Críticas al gobierno por promover la venta de heladeras y calefones y marginar al campo

“En verdad, si algo debe caracterizar a un Poder Ejecutivo en un país presidencialista como el argentino es la actividad permanente, medidas frecuentes cuando existe crisis y estar con un extinguidor, apagando todos los focos de incendio, que se derivan de estas circunstancias. Obviamente no es la única actividad ni obligación, lo mas importante debería ser trabajar en planes de largo plazo, en equipo, ya sea dentro del Gobierno o con una especie de Consejo Económico y Social, como lo planteara hace muchos años uno de los mejores presidentes argentinos como fue Don Arturo Illia.
Pero como eso ya parece una quimera en la Argentina al menos para los que gastamos gran parte de nuestra vida quijoteando con estas posibilidades y todas se frustraron, es que queremos colaborar -con nuestra opinión al menos- para que en democracia se pueda medir el valor de cada idea. Sobre todo cuando muchos ya percibieron hace tiempo que este Gobierno, desde el 2003 queremos decir, no tenía un objetivo integral sino sólo ideas concatenadas pero con muchos espacios vacíos y que ahora, con la debacle casi sistémica del capitalismo, es como que quedamos sin brújula y más que usar extinguidor lo que se hace es dar manotazos como quien se tiró al agua y nunca supo nadar.
Específicamente nos referimos al caso de promover la venta de heladeras, de muy baja producción nacional, y calefones, todo ello precisamente no representativo de aquello que se denominó en alguna época «la industria pesada», dejando al margen en un país agroindustrial y exportador a todos los subsectores que representa. Esto es como darle aspirinas a un enfermo de un tumor severo. El famoso superávit gemelo -es decir el fiscal y el de la balanza comercial, una especie de Circulo Virtuoso- fue provocado durante años por las mejoras de nuestras exportaciones que a un dólar alto favorecieron lo que son nuestras ventajas competitivas, es decir, la actividad primaria en general y la agropecuaria en particular. Es inexplicable que ahora se trate de sustituir a ese fenomenal ingreso con el paliativo de consumir heladeras y calefones.
Esa pérdida que están sufriendo todos aquellos que se dedican al campo, representa simultáneamente una pérdida para los ingresos en el Presupuesto Estatal, que se torna irrecuperable por un lado y además impactará estructuralmente en el futuro, afectando la economía argentina por años.
Es verdaderamente una apuesta al fracaso del país. Es producto de posiciones políticas personales y para nada fruto de la inteligencia y de modelos de desarrollo que, pensados desde el Gobierno, nos llevaran a saltar cualitativamente. Aquí primó más el viejo lenguaje de la década del ’30 al ’40 hablando de oligarcas y de revolución, como si gobernar y ser estadistas fuera una cuestión de los países desarrollados y nunca nuestra.
Si a estas cuestiones de errores políticos estratégicos, le sumamos la crisis económica internacional que está haciendo cambiar al más pintado de los liberales en economía hacia nuevos paradigmas, es de imaginar que, por años, la pasaremos mal. Si Barack Obama dice hoy que a su país, el imperio, le costará años salir de su situación de quiebre, no hay más que hacer una simple comparación para darnos cuenta que el tumor existe y no se curará con medidas pequeñas, modestas y sin impacto importante en la economía de nuestra Argentina.
Hacer humildes canjes de deudas, pateando la pelota hacia el futuro es ir cavando la propia fosa como en un acto de suicidio a largo plazo que cada vez se acorta más. Seguir actuando en confrontación, pensando sólo en ganar la próxima elección es perder al país en el camino. Ya parece increíble pensar que se actúe de esa manera, es como imaginarse que los argentinos tenemos mucho de analfabetos y que privilegiaremos sólo votar y no pensar.
Ya todos sabemos que estamos con el mayor endeudamiento de la historia, que nos quedamos sin recursos de adentro y de afuera. Y a su vez el gobierno pelea contra el mundo, literalmente, sin encontrar salida, pero empezamos a sentir que, en ese transitar, nos van arrastrando a todos hacia un final absolutamente imprevisible en su cuantía. Por ello es inaceptable que se mantenga el status quo de privilegiar este tipo de confrontación y mucho menos si no se lo hace con un programa en la mano. Ni el Gobierno tiene más salida ni tampoco la oposición. Si ésta no se cohesiona con grandeza y mirada amplia de futuro, este país no tiene destino.
No se podrá decir más que tenemos futuro cuando los países desarrollados, que tratarán de recuperarse, para lograrlo llevarán adelante sus propios planes en donde nosotros, obviamente, poco contamos y mucho menos si en la sociedad no aparecen las ideas nuevas y propias para estas inimaginadas circunstancias.
Por eso entonces, dejemos las aspirinas y tratemos de extirpar el tumor en el momento que existen aún fortalezas sociales y estructuras económicas aún semivivas y a través de un diálogo institucional -como en todos los países del mundo- encaremos torcer el rumbo de la caída y evitemos que un pueblo se destroce por los errores de una burocracia agotada”.

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