Quintana indicó: “nosotros, en diciembre, tuvimos con el concejal Wdowiak (Marcos, Todo por Concordia), con Fleitas (Carlos, Director de Transportes) y con De Iriondo (Urbano, Director de Transito) y habíamos arreglado que nos dejaban pasar el color hasta abril”.
Si bien, los chóferes esperaban que De Iriondo o Fleitas lleguen hasta el municipio para acordar un postergamiento hasta abril de la definición del tema, el Directo de Transito ya les habría comunicado por teléfono que podían seguir circulando. “Nos reconoció que era verdad, que hasta abril podíamos seguir circulando, pero a nosotros no nos dejaron desinfectar, esa es la realidad”.
La exigencia del color blanco viene de la anterior gestión del intendente Cresto (95-99). “Al principio eran libres los colores y después se pidió un blanco y como es todo esto, se venía rasguñando, con una charla y otra charla, se fue estirando hasta ahora, que no nos dejaron desinfectar a todos los coches que no eran de color blanco”
Para Quintana, el estado mecánico de las unidades es un ítem más importante que el color de pintura exterior. “Estas unidades cumplen todos los requisitos, tanto el chofer como el auto, tienen todos los papeles en orden y pasaron la revisión técnica como corresponde. El único problema es el color”, dijo. En Concordia, estimaron los chóferes, hay no menos de 60 o 70 autos de diferentes colores circulando en la ciudad.
En abril, los chóferes iban a presentar un proyecto donde se trueca el color blanco por un acrílico identificatorio ubicado sobre el techo del auto. “Como tienen todas las ciudades de todo el país: Paraná, Mar del Plata, Colón, Concepción del Uruguay. El único lugar donde exigen un color determinado es acá, en Concordia”.
El chofer no encuentra explicaciones válidas a la exigencia del color blanco para los autos. “¿Porqué el blanco? Eso Habría que preguntarles a Cresto o a Dri. Porque se les antojó”, indicó.
Más adelante, expresó, “no hace al servicio, porque vos podés hacer hincapié en la parte técnica del auto: frenos, gomas, interior. Para prestarle el servicio al cliente, al turista o a quien sea. Pero el color no tiene nada que ver. Es una ridiculez porque te cuesta perder plata”
Para Quintana, la exigencia del color significa, “regalar el auto en vez de venderlo porque tenés que comprar en $ 2.000 o $ 3.000 cuando querés otro de color blanco acá. O plotearlo, pero le sacas el color. Nos dejan casi afuera del mercado del automotor y nosotros somos trabajadores del auto, nada más”.
Por último, Quintana expresó: “antes de que salga todo este revuelo, el ploteado, que es un plástico blanco que se pone sobre el color, valía $ 350. Hoy nos cuesta $ 700. Mirá la viveza, el doble. Pero te arruina la pintura cuando lo vayas a sacar”.