Tras relatar durante casi dos horas el recorrido que realizó junto a Lencina esa tarde y la forma en que se llevaron a la adolescente, por pedido del defensor Rubén Pagliotto, el tribunal ordenó desalojar a todo el público -y la prensa- para brindarle mayor tranquilidad al testigo. Sin embargo, pese a ser interrogado durante otra hora con la sala vacía, no se logró que agregara más datos sobre lo que ocurrió con Fernanda. “Es impenetrable”, fue el calificativo que utilizó Pagliotto al concluir la testimonial, y se vislumbró una sensación de decepción en las partes.
A las 13 ingresó a declarar su hermana Alejandra Casalino, conocida como La Choco, quien admitió que “si mi abuela (Esther Torres) supiera donde estaba la nena o qué habían hecho con ella, lo hubiera dicho”, y contó que un ex novio de Andrea Lencina -hermana de Miguel y fallecida un mes antes del secuestro- tenía un automóvil Ford Taunus verde con vidrios polarizados.
Luego, fue el turno de su padre, el policía Juan Luis Casalino, quien sorprendió manifestando que “he hecho una investigación personal. Me sentí acongojado por lo que había pasado. Fui para el lado del Chaco, pero con resultado negativo. Lo hice porque sigo pensando que está viva”. Delia Lencina se abstuvo de declarar por el parentesco que la une con los imputados. Luego también se presentó Cristian Torres, primo del fallecido Miguel Lencina, quien debía deponer el miércoles. Luego la defensa de Monzón solicitó una reconstrucción del hecho y que sean citados los ex jefes de la División Investigaciones de la Policía, Miguel Ángel Geuna y Carlos Catena, a lo que el tribunal responderá el lunes.
Casalino, quien ostenta un notorio parecido físico con Lencina, ratificó lo dicho en una anterior declaración y admitió haber acompañado a su tío al momento de raptar a Fernanda Aguirre aquel 25 de julio de 2004. También aceptó que la intención de Miguel era que el adolescente –por ese entonces de 13 años- debutara sexualmente. Sin embargo, el muchacho dijo desconocer qué pasó luego con la menor, ya que se opuso a la propuesta de su tío de violar a la pequeña y se retiró del lugar dejándolos solos.
El joven relató que aproximadamente a las 14 de ese domingo salió a caminar con una hermana, su tío Miguel Ángel y su esposa Mirta Cháves y especificó el recorrido que realizaron hasta llegar a San Benito. Contó que una vez allí, ingresaron al cementerio Parque de la Paz “a caminar” y que luego Lencina les ordenó a las mujeres del grupo que retornaran al domicilio. Dijo que antes de separarse, Cháves le entregó 10 pesos pero no supo precisar con qué fines, aunque en este punto admitió que la intención de Miguel Ángel era que el chico debutara sexualmente. No dio más detalles sobre esto.
Sostuvo que su tío “intentó robar una florería”, pero él se lo impidió y que Lencina llevaba un revolver “calibre 22 dentro del pantalón, colgada en la cintura”. Estimó que estaba cargada y contó haber visto a Cháves manipular el arma poco antes.
“En un momento de la tarde pasó la chica y Miguel le dijo chau, pero ella no contestó nada y él me dijo A ésta me la manoteo. Ya vas a ver lo que le pasa a esa creída”. Así contó el adolescente el momento en que Fernanda Aguirre pasó por la esquina del cementerio en dirección a la florería de su madre y se encontró con los dos hombres. También sostuvo que su tío había intentado asaltar a otra mujer momentos antes para robarle la cartera, pero no lo había conseguido. Consultado sobre la presencia de un auto verde con una calavera en la parte trasera, negó haber visto vehículos en la zona en ese momento.
Aseveró que al volver la niña, Lencina “la agarró por el cuello y la hizo cruzar por el alambrado en dirección al campo”. “La manoteó, cruzó el alambrado y le decía que caminara apuntándole con el arma”, reafirmó el joven, quien agregó que la adolescente llevaba flores en sus manos. A ese detalle, acotó que no recordaba la cantidad pero que “era poquitas”, que creía que eran “rojas y blancas” y que “las soltó” en el momento en que Lencina la tomó por el cuello.
Posteriormente, señaló que Miguel Lencina sentó a la pequeña “debajo de un árbol” y le preguntó “si quería estar con ella”, a lo que el joven se negó. Cuando Chemes le preguntó a qué se refería, el muchacho dudó la respuesta, y el presidente del Tribunal fue más directo: “¿Le preguntó si quería violar a la nena?”. A ello, contestó afirmativamente.
Cuando el joven se negó a abusar de la pequeña y a quedarse en el lugar, Lencina le entregó el dinero que le había facilitado su esposa y le ordenó: “Devolvéselo a la loca”, en referencia a Cháves, por lo que Nazareno emprendió el camino de regreso hacia su casa. Aseveró que Fernanda “le pedía que la suelte” y admitió que “le dio miedo” que pasara “algo malo” ya que pensó “que la iba a matar porque la apuntaba con el arma”. Aunque dijo que ya de regreso se dio vuelta “para ver qué hacían”, aclaró que no pudo observar nada más y no escuchó disparos ni gritos de la pequeña.
También contó que su tío le advirtió que “iba a pedir rescate y la soltaba”, y que le preguntó a la nena si sus padres poseían dinero, a lo cual Fernanda “le contestó que su padre trabajaba”. Sin embargo, los magistrados le marcaron que en su anterior declaración había dicho que la pequeña le gritaba a Lencina “que la soltara que su padre estaba desocupado”.
El joven Casalino también aceptó haber mentido en la declaración en que acusó a Cristian Torres y un hombre de apellido Cabrera, apodado Pelado, y dijo que esos dichos fueron un pedido de su abuela, Esther Torres, para que “Miguel no quedara pegado solo”.
Negó haber escuchado en su casa sobre el destino de Fernanda y negó saber si Miguel Lencina abusó de ella o la mató. Como apelando a un sentimiento de piedad del chico, el abogado querellante, Julio Federik, le recordó que a Fernanda “se la buscó mucho” y le preguntó puntualmente: “¿No nos podés ayudar?”. Ante esto, el muchacho respondió: “Sé hasta el lugar donde la llevó y nada más”.
Desalojo y silencio
Al momento de contestar las preguntas de la querella, Nazareno sostuvo que solía “acompañar a su hermana Choco al cementerio” donde trabajaba de prostituta y mencionó a dos hombres que trabajan allí como clientes.
También dijo que la primera persona a quien le contó lo ocurrido el domingo 25 de julio fue su abuela, Esther Torres, quien le dijo que “debía contar lo que sabía a la Policía” y lo acompañó a “hablar con Cattena”, por entonces jefe de la División Investigaciones de la Policía provincial.
El defensor de Monzón, Rubén Pagliotto, comenzó un interrogatorio más profundo producto del cual el chico admitió haber mentido en su declaración anterior, y el abogado le pidió que se tranquilizara y que diga la verdad “con absoluta libertad”. En un intento por distenderlo, le recordó que estaba frente al tribunal, los abogados y la prensa, e insistentemente le solicitó: “Decí la verdad, esto es importante porque acá se trata de la vida de una nena”.
Como el muchacho permanecía en silencio, el defensor le preguntó si necesitaba estar solo para tener más tranquilidad, y si bien en principio se negó, el tribunal accedió a desalojar la sala. La primera en retirarse –incluso antes que el tribunal lo decidiera- fue la mamá de Fernanda, María Inés Cabrol, y el resto de los presentes imitó su gesto.
Pese a declarar durante una hora más con la sala vacía, el muchacho no agregó nada a lo que ya había dicho, y los rostros de los abogados al salir del recinto reflejaron cierta decepción, dado que la expectativa estaba centrada en que el chico se quebrara y brindara más detalles de lo sucedido con la menor. “Es impenetrable”, fue la frase con que Pagliotto describió al joven, al contar que pese a los fuertes cuestionamientos que se le realizaron, Nazareno Casalino se mantuvo firme en sus dichos.