Cómo será volver a la escuela después de la cuarentena

De la “pedagogía del sopapo a tiempo”[1] … a  preguntarnos ¿cómo será  volver a la rutina escolar, a la acostumbrada, a la tradicional,  pregonada desde cierta educación conservadora,  en un pasaje sin solución  de continuidad?

 

¿Los adultos responsables volveremos con el mismo ímpetu a ejercer coerción, al correctivo aleccionador?  ¿El sopapo u otras variantes? Variantes que, en el caso docente, sería algo así como: “…hagamos una prueba, pasen al frente… ¿a ver? ¿qué hicieron durante la cuarentena…?”

 

¿Retornaremos a ese escarmiento que colaboró y, convencidos/as aún, que colabora a formar personas de bien, sumisas a la rutina configuradora del ser humano para encajar en la sociedad capitalista, neoliberal y productora en serie, después de la experiencia que nos está dejando la pandemia global?

 

Mientras muchos se preguntan cómo será la vuelta a la vida normal después de la cuarentena, hay interés por saber cómo lo harán algunas instituciones.  Justicia, Salud, Deportes, por ejemplo. A otros, se los observa mucho más preocupados, por el comercio de productos no esenciales, servicios no tan importantes, a menos que no se viva de ellos, y de todo otro rubro en la categoría de lo que se puede dejar para después.

 

Desde el lugar que ocupamos y sobre la experiencia del conocimiento que la vida y la profesión dan, nosotras nos preguntamos: ¿cómo será la vuelta a las escuelas, la escuela edificio, aula tradicional, real?  Estudiantes y docentes, con cuerpos presentes.

 

La vida escolar, y el ritmo que ella impone, organiza la vida social. Ciclo lectivo y vacaciones, materias pendientes (las famosas previas), tiempos de estudio, actividades extraescolares, trabajo, ocio, turismo y feriados largos.  Horarios rigurosamente ordenados, para no llegar tarde a ningún lado. Todo gira alrededor de la vida escolar.   El o la lectora-lector interesado en estas cuestiones, sabrá completar, pensando en lo que la escuela significa en el orden cotidiano que el tránsito por la vida conlleva.

 

El ejemplo más común, y que pone en contexto el orden que se desordena y que se sobrelleva, no sin dificultades, es cuando hay paros docentes… ¿qué hacemos con niños, niñas y adolescentes? Algunas familias, pueden llegar a tener una mano tendida a tiempo, lo resuelven de algún modo.  Al trabajo, ese que sostiene la subsistencia, no se puede faltar. Tampoco se puede dejar solos a los más pequeños. Los y las adolescentes, por lo general, duermen hasta el mediodía, disfrutan del sueño, de la soledad en casa, del encuentro con amigos… como sábado, domingo o feriado.

 

Pero hoy, en un contexto muy diferente, el período de paro obligatorio se ha extendido, el tiempo se ha desquiciado, la rutina se ha desmoronado (y hasta olvidado) de tal manera, que debería ser motivo de preocupación de especialistas en educación y ministerios. El engranaje de lo cotidiano se ha descalibrado. Ya no giran sus piezas con precisión o, por los menos, con previsión.  El tiempo de todo y de todos se ha transformado, es distinto. Además, la inseguridad propia de la novedad y lo incierto es, consecuentemente, agobiante.

 

En el intento de saltar la crítica, la opinión y la descripción, podemos hipotetizar, prever, sobre algunas cuestiones que, tal vez, colaboren a reconstruir lo rutinario de lo escolar, desde otro lugar, desde uno que valga la merecida pena de volver a usos y costumbres ordenadores de la vida social. Esa organización, por la que y seguramente, sentimos nostalgias.

 

En la institución escuela, el regreso debería ser paulatino, a lo mejor con un período de adaptación, para toda la comunidad educativa.

 

Una vez iniciado el retorno, presentar desafíos interesantes, de esos que requieren esfuerzo. Desordenar, desestabilizar el aula tradicional.  Pensar las subjetividades, tanto de docentes como de estudiantes, que permitan compartir conocimientos, más allá de lo curricular, presumiendo que la crisis pandémica algún aprendizaje dejó.

Elaborar marcos de referencia, para analizar, desde diversas fuentes lo que llega y llegó cotidianamente desde los medios de comunicación y que permita armarse de argumentos sólidos para una discusión seria sobre el mundo y los cambios en el comportamiento social.

Habilitar la palabra y poner en relación varios textos, leer y releer, autorizando un proceso complejo y gradual, que permita capitalizar la experiencia de un planeta, donde todo parece haberse transformado. 

A pesar de que los seres humanos tendemos a olvidar el sufrimiento, quizás por naturaleza y supervivencia, a lo mejor es necesario también provocar una mirada optimista de esa experiencia. La que ayudó a comprender, en un momento de la historia, que cada uno de los y las que habitamos el planeta tierra, somos iguales en condición humana, seres finitos y vulnerables.

Una finitud que no discrimina ninguna categoría naturalizada a través de la historia de la humanidad.

Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación   

 

[1] Concepto tomado de una entrevista a Diego Golombek.

La pedagogía del sopapo es una categoría sin ningún sustento científico. Para algunos padres, madres, familias en general, puede o pudo ser eficaz. Se agrega un enlace, para recrear un poco la idea… Entre el humor y una verdad de Perogrullo. ¿Cuántos y cuántas habremos tenido ganas de ponerla en práctica, durante intercambios con hijos e hijas, cuyo objeto de ese intercambio es la elaboración de una tarea escolar? El final, en este caso, es  trágico, pero aquí  va, para curiosos/as    https://www.revista7im.com/2018/06/leer/ficciones/pedagogia-del-sopapo/ (Recuperado 11-04-2020)

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