de propaganda proselitista convencional, ni de humor político tradicional; se trataba de defender el gobierno de Perón, refutando las críticas, exhibiendo logros, persuadiendo, pero fundamentalmente apelando a la MEMORIA moral, que “no es solo recordar el pasado sino es demandar el sufrimiento oculto, denunciar toda construcción del presente que ignora la vigencia de una injusticia pasada” como lo decía el filósofo español, Reyes Mate.
Discepolo no se enmarañaba en polémicas bizantinas, sino que simplemente mostraba hechos concretos, evidentes, ante los ojos de la gente. Como buen comunicador practicaba eso que el periodista polaco Ryszard Kapuściński remarcaba: “el trabajo del comunicador no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”.
Los versos, tangos y charlas de Discepolo muerden todavía, muerde su militancia en el peronismo como mordio su Mordisquito, allá en los años cincuenta.
Ahora te toca agarrar la posta a vos Dady Brieva que despertas furor en tus apariciones públicas, apelando al humor para formar conciencia. Hace eso que alguna vez dijiste “hago peronismo sin nombrar a Perón”. No te pido que hagas un análisis profundo de lo que significa el peronismo como movimiento nacional y popular, sino que muestre hechos evidentes que los opositores se niegan reconocer, como lo hacía Discepolo en sus charlas con MORDISQUITO. Hacelo esgrimiendo argumentos implacables y deshaciendo a los contrarios, hablándole al “otro” en su propio idioma, como si estuviera sentado en tu mesa compartiendo un guiso. Siempre en clave comparativa entre un pasado neoliberal ignominioso y un presente peronista con inclusión.
Tenía ganas de decirlo.
¡Viva Perón carajo!
