PRIMERO LA SALUD
Leo en Infobae un artículo de un tal Alejandro Bongiovanni de Rosario que dice ser “economista”.
Muy suelto de cuerpo, sostiene este señor que mantener la cuarentena y el aislamiento compulsivo, como lo hacen nuestras autoridades, es un acto “irracional”.
Una reacción que “no guarda proporción con el problema”. Y que las medidas restrictivas “van a provocar una catástrofe mayor que lo que trata de prevenir·
Propone, lisa y llanamente flexibilizar la cuarentena, normalizar al máximo la actividad económica.
A esto habría que responder que no es novedoso el planteo: ya lo hizo Donald Trump que instaba a los ciudadanos a hacer vida normal y “no dejar caer la economía”.
O, màs crudo, el vice gobernador de Texas o el ministro de finanzas de Japón que pedían a los ancianos que se den prisa en morir, porque era “lo más conveniente a sus países”
La dura realidad los golpeó en la cara y hoy tienen que asumir el terrible costo de miles de muertos en fosas comunes, como lo vemos en Nueva York.
Ni siquiera atendió el mandatario norteamericano el sabio y sensato consejo de su correligionario George Bush, que dijo en 2005:
“Una pandemia se parece mucho a un incendio forestal, Si se detecta temprano, podría extinguirse con un daño limitado. Si se deja que arda sin detectarlo puede convertirse en infierno extensible más allà de nuestra capacidad de control”
No hay discusión que en esta etapa lo principal es priorizar la salud.
Que exista la menor cantidad de contagios .
Y, si los hay , que seguramente los va a haber, que el porcentaje de fallecidos sea el mínimo posible.
Para esto hay que tomar medidas duras y restrictivas en la vida diaria de cada uno de nosotros.
Poco menos que la mayoría deberemos vivir en una especie de prisión domiciliaria , con mínima vida de relación.
Ni siquiera quienes caigan enfermos podrán contar con acompañamiento pleno de sus familias.
Y los que fallezcan sin contar con la posibilidad de velatorio. Y quizá carecer hasta de mínima despedida de este mundo.
A todo esto, terrible de por sí, hay que agregar las consecuencias de tipo económico.
Mientras dure y aún muchos meses después que, como esperanzamos, vaya amenguando, o culmine la pandemia.
De tales perspectivas nadie se va a escapar.
¿Y LA ECONOMÍÀ?
En el caso nuestro, la desgracia nos cae cuando ya veníamos con serias dificultades en el panorama económico social.
-Un preocupante índice de pobreza del 38%.
-Heredado de la administración anterior, dirán los actuales oficialistas.
-Sólo un 8% . replicaran los de Cambiemos, el otro 30% ya venía de administraciones anteriores.
-Una deuda externa de más de 200 mil millones de dólares, señalaran los primeros.
-Asistencia financiera a la que hubo que acudir para tapar desequilibrios anteriores se replicará.
Expongo los argumentos de unos y otros, sin hacer juicio de valor porque en momentos como esto lo que menos conviene as ahondar la grieta.
En lo que todos hemos de coincidir es en que la situación, ya difícil de por sí ha de agravarse en grado sumo en los próximos meses.
Que nadie tenga la picardía de querer echar culpas ni sacar ventajas.
Aquí, de lo que trata es de capear el temporal todos juntos, con el menor costo en vidas y bienes.
Es un valor entendido, y nadie lo discute que la vía forzosa ha de ser el esfuerzo y sacrificio.
Todos lo reconocemos y aceptamos de palabra. Pero, cuando llega el momento, miramos de costado.
Como lo dijera el Pepe Mujica “si le pido a los otros que pongan y yo no pongo es medio careta”
FALSO DILEMA
En mi criterio se ha trabado una controversia acerca de una falsa opción: entre el aporte privado y público.
Que es necesario que el particular haga su contribución creo que ni siquiera debería discutirse.
En tiempo de grave emergencia nacional, como lo fue por ejemplo la Segunda Guerra Mundial se llegó a aplicar en Gran Bretaña, lo que se llamó la “super tax”, un impuesto extraordinario que podía llegar a gravar hasta tres cuartas partes del capital o la renta.
Algo similar ocurría en los Estados Unidos donde los empréstitos “voluntarios” para avalar el esfuerzo bélico llegaban a afectar hasta el 60% de la ganancia.
¡Y esto lo hacían gobiernos capitalistas, liberales, y, -caso de los ingleses- hasta de índole conservadora!
Era aquello del “sangre, sudor y lágrimas” que ofrecía Winston Churchill.
¿Para que tomar ejemplo de afuera? Vamos a nuestra historia: dicen que, durante la “guerra gaucha” Martín Güemes pidió contribución a los salteños para su lucha contra los realistas. Un paisano le trajo una cabra, la única que tenía. Otro, un peón tres cabras de una hacienda que tenía como seiscientas. Güemes le dijo a este último: “decile a tu patrón que me mande por lo menos doscientas cabras”. Y al otro: “vos, llevate tu cabra”
¿Qué tiene de escandaloso plantear la posibilidad de gravar con un porcentaje mínimo grandes fortunas o a quienes han obtenido, al calor de su esfuerzo, buena suerte, o quizá maniobras “non sanctas”, beneficios superlativos en tiempos de vacas gordas?
Podrá discutirse los aspectos técnicos de la iniciativa. Pero no la filosofía que los motiva: esto es, que a la hora de mostrar solidaridad , el que más tiene debe ocupar el primer lugar.
Y eso no es incompatible con un necesario ajuste del gasto público: aclaremos no hablo que el Estado gaste “menos”. Quizá en estos momentos, incluso tenga que hacerlo más. Se trata sí de que oriente el gasto y la inversión hacia lo que es urgente y prioritario, dejando de lado, o postergando lo superfluo.
No es el caso de bajar salarios al personal mèdico, enfermeros, policías, asistentes sociales: al contrario , a estos habría que aumentarles.
Pero sí, legisladores que ahora no legislan, jueces y funcionarios en forzosa feria, asesores que no asesoran , empleados del estado, en general con buenos emolumentos.
Que estos tales no deban hacer su necesario aporte de emergencia, escapa a toda regla de lógica y justicia.
Como en el ejemplo del mito de Prometeo ,que citamos más arriba, las “bolsas” de unos y otros, deben ser vistas –y repartidas- con proporción y equidad.