«Durante la declaración Sánchez se mostró dubitativo y hasta por momentos se le quebró la voz, sobre todo cuando los jueces lo interrogaron sobre su relación con barrabravas y grupos de choque de la Unión Ferroviaria (UF)», destacó Pablo Ferreyra a Télam.
Ferreyra, acompañado en el juicio por los diputados nacionales kirchneristas Andrés Larroque y Horacio Pietragalla, concluyó que «en la voz quebrada de Sánchez se empezó a romper el pacto de silencio de los acusados».
Previamente el testigo protegido admitió en su declaración que concurrió al lugar del crimen porque fue convocado por el delegado de la UF Pablo Díaz, a quien conoció tras afiliarse al gremio, ya que desde que la UGOFE se hizo cargo del Roca, «el sindicato decidía las contrataciones» y él pretendía hacer ingresar a su esposa.
El testigo, un guarda que fue relocalizado y es asistido por el Ministerio de Justicia desde que ingresó al programa de testigos protegidos, se presentó con anteojos oscuros y una gorra que ocultaba su rostro, en tanto los imputados permanecieron detrás de un vidrio blindado, donde habitualmente se ubica el público.
Al igual que en la audiencia anterior en que declaró el otro testigo protegido que aportó el gobierno horas después del crimen, el guarda dijo que «nunca imaginó que iba a quedar involucrado en un caso en el que murió una persona» y que un amigo le recomendó que declarara, tras lo cual fue localizado por la policía.
En su relato dio detalles de la estructura organizativa del gremio, cuyos dos máximos dirigentes, José Pedraza y Juan Carlos Fernández están siendo enjuiciados como presuntos instigadores de la agresión que terminó con la muerte de Ferreyra y otros tres manifestantes heridos de bala.
«A los delegados, como Pablo Díaz en el Roca, no los elegimos nosotros sino que los pone el gremio, que maneja todos los puestos de trabajo», reiteró luego de asegurar que además de ferroviarios y tercerizados apoyados por militantes del Partido Obrero «había gente con camisetas de futbol» involucrada en el episodio.
Aseguró, además, haber estado a 150 metros de la primera embestida, cuando su grupo comenzó a tirar piedras y que tras escuchar los tiros salió corriendo, pero que recibió un impacto de una tuerca que le produjo un corte en la cabeza.
Por ello, otro de los acusados en este juicio, Jorge González, los transportó en su auto hasta el Hospital Argerich, pero como allí estaban los heridos del PO, fue atendido por un médico del gremio.
En ese trayecto González le recomendó «que no dijera nada porque se pudrió todo», en referencia al crimen de Ferreyra.
Enseguida Sánchez pidió declarar para desmentir la declaración que lo incriminaba del testigo protegido, quien lo acusó de haber concurrido armado ante la convocatoria de la Unión Ferroviaria para impedir ese día el corte de vías de los tercerizados.
«El fue quien puso en el torpedo del auto en el que íbamos a la convocatoria una riñonera, no sé si con un arma, con la picadora de boletos o qué, pero ahora me acusa a mí aunque era mi amigo”, se quejó Sánchez al incriminar al testigo, quien sin embargo admitió que en el auto en el que viajaban era el suyo.
El acusado, que hasta ahora se había negado a declarar, pidió hacerlo minutos después de que concluyera la declaración del testigo encubierto y hasta solicitó un careo, lo que fue negado por el Tribunal que, sin embargo, le permitió exponer.