Cocina de cocaína en Concordia: Podrían reducir la pena a un acusado si delata a sus cómplices

El juicio contra dos personas acusadas de administrar una cocina de cocaína en Concordia podría tener un giro radical si es que los acusados revelaran ante el Tribunal Oral Federal de Paraná quienes son los otros integrantes de la organización dedicada a la producción y comercialización de estupefacientes.

Esa posibilidad, que está prevista en la ley que penaliza la tenencia y tráfico de drogas, surgió ayer a partir de una advertencia que hizo el tribunal, a través de Lilia Carnero, a Rafael Salvador Benítez, uno de los imputados. El hombre adelantó que el lunes prestará declaración indagatoria y la jueza se hizo eco de algo que había señalado el defensor de Benítez, Edelmiro Díaz Vélez, en el inicio del juicio: el letrado sugirió que en el hecho podría haber otras personas involucradas.

La ley prevé que cualquier acusado por un delito relacionado con la tenencia y/o comercialización de estupefacientes podría recibir una reducción de su pena si “revelare la identidad de coautores, partícipes o encubridores de los hechos investigados o de otros conexos, proporcionando datos suficientes que permitan el procesamiento de los sindicados o un significativo progreso de la investigación”.

Por lo demás, ayer declararon cinco testigos en la segunda audiencia del juicio oral y público contra Benítez y Carlos Gabriel Olmos, quienes están acusados por los delitos de producción y tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, por el caso de la cocina de cocaína que explotó en una casa del centro de Concordia, causando la muerte de una joven de 20 años.

Tal como se había planteado en el inicio del debate, Olmos no estuvo presente en la audiencia ya que fue autorizado a no concurrir debido a que padece una afección cardíaca, por lo que recién regresará para la etapa de alegatos, que se fijaron para el martes 25 de marzo.

El 27 de marzo de 2011, alrededor de las 3 de madrugada, una estruendosa explosión sorprendió a los vecinos del centro de Concordia. Ocurrió en una antigua casona ubicada en
la esquina de Las Heras y Laprida, donde vivía Mariela Elizabeth Tamay, una joven de 20 años oriunda de Chajarí, que falleció tres días después producto de las heridas que le dejó la explosión y las quemaduras que afectaban el 85% de su cuerpo.

Sin embargo, el día que llegó al hospital hubo circunstancias que permitieron esclarecer el hecho y el contexto en el que se produjo la explosión.

Los investigadores llegaron varias horas después a la casa y el escenario que se encontraron fue asombroso: la explosión había derrumbado una pared de 30 centímetros de espesor, provocando daños en las cañerías; una de las habitaciones estaba cubierta de un polvo blanco, los muebles estaban carbonizados y había varias prendas chamuscadas. El estallido fue de tal magnitud que había restos de polvo blanco en las otras habitaciones de la casa y hasta en la vereda.

Un policía que participó del procedimiento contó ayer ante el tribunal que había restos de droga en todos los ambientes de la casa: “A medida que íbamos caminando se veía una sustancia compacta de color blanca, estaba en el piso, en la pared, estaba en todas partes… era mucha cantidad, y era muy difícil no pisarla”, señaló Jorge Barroso.

Las pericias posteriores demostraron que la explosión se produjo porque en el lugar había productos químicos de los que se utilizaban para la producción de cocaína, que sumado al calor del lugar, generaron una conjunción de gases en el aire altamente inflamables. El polvo blanco resultó ser sulfato de cocaína y clorhidrato de cocaína, el primero es la pasta básica y el segundo es la droga ya lista para la comercialización.

Inclusive, el guía del perro adiestrado en la detección de narcóticos, Pablo Canteros, reconoció que se negó a que el animal caminara por la vereda e ingresara a la casa “para resguardarla” porque “había un olor muy fuerte”, que alguien le dijo que era “cocaína o ácido”, y “una sustancia compactada en la calle” que si el animal la consumía podía caer en una sobredosis.

Dos testigos y muchas dudas

Ayer, en la segunda audiencia del juicio oral y público, declararon los administradores de la casa donde funcionaba la cocina de droga. En realidad, de sus dichos surge que la joven Tamay se había instalado allí apenas un día antes, por recomendación de un conocido que la presentó como una estudiante que llegaba de Chajarí, y que ni siquiera alcanzaron a firmar el contrato de alquiler.

Tanto María Alejandra Cargniel, como su esposo, Manuel Centurión, refirieron que un conocido les hizo de intermediario para que alquilaran la casa a Tamay; que entregaron la llave un día viernes y que la explosión ocurrió en las primeras horas del domingo, es decir, dos días después. Ambos dijeron que ni siquiera llegaron a conocer a la joven e identificaron al intermediario como Diego Fernández.

El nombre de Fernández se escuchó con insistencia en la audiencia y su rol en esta historia quedó envuelto en un manto de sombras que tal vez puedan develarse el lunes, cuando se presente ante el tribunal.

Es que Centurión no fue convincente en sus explicaciones respecto de las respuestas que le dio Fernández tras la explosión: dijo que el hombre hizo las gestiones porque “tenía una aventura o una relación con la chica”, que le dio por adelantado los 1.000 pesos de alquiler del primer mes y que después de la explosión se comprometió a afrontar los gastos de las reparaciones. “Yo te voy a pagar los daños porque yo te alquilé”, dijo que le ofreció Fernández, pero que sólo recibió “2.000 o 3.000 pesos nomás”. En tanto, Cargniel apuntó que en el Juzgado Federal de Concepción del Uruguay, una persona a la que no identificó le sugirió “que hablara con el doctor Díaz Vélez”, en referencia al defensor de Benítez, aunque a éste nadie lo mencionó.

Quien sí reconoció a Benítez fue Eduardo Mayer, que realizó unas refacciones en la casa unos días antes de la explosión. El hombre cambió el portón de entrada a la antigua casona de calle Las Heras y Laprida y, según dijo, fue el imputado quien lo recibió las dos veces que tuvo que trabajar: el martes 22 de marzo, cuando instaló la estructura, y luego el sábado 26, previo a la explosión, e inclusive apuntó que ese día Benítez estaba dentro de la casa, aunque no pudo divisar si había alguien más. (El Diario)

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