Comerciantes se autoconvocan para trabajar desobedeciendo las restricciones

El presidente Alberto Fernández viene diciendo que escuchará a intendentes y gobernadores para tomar las decisiones de flexibilizar las medidas de restricción, aislamiento social y excepción de actividades de acuerdo a las posibilidades y necesidades de cada ciudad. Pero, al parecer, nadie estaría dispuesto a pagar costo político alguno por las decisiones que se puedan tomar y lo que pueda salir mal.

Tanto los intendentes como el gobernador se han venido pasando la pelota unos a otros. Los primeros esperando algún guiño desde arriba para responder a las demandas de sus ciudadanos y el gobernador que se limita a celebrar a quienes mantienen número positivos en las estadísticas sanitarias y sin largar prenda alguna de innovar.

En los últimos días esto ha ido cambiando: En Concordia, es «vox populi» que el intendente, Alfredo Francolini, le pidió al gobernador definiciones urgentes, ya sea para aprobar la apertura de negocios o para permitir que él -como autoridad local- pueda definir el camino a seguir en cuanto a qué actividades permitir. Según pudo saber DIARIOJUNIO, Francolini estaría a favor de permitir la apertura de comercios respetando protocolos ya acordados tanto con la organización que nuclea a comerciantes como con el sindicato de trabajadores del sector. Mañana sábado o -a mas tardar- el lunes ya habría definiciones concretas.

Francolini es uno de los que cree que toda la responsabilidad de tomar las desiciones no puede recaer de manera exclusiva sobre la figura presidencial y, menos aún, sobre los angustiados comerciantes, a quienes se les siguen acumulando compromisos y deudas, viéndose empujados a llevar la iniciativa, presionar y tomar acciones rayanas a la desobediencia civil.

Las primeras imágenes de la conferencia de prensa realizada por algunos de los representantes de comerciantes autoconvocados de Chajarí son elocuentes y hablan por sí solas: El entrevistado principal, un señor que responde al seudónimo de Beto, comienza hablando con el barbijo puesto sobre su rostro. A los pocos segundos, el barbijo empieza a correrse del lugar y el comerciante hace un amague de querer acomodarlo pero, ante la dificultad y la incomodidad, desiste. Y desiste con un gesto de esos que se hacen cuando se está cansado de mantener cierta impostura, mientras desliza declaraciones tipo que la cuarentena sólo se cumple en el centro de la ciudad, que no pasa nada, que la cosa ya parece ser para la tribuna nomas, que Chajarí no tiene casos de coronavirus y hace 40 días que están parados. También cuenta sobre 5 negocios que quebraron en una extensión de 4 cuadras sobre la calle céntrica principal, calle Urquiza. Que el Centro de Comercio –que debería representarlos- no los convoca, no los tiene en cuenta y que necesitan que se tomen decisiones urgentes sino las tomarán ellos, los comerciantes.

Obvio, el hombre está en ese lugar no porque tenga ganas, sino porque las decisiones para él y sus colegas no llegan. Ni para bien ni para mal.  Ni por la positiva ni por la negativa. Si alguien se tiene que quemar, que sea el Presidente Fernández o los propios comerciantes, parece.

Cuando el administrador se come al político. No hay decisiones, No hay acción. Solo emprolijar números, que la cosa tire y hacer la plancha hasta que pase el tsunami.

Entonces las iniciativas quedan en manos de los valientes o los desesperados. Los costos de sus decisiones serán de ellos y si algo sale mal, los administradores podrán decir que ellos no fueron.

Los comerciantes –dicen-   diseñaron su protocolo para un trabajo seguro e higiénico. Y sostienen que “el remedio es abrir o la nada misma”. Así que la iniciativa tiene mucho olor a “decisión tomada y ponerle el pecho a lo que venga.”

Y por debajo de las declaraciones públicas, que se tratan de mantener suaves, diplomáticas y políticamente correctas dentro de lo posible, subyace un ideario del tipo: “Yo ya me canse de pagar impuestos, alquileres y que el gobierno ni se acuerde de nosotros”; “Somos los que más aportamos al estado y nos están matando”; “Sólo somos una herramienta de aporte para los que nos gobiernan, más nada, salís a la calle a repartir un calzado y la policía te trata como un delincuente. Increíble”; “Así es, tenemos miedo de la policía y sueltan a los presos!!! En qué país vivimos???!!! El lunes debemos abrir todos!!! Y listo”.

Esta es la Caja de Pandora que se abre cuando el reclamo de la gente no encuentra respuesta, el mensaje desde la autoridad no es claro y las decisiones políticas parecen quedar en manos de un cuerpo acéfalo.

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