Caso Balbuena: un policía desbarató la versión de los acusados

Cazzati estaba de guardia la noche del 11 de abril de 2003. Cazzatti, quien cumplía un turno de 24 hs. (ingresó a las ocho de la mañana de ese viernes 11 de julio) indicó a las camaristas que, si bien dormitaba durante las noches por tener permiso especial, no le constaba el ingreso de detenidos en la comisaría 4º. “No me consta, no lo ví”, respondió a la querella cuando se le preguntó si vió el ingreso de Balbuena, Morales y Rodríguez o la pelea que habrían protagonizado los acusados, según lo manifestaron en la audiencia de ayer. Si bien estaba semidormido, aseguró que se despertaba de inmediato ante cualquier sobresalto.
Cazzatti era el encargado de llevar el libro de guardia. No asentó el ingreso de ninguna de las víctimas, aunque indicó que sólo escribía a petición del jefe de guardia. Esta falta de atención a las reglas le valió un llamado de atención de Larrarte. “Es una vergüenza, hace muy mal su trabajo y me voy a comunicar con sus superiores”, le espetó el fiscal.
El testimonio de Cazzatti echó por tierra los testimonios de Horacio Fabián Almirón, chofer del móvil 353, y de Máximo Adriano Larrosa, sargento a cargo del mismo patrullero. Ambos, esta mañana, declararon que estaban de guardia esa noche en un sector de la zona céntrica, cuando debieron acudir a la esquina de Nogoyá y 140 para trasladar a dos detenidos, Morales y Rodríguez. Según los policías, estos no tenían signos de haber sido golpeados. Luego señalaron que los dejaron en la comisaría 4º.
Al llegar a la comisaría, indicaron que a los detenidos los recibió el oficial Miguel Giménez, uno de los acusados. Pero también señalaron que Cazzatti estaba en la cocina y los vió al llegar. En cambio, Cazzati indicó que desde la cocina no se ve a quienes ingresan por el garage de la 4º (el lugar por donde ingresaron supuestamente los detenidos).
No sólo no vió el ingreso de los detenidos sino que tampoco escuchó gritos o golpes ni le consta que se haya producido una pelea en el interior de la comisaría, desbaratando la versión de los acusados, quienes señalan que las víctimas se pelearon entre sí y luego intentaron atacar Leiva y Giménez. Cazzatti tampoco observó que los policías acusados se hayan alcoholizado en el interior de la comisaría, tal como lo alegaron ayer.
También declaró el operador del Comando Radioeléctrico, Antonio Prado. El testimonio de Prado es fundamental, porque tanto Larrosa como Almirón señalaron que desde la Jefatura les solicitaron que acudieran a Nogoyá y 140. En cambio, Prado indicó que recibió el llamado del móvil Nº 300 (perteneciente a la 4º) pero aseguró que decidió pedirle al oficial a cargo, apellidado Querencio, que se hiciera cargo de la situación. Prado aseguró que no tuvo comunicación con el móvil 353 ni sabe o escuchó que Querencio le haya pedido al patrullero que se traslade a Nogoyá y 140.
Además, a la fiscalía le llamó la atención que en el libro de guardia del radioperador se haya inscripto el pedido de búsqueda de una moto Daelim, que alegan las acusados, una hora y media después de haber sido efectuado el llamado, con una minuciosidad curiosa. “Como puede ser que usted se acuerde una hora y media más tarde de un llamado inscribiendo el Nº de motor y de chasis. Tiene que haberlo anotado en algún lado”, dijo el Dr. Carlos Larrarte. Prado no recordaba si lo había escrito o no.
Des vecinos que viven a 150 mts. del puente sobre el arroyo Ayuí, Ramona Santa Villalba Miño y Roberto Miño, recordaron haber auxiliado a Fabián Alem, la primera víctima, luego de que este fuese arrojado a agua cerca de la 3 de la mañana. “Escuchamos golpes, como cuando se le pega a un caballo y después un ruido en el agua, como cuando un animal cae al agua”.
Alem llegó minutos después a la vivienda, desnudo, cojeando, con el pantalón en la mano y pidiendo auxilio. Tenía un pie “negro, machucado, morado”, según la mujer. Luego de haberle brindado atención en la cocina, vistiendolo y recostandolo en un lugar, Roberto Miño escuchó, cerca de las siete de la mañana, el sonido de un Ford Falcon que pasó a toda velocidad y se detuvo en el puente. En ese momento, no se vía nada por la niebla. Miño no se atrevió a ir a ver que pasaba, “me faltó coraje, tenía miedo que algo me pase”.
Escuchaba ruidos raros, como el crujido de ramas al quebrarse y conversaciones, gente que se quejaba. Cerca de las siete de la mañana, Miño se fue a trabajar. Al atravesar el puente, observó un “muchacho mojado que gateaba”. El muchacho le pidió ayuda pero Miño le aseguró que debía ir a trabajar y aceleró el paso. En cambio, la mujer de Miño los vió, “estaban descalzos, todos lastimados, parecían bichos, estaban irreconocibles, arrastrándose en la orilla”. Ambos testigos aseguran que los muchachos (“bultos que se movían”) despedían un vapor en el agua, producto de las bajas temperaturas, ya que esa fue la noche más fría del año.

“Se avizora la condena”

El abogado del padre de Víctor Balbuena, Martín Jáuregui, aseguró al terminar el 2º día de audiencias que “la hipótesis por la cual se eleva a juicio se ve ampliamente confirmada, se está consolidando probatoriamente, ha quedado desvirtuada en la jornada de ayer la verosimilitud de la estrategia defensiva desde el momento que la actividad de la querella posibilitó hacer un contraste evidente entre la imposibilidad física de resistirse de las víctimas”.
La versión de la defensa, de haber protagonizado una pelea, para Jáuregui es “inverosímil”. “En el debate de hoy se sigue ahondando la efectiva participación del móvil 300, han quedado importantes dudas en esta audiencia respecto del móvil de apoyo en los términos que relatan los efectivos policiales”, agregó.
La participación del móvil 353, para Jáuregui es secundaria. “No altera el relato de las víctimas y los sufrimientos y padecimientos que han padecido. Son posicionamientos que van haciendo los efectivos policiales para mejorar su situación pero a mi modo de ver las cosas, no van a alterar la eventual condena que se avizora”, señaló el abogado querellante.
En cuanto a las pruebas, Jáuregui señaló que la más “contundente” es la prueba de ADN, “que se ha visto corroborada por la propia admisión de los efectivos policiales que dicen haberlos puesto en el móvil 300 a las víctimas. Me parece que marchamos sin inconvenientes a un fallo condenatorio donde habrá que dilucidar la responsabilidad de cada uno de ellos”.
“Queda más que claro que el servicio de seguridad del Estado era vergonzoso, indefendible, las irregularidades, abusos, falta de respeto y el desconocimiento a los reglamentos que pone al desnudo una etapa oscura de la policía de la provincia que ha dejado muchos muertos, heridos y mutilados. Tiene que ser este un punto de inflexión para que no tengamos que pasar una muerte injusta y aberrante como la que tuvo que pasar Balbuena”, agregó.
Para mañana quedan más testimonios y luego los alegatos. “Hemos agregado un par de elementos probatorios en esta etapa, vienen los alegatos y la configuración delictiva que vamos a tener que encuadrar las partes”. La lectura de la sentencia probablemente sea la semana próxima.

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