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Cuando las pruebas acusan

El cuerpo de Poiman será entregado a sus familiares luego de que los forenses practiquen la autopsia para establecer cómo se produjo el ataque. Desde que fue internada, a principios de mes, Poiman estaba asistida con respirador artificial y en coma inducido; hacía dos días le habían practicado una traqueotomía. Figueroa tiene antecedentes de violencia, por los que está imputado en una causa previa por “lesiones leves en concurso ideal con amenazas coactivas” contra la misma Poiman. En la causa por el ataque que derivó en la muerte, hace una semana el juez de instrucción Luis Zelaya había trabado un embargo de 40.000 pesos sobre los bienes de Figueroa.

El 4 de septiembre, cuando la ambulancia asistió al edificio de Virrey del Pino 2559 en el que Poiman convivía con su marido, encargado del lugar, ella tenía quemaduras en casi la mitad del cuerpo y él, solamente en las manos. El servicio médico había sido llamado por los vecinos, a algunos de los cuales Figueroa, al bajar del piso 8, en el que vivía la pareja, dijo que su mujer se había prendido fuego sola y de manera accidental. Otros de los habitantes del edificio habían dado la alarma a los bomberos al ver las llamas que salían por una ventana. Al ser rescatada, Poiman alcanzó a decir: “Me estaba pasando alcohol en el cuerpo, y como estaba fumando, me prendí fuego”.

Sin embargo, el juez Zelaya dio por acreditado que el estado de la mujer era producto de un ataque perpetrado por su marido. Por ello, el martes de esta semana resolvió el procesamiento que, con el fallecimiento, dejó de ser considerado en grado de tentativa para establecerse como un crimen completado. En el fallo del procesamiento, Zelaya refutó la versión de Figueroa –que, por otro lado, se negó a declarar cuando fue convocado a indagatoria–. El 4 de septiembre al mediodía, el encargado del edificio y su esposa se encontraban en el departamento donde convivían, señaló el juez. “Luego de haber mantenido una fuerte discusión, la roció con alcohol etílico prendiéndole fuego, lo cual le provocó quemaduras graves”, aseguró el magistrado, en base a testimonios de vecinos que escucharon gritos y peleas.

Poiman, declararon habitantes del edificio, había gritado: “Sos un cornudo, un borracho, andate, no me maltrates más”. A continuación, retumbó una explosión, como un comienzo de incendio. Poco después, Figueroa fue a los pisos inferiores a pedir que llamaran a los bomberos. Un policía que participó del rescate declaró que, cuando llegó al octavo piso, la mujer estaba en la puerta del departamento y tenía quemaduras en tórax, rostro y cuero cabelludo, y que en sus brazos ardían las llamas, por lo que luego de apagarlas, la trasladó a la terraza. Ese mismo efectivo preguntó a Figueroa qué había pasado; el encargado le dijo que él estaba encerrado en la habitación, viendo televisión, luego de haber discutido con su esposa, y que de un momento a otro escuchó que ella, en otra parte de la casa, gritaba que se estaba quemando.

El encargado agregó que ella se habría quemado mientras fumaba y, a la vez, manipulaba una botella de alcohol etílico.

Sin embargo, Zelaya señaló que el peritaje estableció que “el fuego se inició dentro del dormitorio, más precisamente en el extremo de la cama de dos plazas, que fue el cuarto donde se observaron los mayores efectos causados por el fuego”. Además, “la brasa incandescente de un cigarrillo no tiene el potencial térmico suficiente como para inflamar los vapores de alcohol etílico”.

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