Caso Balbuena: el forense describió la saña con que fue golpeada la víctima

Gesualdi descartó que el golpe que le produjo una fractura con hundimiento del cráneo haya sido un golpe de puño, excepto que el agresor hubiese utilizado una manopla y que tenga una fuerza “descomunal”. Más bien se vio inclinado a suscribir la hipótesis del abogado querellante, Dr. Martín Jáuregui, quien le preguntó si Balbuena podría haber sido golpeado con un bastón policial. Para el forense, Balbuena fue golpeado desde atrás y posiblemente el golpe fue de arriba hacia abajo, y para graficarle a las jueces inclinaba ambos brazos hacia delante y abajo, como alguien que empuña un palo.
El dato que impactó a los presentes en la sala de audiencias fue que Balbuena fue arrojado al agua con vida. “Cayó vivo, quizás no muy conciente, ni lúcido por la fractura en el cráneo, pero pasivamente no puede ingresar tanta cantidad de agua, con la intensidad que fue hallado plancton en la médula ósea”. Otro dato que aportó el forense es que la sangre del joven era de color “rosado”, señal que se había mezclado con agua.
También descartó que Balbuena se haya podido golpear contra la baranda del puente sobre el arroyo Ayuí, porque cuando hizo una inspección in situ no encontró ningún borde saliente. Luego se señaló un punto detrás de la oreja, lugar donde encontró el hundimiento circular.
Otro dato importante fue que el forense halló en el cráneo de Balbuena esquirlas óseas. Por lo tanto, el golpe fue propinado con una violencia extrema. De lo contrario, hubiese hallado una fractura “estrellada”. Mientras Gesualdi revelaba los resultados de la autopsia, Marcela Aragón, la hermana de Víctor Balbuena, sentada entre el público asistente, con los ojos rojizos, lloraba en silencio al escuchar los detalles que presentaba el cuerpo de su hermano.
Gesualdi también reveló que llamó su atención la gran cantidad de sangre esparcida en las barandas del puente y en las riberas del arroyo, como si los jóvenes hubiesen sido golpeados con dureza antes del ser arrojados al agua.
Por otra parte, el médico analizó las lesiones que presentaban los jóvenes Fabián Alem, Horacio Rodríguez y Claudio Morales y las comparó con el síndrome denominado “pie de trinchera”. Los pies de los jóvenes tenían una “coloración azul intensivo, le faltaba movilidad, dolor intenso”, debido a que fueron sometidos a “hipotermia extrema”.
Otro dato aportado a la causa fue el examen médico realizado al suboficial José Darío Leiva, uno de los policías involucrados. Leiva aseguró haberse trabado en lucha con Rodríguez, un joven que apenas supera los 50 kg. de peso y 1,60 de altura. Pero el examen sólo reveló una herida correctamente suturada en forma de L en su rostro con más de seis meses de antigüedad, sin más precisiones.

Los jefes de la 4º, ausentes

Otros testigos que declararon en la jornada de hoy fueron los policías Juan Alberto Vilchez y Hugo Ramón Tiguá. Vilchez era el jefe de la comisaría 4º la noche en que sucedió el hecho. Al respecto, señaló que ese viernes se retiró temprano, cerca de las 20:30 hs. En su testimonio, aseguró que no vió al móvil 300 (donde fueron levantados los jóvenes) al retirarse de la comisaría; que debían quedar de guardia Giménez, Hugo Cazzati, Barrios y González; pero solo divisó a Cazzatti y al subjefe en ese momento, Tiguá.
Vilchez se enteró de lo hechos el domingo, cuando la Justicia pidió que se secuestre el patrullero. No supo de ningún detenido ni tampoco vió la máquina de cortar pasto que habría sido sustraída por los jóvenes, según atestiguaron los policías. Finalmente, tuvo que explicar algunos cuestiones de procedimiento, como la confección de actas sobre robos o en qué casos se deben asentar en el libro de guardia el ingreso de detenidos.
Tiguá, por su parte, aseguró que se quedó en la 4º hasta cerca de las 23:00 hs. Si bien en el libro de actas figura que se fue cerca de las 3 de la mañana del sábado, aseguró que ese dato es una anomalía y que va a ser sumariado el responsable del mismo. Según el subjefe, quedaron en la seccional Cazzati, Barrios y Giménez. No recuerda si el patrullero hizo alguna detención momentos antes de que se retire. En cambio, recuerda que vió una máquina de cortar pasto y algunos filtros al otro día, pero no supo como llegaron ni quien los trajo. Tampoco le consta que hayan sido alojados como detenidos Morales, Rodríguez y Balbuena.
También declaró un testigo que auxilió a Morales y Rodríguez, Emilio Negri, quien tiene una bodega cerca del puente a la que concurre a trabajar en forma diaria. Negri recordó que esa mañana, dos jóvenes se “abalanzaron” sobre el auto pidiendo socorro. Sorprendido por esa irrupción, Negri decidió ir hasta la comisaría 5º, donde retornó con un policía a bordo del vehículo. Ya en el lugar, vió a los jóvenes “mojados, embarrados, desgreñados, temblando, balbuceando, con rastros de sangre, sin poder articular palabra”. Luego fue hasta la bodega, trajo café, los ayudó a tomarlo y esperó la ambulancia en la que fueron trasladados.
También concurrió a declarar la madre de Balbuena, Yolanda Aragón, pero no pudo pronunciar palabra porque se “quebró” frente a las juezas y, sollozando, sólo atinó a pedir que “se haga justicia”. Hoy finalizaron las testimoniales y mañana será la última jornada, con la lectura de los alegatos.

Entradas relacionadas