Causa del cura pedófilo: el fiscal pediría elevación a juicio de Ilarraz

Aunque vuelta la actividad en los tribunales, lo primero que ocurrió es la apelación a ese procesamiento por parte de la defensa del cura Ilarraz por parte de sus defensores, Juan Ángel Fornerón y Jorge Muñoz. Recién cuando ese procesamiento quede firme, el fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull hará el pedido de elevación a juicio oral y público de la causa de los abusos en el Seminario. 
De modo que la causa “Ilarraz Justo José s/Promoción a la corrupción agravada”: tiene dos frentes abiertos: el recurso extraordinario presentado ante el Superior Tribunal de Justicia (STJ), para que habilite el camino de la Corte Suprema de Justicia de la Nación respecto al rechazo de la prescripción dictado por la Cámara de Casación Penal; y la apelación al auto de procesamiento dictado por la jueza Firpo. 
En su resolución, la jueza se inclinó por la credibilidad del relato que formularon las siete víctimas, todos exestudiantes del Seminario, quienes declararon haber sido abusados por Ilarraz cuando estudiaban el secundario como pupilos, y el cura era prefecto de disciplina, entre 1985 y 1993. En su resolución, Firpo sostuvo que “la coherencia mantenida por las víctimas en los relatos de los hechos a través del tiempo y su comunicación a terceros –sin variaciones en lo esencial- desde antes, incluso, de la denuncia ante Karlic, permiten otorgar a estas versiones testimoniales un margen de credibilidad que aporta un peso extra de convicción que quiebra el equilibrio probatorio”. 

SUCIEDADES. Entre esas siete víctimas está P, quien relató en la Justicia de qué modo fue abusado por Ilarraz cuando tenía apenas 12 años, y también contó el flagelo de los adoctrinamientos de las víctimas que ejecutaba Ilarraz para vender su reticencia. “P, no basta con ser bueno, tenés que ser muy bueno”, le decía Ilarraz. Ser muy bueno para el cura suponía acceder a todos sus requerimientos. 
P salió de la Iglesia, rearmó su vida pero cargó por demasiados años con el dolor de los estragos que le produjeron aquellos abusos de Ilarraz. Y por eso ahora solamente espera que el cura vaya a juicio oral, y así, dice, “poner las cartas sobre la mesa. Es hora de la verdad, le cueste a quien le cueste. A nosotros, lo que nos duele profundamente es que haya sacerdotes, e incluso el obispo, que salgan a decir semejante barbaridad y semejante mentira de que nosotros queremos ensuciar a la Iglesia. Todo lo contrario. La Iglesia hace rato que está sucia y nadie la limpia”. 

—Se ha usado mucho esa frase: ensuciar a la Iglesia. Parece perverso. 
—Esa frase la dijo el padre Juan Diego (Escobar Gaviria, de la Cruzada del Espíritu Santo, discípulo del padre Ignacio, NdelR). Es vergonzoso. No sé si se le terminaron los oráculos a ese cura o qué. ¿Cómo va a tener ese tipo de expresiones? A mí no me entra en la cabeza que tenga expresiones de ese tipo, como decir también que nosotros denunciamos después de tanto tiempo. Eso es desconocer la subjetividad de las personas, desconocer el dolor, es desconocer la aflicción y la angustia que padecen las víctimas. Un hombre de Dios, como se dice de sí el padre Juan Diego, un hombre de Dios que cura, que desconozca lo más profundo del dolor, es totalmente vergonzoso. 
Dice que si es así, que hablaron después de tantísimos años, es solamente “porque nos ha callado el dolor”. 
Pero por eso, por todo eso, afirma P, “no nos creemos especiales ni nada por el estilo. Solamente queremos sanar nuestro dolor, nada más”. 
ALIVIOS. —En este caso, en el caso Ilarraz, las víctimas son puestas en un lugar en el que siempre deben dar testimonio de que son víctimas. Eso es un hecho curioso, por lo menos. 
—Ellos –se refiere sobre todo a la jerarquía católica de Paraná– no quieren perder. Primero, no quieren perder la credibilidad frente a la gente sencilla; segundo, no quieren perder los privilegios. Reconocerse que hicieron mal es perder eso, es perder privilegios, credibilidad y perder lo que a ellos les interesa, el poder sobre las conciencias. Entonces, yo creo que principalmente les duele esto. Frente a Dios y frente a la gente sencilla, tienen que reconocer que se han equivocado, y que están sucios. Y eso automáticamente le deviene en una pérdida de credibilidad, que ya la han perdido. Lo que pasa es que ellos tienen que sostener un discurso frente a la gente que los rodea todos los días. Pero lo lamentable para ellos es que se van a despertar algún día y van a ver que están solos. La mentira y el encubrimiento los va a dejar solos. 

—¿La Iglesia de Paraná no reconoce culpas propias en el caso Ilarraz? 
—A mí me sorprende la frialdad y la distancia que ponen estas personas al decir que no sabían nada, que no había ninguna denuncia. Esto, todo esto del caso Ilarraz, se sabía ya desde hace tiempo. Nadie puede decir que no lo sabía. Lo que pasa es que ellos se atajan en la formalidad. Y para ellos, la carta de un cura no es formalidad. Cuando las víctimas de Ilarraz fuimos a tocar el timbre del Arzobispado para presentar una denuncia, nos recibió un empleado administrativo. 
—¿Por qué tanto desdén frente al dolor? 
—Se creen de una clase superior, como que están a la altura del Dios que ellos proclaman, incluso más allá de la Justicia. Se creen capaces de decir y de hacer. Retan a las conciencias de las víctimas, retan a lo que sea. Realmente se han puesto en el lugar de Dios. Para mí, eso es lo más grave de todo, que no se ponen en el lugar de donde Dios realmente está, que es en el dolor de las víctimas. Me parece que se están equivocando. La pregunta es qué están escondiendo. ¿Están escondiendo complicidad? ¿Qué es lo que esconden que los compromete? 
—¿Qué les pasó a las víctimas después del fallo del procesamiento? 
—Desde el inicio de la causa, muchos apostaron a esconder y que esto prescriba. Y cada paso que se va dando en la Justicia es como que a ellos les va tirando abajo ese plan macabro. A nosotros, claro, cada vez que la Justicia falla a favor nuestro, nos da más esperanza. Nosotros crecemos en nuestra esperanza mientras a ellos se les desvanece el encubrimiento y la mentira. Yo creo que esto es un signo claro de Dios, si uno lo quiere mirar con fe. En el Dios que nosotros creemos, no en el que ellos proclaman. Nosotros, a partir de este fallo, no tenemos palabras para definir lo que sentimos: es un alivio. 

Las “negligencias” en el caso Moya 
El sacerdote José Dumoulin, párroco de Santa Rosa de Lima, de Villaguay, es una figura clave en la investigación que ahora tiene abierta la Justicia contra otro cura sindicado como abusador, Marcelino Moya, ahora suspendido como párroco de Seguí, por disposición de la Iglesia. Dumoulin disiente con la posición que primero exhibió la Iglesia Católica en el caso Moya, ya denunciado en la Justicia por dos víctimas. “Decir que esto es mediático es no querer darse cuenta, no querer asumir las responsabilidades. Para mí, y esto es un juicio muy personal, Puiggari sabía algo de esto. No sé si con tanto lujo de detalles, pero lo sabía. Por eso, digo que no me cierran las declaraciones que hace porque un mínimo de conocimiento seguro que tuvo. En su momento, a Maulión se le había presentado una carta, donde se le informaba de esa situación de Marcelino”, afirmó Dumoulin en declaraciones a EL DIARIO. 
Respecto de la denuncias de las víctimas, el sacerdote asevera que “tiene mucha coherencia el relato, no tiene espacios en blanco, no hay incoherencias”. Y lo que cuentan esas víctimas de Moya, sostiene, “viene a corroborar cosas que pensaban, que le hacían ruido a la gente en cuanto al comportamiento de Moya, en cuanto a actitudes o formas de proceder. La mayoría desconocía esta situación, pero les llamaba la atención cosas de su estilo. Como también muchos mencionan que él se fue medio en silencio. Es como que ahora con esto y con el paso del tiempo le van cerrando algunas cosas que en su momento le quedó a la comunidad sin cerrar”. 
A su juicio, “llama la atención la forma un tanto desmedida de la reacción de la Iglesia, al decir que se vio sorprendida por la denuncia sobre Moya”. Y agrega que “lamentablemente siempre se minimiza todo, aún cuando se trate de un delito. Lo primero que hace la Iglesia es tratar de ver cómo mover las piezas para que no hagan tanto ruido, o que no llamen tanto la atención. Lógicamente que estas cosas, a la corta y a la larga, algún efecto producen. Sinceramente espero que si hay otros datos de otras situaciones similares, que no esperen que salte a los medios para poder empezar a hacer una investigación”. 
No conforme con la actitud de la jerarquía católica ante el caso Moya, y también el caso Ilarraz, Dumoulin sostiene: “Me parece que hay que hacer un examen de conciencia hacia adentro de la Iglesia de Paraná respecto de la forma en que procedemos. Si había un dato, y no se hizo lo que correspondía, la responsabilidad no es del medio que publica el hecho, sino que es nuestra por no haber obrado como correspondía. La culpa no está afuera, sino adentro. La culpa no es de quien publica la información, sino que tenemos que ver si no nos equivocamos, si sabíamos y no hicimos nada. La responsabilidad es nuestra no del medio que publicó. Esto no es un ataque a la Iglesia, como se escucha, sino que es una cuestión que sale por negligencia nuestra”, publicó El Diario.

 

 

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