EL MONOPOLIO DE LA FUERZA
Para muchos sin embargo, esto significaba, en cierto manera un alivio, o un hecho positivo en el contexto de violencia que se vivía por entonces.
Se recordaba a Max Weber y su teoría en cuanto al Estado, que significa el monopolio de la fuerza que le ceden los ciudadanos.
En efecto, en la Argentina de 1976 parecía que la “fuerza” estaba en manos de organizaciones clandestinas, al margen del Estado: por un lado actuaban las agrupaciones guerrilleras –Montoneros y ERP- por el otro la Alianza Anticomunista Argentina (“Triple A”), el “CDO” el Comando “Libertadores de América”, cuerpos con cierta protección oficial, aunque en muchos casos actuaban por la libre. Parecía que el objetivo castrense era terminar con estos grupos y que el monopolio de la fuerza volviese al Estado.
Y esto , no parecía malo.
Efectivamente, así ocurrió. Sólo que nadie pudo imaginar que el poder estatal de facto actuaría, en la ocasión, sin ningún límite, ni legal, ni ético…
BASTA DE POLITICA
Al igual que en ocasiones anteriores, la toma del gobierno por las Fuerzas Armadas significó, además del cese –y en muchos casos el encarcelamiento de gobernadores, ministros e intendentes municipales,- la clausura del Congreso, el cierre de Legislaturas provinciales y Concejos Deliberantes, la remoción de la Corte Suprema y muchos jueces, considerados sospechosos o no complacientes.
A diferencia de otros golpes, esta vez no se decretó la disolución de los partidos políticos actuantes hasta entonces.
Solamente se dispuso una “suspensión de actividades de tipo político”, estableciéndose penas para quienes infringieran la disposición.
En realidad, no era estrictamente necesario, por cuanto, , la mayor parte de las cúpulas partidarias, en general acataron el “hecho consumado”.
Y, en no pocos caso brindaron su colaboración: hubo embajadores, intendentes, y hasta algun gobernador dirigente o miembro de algun partido tradicional, que nunca los expulsaron ni repudiaron.
La dirección de los partidos tradicionales, que iban desde la UCR sector de Balbín, al Partido Comunista sostenía la teoría que los generales Videla y Viola eran “democráticos”. Había que respaldarlos para que no tomasen el poder los “duros” “pinochetistas” a quien se hacía responsables de todas las atrocidades que veíamos cometer, y aquellos trataban de evitar.
LA BRECHA DEMOCRATICA
Las generaciones nuevas no se resignaban, a esta forzosa “veda”.
Y buscában resquicios para soslayar la arbitraria prohibición.
Los “Centros de Estudios”, “Institutos”,entidades culturales, organizaciones civiels, aún las asociaciones profesionales, como el Colegio de abogados, la Asociación Médica, etc, parecían los medios sustitutivos, de canalizar tales inquietudes, a la espera de mejores tiempos.
EL C.E.R.A
En Concordia, un grupo de gente, en su mayoría joven, más o menos adscripta a distintas parcialidades políticas, constituyeron el Centro de Estudios de la Realidad Argentina (C.ER,A).
Los primeros motorizadores de la idea fueron militantes jóvenes radicales , del ala de Alfonsín; otros del entonces Partido Intransigente; del Partido Demócrata Cristiano; Socialista y gente independiente.
La novel institución desarrolló tareas entre los años 77 hasta más o menos a fines del 80.
Un viejo dirigente político de aquel entonces, les dio a los integrantes del grupo un sabio consejo sobre como actuar en las difíciles condiciones en que tocaba moverse:
“No hay garantía de ninguna especie de que no les vaya a pasar nada. Pero, dentro de lo relativo, lo que les puede brindar mayor seguridad es: dentro de lo posible y prudente, no hagan nada oculto ni clandestino. Todo abierto, a la luz del día. Con habilidad y persistencia, hay que ir ensanchando espacio y ganando la legalidad”
Aplicando el consejo, se comunicó formalmente, a las distintas autoridades policiales o militares la constitución del Centro, nombre y apellido y dirección de sus integrantes, fines y objetivos del mismo.
Debutó invitando a disertar, en el salón de un hotel céntrico de Concordia, a don Humberto Volando, histórico presidente de la Federación Agraria Argentina.
¿Actividad política? ¡que esperanza!. Se trataba de una conferencia de carácter técnico, sobre los problemas del agro argentino.
Por supuesto, con la firma del presidente y secretario se cursaban invitaciones al jefe de Policía, el intendente “de facto”, el jefe del Regimiento…
Algunos de ellos hasta hablaron para disculpar su imposibilidad de concurrir.
Después vino don Carlos Perette, dirigente radical, y ex vicepresidente de la Nación ¿el tema? Hablar de cooperativismo, materia en que don Carlos era experto.
Hubo algun problema cuando, más o menos para la época del Mundial, se invitó a don Oscar Alende, presidente del Partido Intransigente, y co-presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, a quien los “servicios” marcaban como un “hombre de izquierda”.
¿Para que lo traen? preguntó, con aire molesto, al pedir autorización, un policía parecido al sargento García de la serie “El Zorro”.
“ ¿ustedes no saben que está prohibida la actividad política y gremial?”.
“Lo que ocurre”-fue la respuesta- “es que el Dr, Alende ha escrito un libro donde relata su vida, y quiere presentarlo”.
-“Bueno,-respondió de mala gana el oficial- está autorizado. Pero en cuanto hablen de política, los detenemos a todos”
“Qúedese tranquilo jefe”- “no se hablará de eso”, aseguró el solicitante mientras pensaba “hablaremos todo el tiempo de política”
Se llevaron a cabo otras actividades: vino a disertar un legendario dirigente de la Democracia Cristiana don Guillermo Frugoni Rey, ex concejal porteño, sobre el papel del Cristianismo en el mundo moderno.
Y, el conocido experto en temas de petróleo y energía don Adolfo Silenzi de Stagni.
En todas estas oportunidades , y hasta donde se podía, dado el nivel de censura-o más bien, “autocensura”- existente, se llevaba a los ocasionales visitantes a recorrer los diarios, radio y, si cabía algún programa de tv.
Además, se grababan las disertaciones, Luis María “Pocho” Medina, dueño de una modesta editorial, las imprimía como folleto, que trataba de repartirse lo más profusamente posible.
Cuando se trataba de un dirigente político, generalmente sus correligionarios aprovechaban para realizar reuniones en alguna casa particular, o local a puertas cerradas, tratando de eludir la vigilancia policial
En junio de 1980 visitó Concordia el futuro presidente de la Nación Dr. Raúl Alfonsín. , por entonces también co presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
Habló ante un salón repleto en el Hotel Salto Grande de Concordia.
Se le puso como tema de la charla: “El diálogo político”, pues, en esa época el gobierno de la dictadura había abierto precisamente, a través del general Harguindeguy ministro del interior una engañosa instancia de conversaciones con dirigentes políticos y sociales.
Pero, por supuesto, el Dr. Alfonsín excedió largamente el temario y se explayó en cuestiones fuertemente vinculadas a la actualidad que se vivía.
Una de las cosas que planteó con claridad don Raúl: no había milicos “duros” y “blandos”. Lo que ocurría era la realización de un plan elaborado por las cúpulas militares, antes del golpe, que contemplaba la eliminación por vía de ocultamiento de miles de personas, necesario para “ordenar el país”. No eran “células locas”, venía “de arriba hacia abajo”.
Por eso tenía sentido la política que desarrolló durante su gobierno en cuanto a la “obediencia debida”: penas duras a los de “arriba” (Juntas Militares) y atenuadas a los de “abajo”
“SERVICIOS” ACTIVOS
Era demasiado: aunque no pudieron prohibir la reunión, ese día circularon miles de volantes por la ciudad: alertaban sobre la presencia de Alfonsín, uno de los Presidentes de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, por lo tanto, “defensor de subversivos”.
Y hacían un repaso sobre los “antecedentes” de los invitantes: el presidente del Centro era mencionado como “radical de izquierda” (así subrayado y todo), otros como cercanos al Partido Comunista, o independientes “aparentemente”.
A Don Miguel Giorgio, viejo militante de la Democracia Cristiana, se lo vinculaba con los “Tupamaros” de la vecina orilla…
Fue, si la memoria no me es infiel, uno de los últimos actos que se llevaron a cabo con el nombre del Centro de Estudios de la Realidad Argentina.
La mayor parte de sus integrantes apreció que el C.E,R.A. había cumplido su objetivo de mantener encendida, mínimamente, la llama de la actividad política vedada o restringida en esos tiempos duros.
AHORA LOS PARTIDOS
A partir de los años 80, las dificultades económicas y el desgaste interno y externo habían hecho aflojar bastante el rigor de la represión de los años anteriores.
La lucha debía empezar a encararse directamente a través de los partidos políticos, cuya legalidad había que ir ganando en los hechos.
Por tales razones, resultaba inevitable que cada uno de los militantes se fueran apartando y encauzando su actividad en su respectiva afinidad política.
Así, se continuó convocando hombres de la política, a disertar en Concordia: pero ahora, soslayando la prohibición legal, ya se hacía la invitación pública utilizando las siglas partidarias: así, a principios de 1981 se hizo un acto en el cual habló Conrado Storani sobre temas de petróleo y energía.
Y el auspicio lo fue directamente por la “Juventud Radical”. Poco más tarde vino el dirigente radical de Paraná, futuro senador nacional, Dr. Luis Brasesco, a hablar sobre temas laborales que eran su especialidad.
Tambien la convocatoria fue con la sigla partidaria anterior.
Se actuaba, soslayando la absurda y arbitraria prohibición . dando pasos firmes para ganar la legalidad.
Dijera Sarmiento “sin pedir permiso al jefe de Policía”