Cuando la salud no es un costo.

Nuestro país ha gestionado la provisión de vacunas para cubrir, hasta el momento, al 60% de la población, 31.4 millones de dosis. Y continúan las tratativas para proveerse de mayor cantidad para alcanzar un mayor porcentaje de población. En el ranking de países compradores de vacunas, Argentina se ubica en el número 14, entre 40 países analizados.

Este gobierno recién cumplió un año pero tuvo que enderezar y volver al carril el tren de la salud que descarriló el gobierno de Mauricio Macri. Por mencionar algunos de los efectos de la desinversión en salud se puede citar la reducción en el calendario de vacunación. Lo que produjo la vuelta del sarampión con un consecuente brote y el fallecimiento de personas. Durante la revolución de la alegría tampoco se disponía, en electores públicos, de la vacuna anti meningococcica.

El descuido del escudo sanitario desembocó en la proliferación del Aedes Aegipty, dejando como saldo una cantidad de infectados y muertos por dengue.

Y no hay que olvidarse del ratón colli largo, en el sur de nuestro país. El descontrol en este vector provocó un brote de hanta virus hace pocos años atrás con secuelas trágicas.

Todo esto en el marco de la denigración del ministerio de salud en una secretaría recortando funciones, presupuesto y programas.

Las acciones de un gobierno son la clara muestra del interés que tiene sobre su población y si a los hechos nos remitimos al gobierno de cambiemos poco le importaba la salud de los argentinos. Respondiendo a su ideología neoliberal la salud es considerada un gasto más, porque es un costo.

En este mundo la mayoría de las cosas cuestan y no sólo en su valor monetario sino que muchas otras cuestan esfuerzo en su ejecución. Lo grave es que los descuidos en la órbita de la salud, argumentando razones de costo monetario, se terminan pagando con la pérdida de vidas, con el recrudecimiento de enfermedades y de secuelas imposibles de erradicar que pueden durar hasta más de una generación.

Toda desinversión en políticas sociales, de obra pública e infraestructura termina repercutiendo inevitablemente en la salud y si se refiere a los costos le termina costando al estado mucho más de lo que se quiso ahorrar.

La organización mundial de la salud, pudo comprobar en estudios, cuánto  se ahorra el sistema de salud en el tratamiento de enfermedades gastrointestinales cuanto mayor es la inversión para el acceso al agua potable y servicios de saneamiento. He aquí un ejemplo de interacción entre las políticas de infraestructura y obra pública y su repercusión más inmediata en la calidad de vida.

La alimentación y el control del embarazo en los primeros 3  meses de vida son de suma importancia ya que el cerebro se conforma en su estructura. Cualquier deficiencia alimentaria, tanto en la madre como en el niño, conlleva un alto riesgo de gestar una malformación estructural a nivel neurológico cómo también un funcionamiento inadecuado. El efecto negativo se ve reflejado en la vida del niño,  en su capacidad de aprendizaje siendo este deficiente y con complicaciones pedagógicas, lingüísticas, motrices y vinculares.

Como siempre sucede son las poblaciones más vulnerables las que padecen todos estos avatares y paralelamente los que tienen menor acceso a los sistemas de salud. Ya que la mayoría de la población es desempleada, sin cobertura de obra social ni ninguna otra prestación.

Los dineros que se invierten en salud, y en otras áreas que se proyectan sobre la calidad de vida, no son gastos ni costos que puedan ser medidos en términos de rentabilidad económica como si fuera una cuestión de mercado.

He aquí la diferencia de un gobierno progresista con un neoliberal. El gobierno neoliberal mercantiliza sin medidas y la salud es traducida a un valor de rentabilidad. Considerando gastos inútiles las campañas de vacunación por qué no es perceptible ni tangible la rentabilidad a corto plazo. Y nunca lo será.

Por suerte hoy, ante la presencia de un gobierno de otro signo político, se concibe al sujeto dentro de un Estado y este se vuelve garante de sus derechos, con una visión más progresista pero también más humana.

(*) Licenciada en Fonoaudiología. Trabajadora de la educación. Militante. Ex candidata a vice intendenta 

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