LA DICTADURA SE ENCARGÓ DE LA ECONOMÍA, EL BUSTISMO DEL RECURSO HUMANO
Concordia también conoció el esplendor. En 1974 esta ciudad se perfilaba como el polo de desarrollo industrial y productivo del sur correntino y el norte entrerriano. En materia de distribución y equidad, se expresaba en un dato incontrastable relacionado con lo que vino luego : la diferencia en los ingresos del 10 % más rico de la población contra el 10 % más pobre era de 12 veces, contra las 34 de hoy.
Aquí como en el país, la dictadura ejecutó a pie juntillas el plan diseñado por Martínez de Hoz. Por aquellos años Concordia veía cerrar metalúrgicas, fabricas de jugo, curtiembres, aserraderos, Frigoríficos (como CAP-Yuquerí) y comenzaban a quedar en la calle miles de trabajadores. Fue hacia los finales de la década del 70 y comienzos de los 80, cuando se produjo la debacle económica y el contrasentido, esto es, al mismo tiempo que ocurría esto, la banca privada y las financieras florecían, en rigor, el preludio de lo que luego fueron cientos de productores fundidos.
En la economía concordiense también se expresaba la dicotomía : una poderosa oligarquía que debió resignarse a convivir con una burguesía industrial que, alentada por políticas nacionales, crecía y se anticipaba (alrededor) de lo que sería la gran obra regional, la Represa de Salto Grande. La vieja y poderosa oligarquía ganadera que se oponía a la construcción de la ruta que nos conecta con la ciudad de Buenos Aires para “no alentar el ingreso de los comunistas provenientes de la gran urbe”, iba perdiendo terreno. El golpe del 76 cambió la historia económica de la ciudad. Tanto la cambió que, de ser polo de desarrollo pasó a ser la más pobre e indigente.
Iniciada la democracia las expectativas eran tantas como las promesas, pero se trataba de reconstruir poder, en rigor, la tarea de la democracia y de los partidos populares.
Existía un aparato productivo destruido, cierto, tan cierto como la existencia de un pueblo movilizado donde la cultura del trabajo y el esfuerzo no había sido destruida. En otras palabras, un pueblo dispuesto a la hazaña. La tarea, era conducir a ese pueblo ansioso de libertad, trabajo, democracia y justicia a un destino mejor que el que alcanzamos.
En Concordia ya existía un potente movimiento inundados, otro de desocupados, un fuerte movimiento de derechos humanos y una militancia política ávida de un protagonismo alejada del tome y daca, del que hay p`mí. Es decir, esa sociedad pacata, fenicia y despreocupada por el problema del otro también tuvo sus contrarios
LA MILITANCIA
Ya contamos en la primer nota que en Concordia y durante los años más duros de la dictadura se fundó la APDH y que fue al primer lugar del país donde viajó Adolfo Pérez Esquivel luego de recibir el premio Nóbel de la Paz. Pero también, durante la dictadura se generó un potente movimiento de inundados que hasta logró arrancarle un importante plan de viviendas al gobierno municipal de la dictadura y que fue la primera ciudad de la provincia en la que se formó la Multipartidaria, presentada en sociedad en un acto multitudinario realizado en el Club Ferrocarril y con la presencia de Saúl Ubaldini que, por aquellos años era una de las más importantes referencias sindicales críticas.
En vísperas de la democracia, los partidos funcionaban a pleno, los comités y las unidades básicas eran verdaderos centros de discusión política en los que la militancia se iba fogueando y en las que, la ideología, suplantaba al pragmatismo noventista. Tiempo en que los ideales, lejos de estar vinculado a lunáticos era la sabia convocante.
Por aquellos años, el respeto por quienes habían sufrido la violencia dictatorial, así como por los que se opusieron a la criminal dictadura era moneda corriente, eran el norte, su palabra era especialmente atendida, representaban una historia de lucha y compromiso que lejos de pasar por alto era una referencia ineludible a la hora de buscar espejos donde mirarse. El dato, ofrece un panorama acerca de los valores en boga.
Tal era la consubstanciación con la necesidad de construir poder popular que, en el caso de la militancia peronista se prefería conducir una unidad básica antes que acceder al Concejo Deliberante. “Vivir de la política” no estaba entre las principales razones de la militancia, no era esa la motivación principal. Estaba aún fresca la imagen de quienes habían ofrendado su vida “por la causa”, de modo que, la sola mención de la política como negocio o salida personal ruborizaba a cualquier militante.
En ese clima, con uno de los polos de poder a punto de derrumbarse (el muro de Berlín, la URSS y el llamado socialismo real) y con el neoliberalismo acechante hacían falta dirigentes con convicciones y dispuestos a conducir un proceso que, con cientos de dificultades, contaba con un recurso humano invaluable. No ocurrió eso, a nosotros nos tocó Jorge Busti, el mismo que se encargó de defraudar una a una las expectativas puestas en su supuesto compromiso con mejores causas. Tuvo para ello la invalorable ayuda de Hernán Orduna el súper, súper secretario y ministro y también la de Augusto Alasino. Los tres integraron el núcleo inicial del poder municipal.
Nadie podría afirmar que se tratara de una tarea sencilla. Sí se puede afirmar que esa tarea no podía estar a cargo de débiles y politiqueros cuya máxima aspiración era la de perpetuarse en el poder a cualquier precio. En rigor, lo que ocurrió, Busti no dejó nunca de ser funcionario público (dos veces Intendente ; 3 gobernador ; Diputado y Senador nacional) ; Orduna, salvo un pequeño interregno ocupó cargos públicos desde 1983 (súper Secretario y Ministro, Vicegobernador, Intendente, etc.) y Alasino perduró como diputado, senador o con algún otro cargo ejecutivo del gobierno nacional durante casi 20 años ininterrumpidos.
Lo dicho, no sería un dato impactante si, al mismo tiempo no se dijera que mientras la vida de cada uno de ellos transcurría en la abundancia, el pueblo que los había catapultado se hundía en la miseria. Durante todos estos años y hasta hoy, Concordia encabeza los índices de desocupación, pobreza e indigencia.
QUE PASO ?
Durante los primeros años de Busti como Intendente, su imagen y aunque hoy parezca ciencia ficción, estaba vinculada al progresismo, prometía ser el vehículo que enterrara definitivamente la ortodoxia peronista (ligada a lo peor de la historia más reciente de ese partido, Isabel, López Rega, la burocracia sindical) y a su representante local, el ex gobernador Enrique Cresto, a quien se lo vinculaba con ese pasado. Pero como la linealidad y el esquematismo nunca fueron el fuerte pejotista, había sido Cresto el responsable de que Busti encabezara la lista de candidatos en Concordia. Es que, en Entre Ríos se repetía el convencimiento nacional de que ganarían las elecciones y aquí se aseguraba que el sindicalista Dardo Blanc (delfín de Cresto) llegaría a la casa gris. Con las esperanzas rotas y el tiro por la culata, no fue Blanc sino Busti una de las referencias peronistas en la provincia. Allí comenzó su suerte personal y la desgracia colectiva de no haber dado con alguien mejor dispuesto.
DOMESTICAR A LA MILITANCIA
No alcanzaría con un artículo periodístico para subrayar el alcance de cada una de las medidas de sus gobiernos y sobre como, amparado por el menemismo fue prostituyendo la política y tejiendo alianzas con lo más granado del sector social que sirvió de apoyatura a la dictadura militar. Más que esto, el propósito de esta nota es demostrar con cuánto énfasis ayudó a reconvertir el único recurso con el que contaba para la transformación : el humano.
Ese punto de quiebre, entre una militancia motivada por ideales y la otra, la que comenzó a acostumbrarse a cambiar apoyo, por dinero, canonjías y puestos públicos, se puede encontrar con mayor precisión en el momento en que en el orden nacional se disputaban el poder partidario Carlos Menem y Antonio Cafiero.
Ese proceso, tuvo lugar en la primera gobernación de Busti con Orduna como súper ministro. Los dos, enfrentaron a su antiguo aliado, Alasino que los derrotó y se transformó en uno de los 12 apóstoles menemistas.
En esa ocasión, el fenomenal despliegue del aparato del Estado provincial para quebrar la voluntad del militante y el afiliado que veía con mayor simpatía a Menem, fue tan impresionante que ya no tuvo retroceso. Allí comenzó lo brutal e impúdico que, por años Busti se encargó de mantener oculto a fuerza de censura y compra de conciencias.
Camiones repletos de mercadería, ropa, chapas, etc. eran distribuidos a la vista de todos ; eran decenas los galpones de acopio de mercadería en la ciudad ; las viviendas que se construían y entregaban no tenían un fin social sino político ; el caos urbanístico que generó Busti en Concordia en esos años es solo comparable al provocado por la dictadura que permitía loteos (de inmobiliarias amigas) en zonas sin los más elementales servicios.
El menemismo tampoco tuvo mucho para envidiarle. Aunque carecía de un aparato estatal tan impresionante, contaba con otro aparato infernal y con el dinero de muchas de las empresas que luego resultaron favorecidas por contratos leoninos.
Era tanto el dinero y la impudicia que varios comenzaron a ver el “negocio” y le tomaron el gustito, de un lado y del otro. Una anécdota cuenta que una “militante” aconsejó comprar miles de bombachas y corpiños, “para ganarnos a las compañeras que lo necesitan” y compraron, todo valía. Un integrante del trío que manejaba los fondos de campaña decía “pasas al lado de Víctor y te da plata por las dudas”. El diario Página 12, que irrumpía en el escenario comunicacional como lo más comprometido e ingenioso, ayudó a Busti, como pocos, a dejar congelado su mejor costado (hasta 1988), y a ocultar todas y cada una de sus oscuridades, incluida la censura.
Tamaño despliegue no le alcanzó al bustismo, pero tampoco les quitó el sueño.
Derrotados en la interna nacional y provincial ni a Busti ni a Orduna les costó mucho trasmutarse, travestirse. A partir de allí ya nada fue como era entonces. Derrotado por el menemismo durante su primer gobernación la única preocupación de Busti y Cia. era mantenerse en el poder. Desde ese momento comenzamos a conocer su esencia, el perfeccionamiento envidiable en el manejo de los recursos del Estado para construir su propio aparato de poder. En ese marco y a poco de andar, Alasino representó para el bustismo un verdadero anillo al dedo, con él parecía completarse la corrupción en la provincia, todo lo demás quedaba opacado.
En su primera y segunda intendencia Busti incrementó la planta de personal municipal de Concordia en casi tres veces ; algo similar ocurrió en la provincia ; las poderosas unidades básicas fueron prácticamente disueltas y suplidas por Comisiones Vecinales y comedores comunitarios que dependían directamente del poder institucional, es decir de él y de los fondos del Estado que él manejaba. La política con mayúsculas pasó a segundo plano y el desquicio social inundó de tristeza y patetismo el escenario. Basta recordar a uno de los principales dirigentes comunistas generador de un masivo movimiento de inundados que quedó transformado en un lúmpen cuya degradación fue en ascenso hasta hacerse irreconocible. Los mismos dirigentes sociales que protagonizaron el primer gran corte de ruta del país encabezando un movimiento de desocupados, comenzaron a ser “tentados” con celulares, líneas directas con el poder, dinero, planes y terminaron siendo el hazmerreír nacional con el episodio conocido como el de “los guerrilleros truchos” protagonistas de una parodia tan triste como patética. Los punteros que, luego de domesticarse conseguían un conchavo en el municipio, no lo consideraban un trabajo sino el pago por haber “jugado con el Jorge”. Desbaratar cualquier atisbo opositor y protestón fue una obsesión. Todo debía estar dentro del corral y lo que no, se seducía, se compraba, se censuraba, se difamaba y se perseguía hasta quebrarlo. En esta inteligencia, la pobreza y la indigencia fueron absolutamente operativas. Quebrado el militante y con indigentes tocándole la puerta, él tenía siempre la “bolsita” lista, un extraordinario piloto para la “emergencia” ¿ para que más ?.
La pizza con champagne menemista potenció esa tendencia e incorporó a Busti, lo sentían uno más, y él, como pez en el agua.
Igualmente, sería injusto no decir que el cholulismo, la desesperación por figurar y lograr dinero fácil, el arribismo y el vedetismo social, aportaron lo suyo. La persistente y sistemática apuesta al pragmatismo, la vida fácil y el que hay p`mí, había rendido.
También la izquierda y/o el progresismo cuyos medulosos análisis sobre la unidad, nunca sirven para concretarla. Aunque nadie dudaría en calificarlo como el principal responsable de toda esta triste historia, sería desatinado creer que solo Busti lo hizo posible.
Hasta la próxima. No es para pocas líneas esto de intentar pintar a la Concordia caótica, las razones por las que en esta ciudad todo ocurre tan a destiempo ; sobre porqué al progresismo, a la izquierda, a los movimientos sociales y gremiales críticos, les resulta tan difícil encontrarse en el momento adecuado y en el lugar preciso.