A un año de la muerte de su hijo, bajo extrañas circunstancias, dado que se habría suicidado pegándose dos tiros en la cabeza con un arma de guerra, un FaL (Fusil Automático Liviano), Susana Moreyra Arias habló con DIARIOJUNIO y aseguró que la investigación sigue en curso y que la hipótesis del homicidio continúa vigente; es más, off de record, se animó a dar el nombre de quién considera habría sido el autor material de la muerte de su hijo la noche del jueves 12 de diciembre de 2019, y de los militares que habrían participado de un supuesto encubrimiento.
“Voy a llegar a la verdad, así me lleve la vida. Mi hijo tiene dos balas en la cabeza… y no son de FAL… Él estaba feliz, pensaba juntarse con su novia y cumplía años el 8 de enero. Esa noche lo pusieron por primera vez en el puesto 4 de la guardia, en el confín del regimiento, un lugar de arboledas y matorrales, cuando siempre, siempre le tocaba en el puesto 1”, expresó a este medio Susana Moreyra, a poco de haberse cumplido un año del fallecimiento de su hijo, el cabo José David Arias Moreyra.
Si bien los primeros indicios de la muerte de Arias, según la fugaz actuación de la fiscal María José Fonseca -cuestionada tanto por la madre de Arias como por los distintos abogados querellantes que tomaron la causa- indicarían que fue un suicidio, detrás de la tragedia se asoma también un trasfondo de corrupción, encubrimientos y acoso. Por lo que, homicido o suicidio, la tragedia del cabo Arias está envuelta en un manto de penumbras y sospechas.
Hoy la causa se tramita en la Justicia Federal de Concepción del Uruguay, y la caratula sigue como «NN a determinar», por lo que se trata a priori de una muerte dudosa, ni suicidio ni homicidio, pero se ha visto frenada cuando la ex abogada de la madre del cabo Arias, María Isabel Cacciopoli, fue designada como Jueza Federal. Por lo que ahora se está evaluando cuál será el equipo de abogados que continuarán con la querella.
En tanto, según anticiparon a DIARIOJUNIO fuentes judiciales, las pruebas para la causa se siguen produciendo y se está a punto de fijar las testimoniales en Concordia.
Por su parte, la ex abogada querellante, Caccioppoli, había confirmado a DIARIOJUNIO, en el mes de julio pasado que se trabajaba en la hipótesis del homicidio. También había adelantado que se solicitaron nuevas medidas de pruebas y remarcó que “el Ejército debería hacer una investigación interna como corresponde”. Señaló sus sospechas luego de que, a partir de las denuncias de robos dentro del establecimiento militar pocos meses antes de la muerte del Soldado Arias, cuatro soldados hayan pedido la baja el mismo día y por las mismas causas y que no le haya llamado la atención a las autoridades militares. “Vi los legajos de los soldados que fueron expulsados y es una vergüenza lo que hicieron. Son totalmente cuestionables. Todos tienen calcada la misma resolución. Todos juntos pidieron la baja el mismo día y todos coinciden con el mismo efecto de la baja, que era porque habían conseguido otros trabajos, los cuatro iguales. A cualquier jefe le tendría que llamar mucho la atención. Eso está en los legajos, que fueron secuestrados y están en la fiscalía de Concepción del Uruguay.” Además, sobre las actuaciones de la justicia local dijo que “estuvieron tres meses para declararse incompetentes y remitir la causa al juzgado Federal como correspondía desde un principio.”
La muerte del Cabo Arias
Como se informó por este medio, el cabo José Arias trabajaba en la sección Intendencia que es la que, dentro del regimiento, maneja la comida, la ropa, los viáticos y combustibles. Arias se ocupaba, en particular, del control de los combustibles. Esa sección, que depende de Logística, estaba a cargo del entonces capitán Gustavo Zenturión. En tanto que el Jefe del Escuadrón de Comandos y Servicios era el teniente primero José Carlos Ferreyra.
Tiempo después de la muerte de Arias, soldados se contactaron con DIARIOJUNIO para dar testimonio sobre los sucesos previos durante los últimos días de la vida del cabo y cuestiones espurias que estarían pasando dentro del lugar.
Lo que habría desencadenado la muerte de Arias empieza cuando unos soldados intentaron vender por la red social Facebook donaciones hechas con destino a los inundados y que la Secretaría de Acción Social de la municipalidad guardaba en un galpón prestado por el Ejército. Cuando el hecho tomó conocimiento público, personas comenzaron a denunciar que las cosas ofrecidas en venta eran robadas, y la información llegó a la municipalidad, para tapar el escándalo el hilo se cortó por lo más fino: 4 soldados fueron obligados a pedir la baja voluntaria en la misma semana. Un hecho por demás curioso y poco frecuente.
Jorge Arias Moreyra convivía en ese momento con uno de los voluntarios que habría sido presionado a renunciar o de lo contrario sería – como también lo harían con sus pares- denunciado en la justicia ordinaria como uno de los responsables de los hurtos de elementos e indumentaria.
Los testigos que hablaron en oportunidad con este medio contaron que “todo arranca después de la última inundación. La Municipalidad de Concordia se puso a guardar las donaciones por las inundaciones en un galpón, sin autorización ni conocimiento del regimiento de Paraná, ni el Estado Mayor Conjunto, ni nadie. Un arreglo de palabra nomás con los jefes de Concordia. Este Ferreyra estaba encargado del galpón donde se guardaba todo esto y, cada vez que iban de la Municipalidad a buscar algo, el teniente Ferreyra, que era el único que tenía llave de los candados con que cerraban el galpón se sacaba algo para él: Desde termos, cocina, horno, ropas, etc. Cada vez que iba la Municipalidad, él después hacía que los soldaditos limpiaran y ordenaran todo. Sacaba cosas para él y les regalaba algo a los voluntarios. Algunos de estos muchachos empezaron a ofrecer estas cosas a través de Facebook. Cuando se descubre el robo, obligan a todos esos voluntarios a firmar la baja. Ahí recién tomó conocimiento el regimiento de Paraná. Mandan a investigar a ver qué era lo que pasaba. Llega un Auditor Doctor Gobernatore. En una de las indagaciones salta el nombre de Arias. También le toman indagatoria a él y le preguntan cómo fue. Arias responde que no pasó durante sus guardias –por lo que queda exento- y menciona que el jefe durante esas guardias era Ferreyra.”
A raíz de esa declaración la investigación interna del Estado Mayor en Paraná habría apuntado hacia los superiores: Al ex Jefe del regimiento, el Teniente Coronel Pablo Antuña; al Capitán Gustavo Zenturión y al Teniente primero José Carlos Ferreyra. “A partir de ese momento es que este Ferreyra empieza a volver loco al Cabo Arias, porque se le viene la investigación encima, le cortan el ascenso y empiezan los traslados», contaron las fuentes.
Por otro lado, confiaron que “al Tito (como lo apodan al capitán anterior, Gustavo Zenturión) nunca le cerraban los números porque se malversaba el combustible. Y lo hostigaba y lo “meaba”. Lo hacía trabajar hasta la noche bien tarde. El Tito se encerraba con él (en referencia al Cabo Arias) cuando tenía que acomodar los libros por temas de combustible o Casino de Soldados. Arias dibujaba a orden de ese capitán. Al pibe lo obligaban a modificar papeles para justificar las cosas sucias. Arias era de perfil bajo. Se dejaba cagar a pedos por boludeces. Cosa que no le favoreció porque Ferreyra es un tipo al que le gusta hostigar -no sabía plantarse como hacemos otros- y Zenturión le hacía hacer la documentación una y otra vez porque no le cerraban los números: cada litro que se entrega se tiene que justificar… Sabemos que el capitán y otros oficiales cargaban combustibles en sus autos particulares cuando viajaban para hacer saltos hípicos. Ese combustible que se malversaba se tenía que justificar de alguna manera en los vehículos militares. Entonces inventaban un requerimiento de combustible para un camión que no se había usado. Es decir, que comprometían no sólo al cabo Arias sino también a los encargados de cada vehículo. Nadie se niega por miedo a que después lo califiquen mal. Cosas así”, fue la versión en la que coincidieron los testimonios obtenidos en su momento.
Arias estaría entre la espada y la pared: Un cómplice por “obediencia debida” y bajo el asedio y hostigamiento de algunos de sus superiores.
“El tema es que obligan a pibes como este que se suicidó a transcribir cosas que no pasan. Este pibe estaba en la parte de Intendencia -era un auxiliar- que se encarga de la comida y los combustibles. Este pibe tenía que anotar en los libros el combustible que se usaba en cada camión, en cada jeep, y nada que ver. El Capitán Zenturión era el encargado de las finanzas. En tanto, el teniente Ferreyra se encargaba de escarmentar a los soldados para que hicieran mucho de ese trabajo sucio”, habían explicado a este medio.
La muerte de Arias se dio 4 días antes del traspaso de mando del jefe de Unidad, del teniente coronel Pablo Antuña al actual jefe, el teniente coronel Humberto Trinchieri. Antuña dejaría de ser la máxima autoridad el lunes 16 de diciembre de 2019 y seguiría su carrera en la Escuela de Suboficiales de Campo de Mayo en Buenos Aires.
Durante los días posteriores, también le dieron el pase al regimiento de Paraná, en la base de Apoyo Logístico, al Capitán Gustavo (Tito) Zenturión, donde seguiría cumpliendo funciones.
Por su parte, el entonces teniente primero, José Carlos Ferreyra, siguió por un tiempo más en el regimiento, pero después de la tragedia de Arias y luego de que otro soldado intentara ahorcarse con una sábana dentro del alojamiento de soldados, en apariencia, después de haber sido sancionado y hostigado también por Ferreyra, a este lo sacaron de su función como jefe del Escuadrón de Servicios y lo reubicaron en la oficina de Personal. Meses después fue ascendido a capitán y la semana pasada fue trasladado con destino al regimiento de Villaguay.