Las ganancias que producen los atractivos turísticos de la ciudad, entre ellos los museos, los capta en su gran mayoría el sector privado. Hoteleros y gastronómicos, comerciantes, etc. captan cifras millonarias en cada fin de semana largo en la ciudad. Casualmente en Concordia, el dirigente de la asociación Hotelera Gastronómica, José Ostrosky, fue recientemente designado como funcionario de la secretaría de turismo, después de haber pasado por una dirección provincial dependiente del ministerio de turismo de la provincia. La incidencia de este sector activamente involucrado en la política turística de la ciudad y la provincia es innegable, al igual que el hecho que la prosperidad del rubro los favorece directamente a ellos, e indirectamente a sus trabajadores. Conocido es también por todos que el Estado recauda en impuestos un porcentaje de esas ganancias, y si hay evasión fiscal, debería ser allí donde se ponga la lupa para obtener los recursos que los museos necesitan, y no en la puerta de entrada a un sitio cuya razón de ser es brindar acceso al conocimiento de los ciudadanos.
Este proyecto, como otros anteriores que hemos discutido, da cuenta de una disociación entre el pueblo y sus representantes, de concejales que llegan a ese lugar de representación mediante el voto popular, al que acceden no por sus nombres personales, sino por integrar una lista que lleva un escudo, un número, y un compromiso. Pertenecen a un partido político o a un frente, y el elector espera que cuando desempeña sus funciones lo haga en el marco de ese proyecto.
Pero esta disociación no es nueva, y no tiene tanto que ver con la personalidad de cada edil, sino con una cuestión más simple, de lógica política. La metodología con la que se conforman las listas del partido gobernante. Los viejos militantes del partido justicialista cuentan con nostalgia, que “antes los concejales eran elegidos en las unidades básicas. Los vecinos ser reunían y elegían a sus dirigentes que después integrarían las listas”.
Si bien esta práctica se refiere solo a uno de los partidos con representación en el deliberante local, y a una práctica que hace mucho tiempo no se ejerce en el justicialismo, su lógica se presenta como la más democrática para este tipo de espacios de representación, pues, el vecino que llega a esa banca, tiene a todo un barrio dispuesto a reprocharle sus decisiones.
Muy distinto es el caso, de los que se apuntan a la lista “con una birome” en reuniones de “Mesa Chica”. Resultan después concejales que se deben a otros dirigentes o que a poco de llegar cambian de idea, y borran con el codo lo que ayer escribieron con la mano. Si no es así, que alguien explique en qué se asemeja esta medida a las tres ideas fundamentales de la doctrina peronista: “independencia económica, soberanía política, y justicia social”.
Es objeto de análisis la doctrina justicialista, porque fueron los ediles peronistas, los que propusieron esta ordenanza, más propia del Pro o la UCEDE que del proyecto nacional y popular al que adhieren de palabra.
A lo que acudimos, es a una realidad de culpas compartidas, por un lado, representantes que no representan a los sectores que dicen representar, y por el otro, representados que no ejercen sus derechos de ciudadanos. Las sesiones en el Concejo deliberante son públicas, justamente para que el pueblo sepa lo que se discute en las mismas y pueda peticionar ante sus representantes.
“El peor analfabeto es el analfabeto político: No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.(Bertolt Brecht)