“Faltan pericias informáticas. Se pidieron informes de los teléfonos. Son pericias que llevan tiempo”, indicó. Los investigadores buscan indicios en las llamadas que recibió, previo a su muerte, Molina. Y en las señales de celular que se activaron en esa zona.
Como en la zona que sucedió el homicidio, el camino de ingreso a Estancia Grande, no hay muchas viviendas y, por ende, gente transitando. Por ello, si dan con alguna señal de celular puede ser un indicio que los lleve a los autores de la ejecución. “Podemos ver quienes anduvieron por esa zona. Algo nos puede llegar a surgir”, indicó. Pero es una tarea que no es sencilla dado que, a veces, cuando las antenas están saturadas de llamadas se activan otras.
Pero son pruebas que lleva mucho tiempo obtenerlas dado que no se realizan en Concordia. “Se manda todo a Paraná y algo a Buenos Aires”, dijo Costa.
Además, se realizan pericias de tipo balísticas: se secuestraron las vainas servidas y se están cotejando con los registros. “A ver si hay algún arma parecida registrada”, indicó el fiscal coordinador.
El 11 de diciembre pasado, al mediodía, en el camino de acceso a la localidad de Estancia Grande, llegaron dos personas en una moto, con casco a la vivienda de Molina. Estaba comiendo con su novia. En ese momento, Molina salió a ver que necesitaban. Uno le dice que tenía un encargo para él y ahí sacó la pistola. De inmediato comienzan los disparos que fueron una decena en total. Molina, propietario de Tabacalera del Litoral, salió corriendo, pero el homicida lo persiguió y lo remató en el suelo. “Según los testigos, la mujer, hablaban normal, como si fueran de acá”, dijo Costa. No obstante, se trata de una pista que no otorga demasiada certeza. Pueden ser de Concordia. “En principio sí pero tampoco es seguro”, indicó.
Los investigadores creen que la situación de Molina, quien estaba poco resguardado y más bien “regalado” -ya que no tenía un arma en la casa y vivía en una zona descampada- hace pensar que no estaba amenazado ni temía por su vida.
A la hora de buscar indicios que puedan llevar a dar con el paradero de los atacantes: solo se sabe que iban a bordo de una moto. Pero la mujer, la única testigo, no pudo ver que marca era porque una ligustrina le tapaba la visión. Tampoco había cámaras en la escena del crimen que puedan aportar alguna descripción pero los investigadores rastrearon algunos dispositivos más alejados. Costa indicó que, del cotejo de las imágenes, aunque si bien se ven muy de lejos, “algo hay”.