Edgardo, un vecino de calle Buenos Aires entre Lamadrid y las vías, dijo que encontró un “total desastre” en su vivienda. “No parece de material, parece de barro”, señaló. De la parte trasera de la casa viene el zumbido de una hidrolavadora. “Todas las paredes estaban totalmente cubiertas de barro”, expresó. El río entró a una altura cercana al techo, el cual quedó a unos 40 centímetros de la superficie del agua.
El vecino recuerda que en la inundación de 1959, su padre llevaba a los empleados al Frigorífico Cap Yuquerí en una lancha que cruzaba por calle Lamadrid y pasaba por encima del muro del club Libertad y de ahí salía al río. Esta creciente no llegó a esa altura pero estuvo cerca y “fue mucho más mugrienta”, acotó.
“Es mucho barro y tenés que ir despacio. Si te apurás, tenés que empezar de vuelta con todas las partes que te quedaron. O sea que haces dos veces el trabajo”, mencionó. La casa está vacía y Edgardo aún no sabe que muebles aún conserva. “Algunas cosas que se llevaron de acá se que están en un galpón”, sostuvo. Perdió colchones, una mesa, cubiertos; entre otros elementos. “Vamos a ver, si conseguimos alguna ayuda”, dijo.
Respecto de la higiene, el vecino admitió que no había tantos mosquitos como en realidad esperaba. “Enseguida pasaron desinfestando. A medida que bajaba el agua, la municipalidad venía a desinfectar todo”, recalcó.
Miguel, un hombre que vive en una de las casas ubicadas en calle Buenos Aires a un centenar de metros de la Costanera, indicó perdió un “montón de cosas” debido a que se confió en que el agua no iba a superar los 14 metros. “Vinieron a avisar a las 12 de la noche cuando llegaba a 14. No tuvieron tiempo de hacer nada; antes de las cinco de la mañana estábamos con agua”
“Subimos cosas arriba, pusimos en estantes y eso se perdió todo”, indicó. Pudo rescatar una cama, un ropero y una tv. “Y dejé cosas que pude acomodar arriba”. Pero no llevó una cocina, una garrafa, una heladera chica, mesa de luz, cuadros, entre otros elementos y esos bienes se perdieron en la creciente. “Creo que eso no lo recuperás más. No creo que te den un subsidio y ni se habla todavía. Y si te dan… ¿Cuánto vale una heladera? ¿una cama? Un colchón te pueden dar porque lo sacás a crédito pero ¿y lo demás?”, se preguntó. “Hay gente que ha perdido todo. Acá había el otro día una muralla de muebles. Vinieron cinco camiones y se llevaron todo”, dijo señalando la calle.
“A mí me tapó el agua”, dijo en referencia a la vivienda que habita. “Llegó al techo, hasta el cielorraso y eso hay que tirar todo. No se pudrió pero no sirve más porque se despega y se abre”, indicó. De la misma forma, sostuvo que no se sabe lo que puede haber quedado. “Hay gente que ha encontrado víboras”, mencionó.
Para Miguel, es “mentira” que el río haya llegado a los 15,86 metros. “Estuvo a 18. Yo hace varios años que estoy acá y sabemos cuando hay una creciente que nunca dicen la verdad”, explicó. Asimismo recalcó que hay muchos mosquitos en la zona. “Acá no echaron nada, un poco de agua con lavandina para desinfestar las paredes. Acá no se puede estar de mosquitos. Yo los corro con el humo”, dijo señalando las cenizas todavía humeantes de un fuego en el patio. Además lo hizo para tener un poco de luz de noche dado que no hay energía eléctrica en la cuadra ni alumbrado público. “Tendrían que fumigar pero no echar agua, ¡que fumiguen!”, dijo en un tono imperativo.
Por calle Lamadrid, hay cúmulos de basura dispuestas en la calle. Gerardo, vecino de esa calle entre Buenos Aires y Roque Sáenz Peña, dijo que quienes viven allí están acostumbrados a atravesar ese tipo de contingencias climáticas. Pero, al mismo tiempo, indicó que la creciente fue “devastadora”. No sólo por la altura sino que fueron tomados por sorpresa.
“CTM cambió un parte de 24 horas que habían largado a las 15 del 22 (de diciembre) que teóricamente tenía validez hasta las 15 del 23 y resulta que a las seis o siete horas cambió todo el panorama”, dijo. En ese momento, el río no iba a superar los 14,60 metros. El río estaba cerca de la esquina de Roque Sáenz Peña y Lamadrid, 20 metros al este. Cerca de la medianoche, se enteran que iba a pasar los 15 metros. “A las 00:30 salí de esta casa con el agua en la rodilla”.
Al recordar ese día, Gerardo se indigna dado que: “la mejor forma que encontraron los bomberos de avisar a la gente fue por un mensaje por Facebook cuando se sabe que en las zonas inundadas y próximas a inundarse estamos sin luz”. “Una vecina que tenía luz en la otra cuadra vino a avisar que los bomberos avisaban por Facebook… ¡¿por Facebook?!.Llamé y tuve una discusión con un bombero voluntario y le manifesté que esa no era la forma de manejarse en una emergencia”, indicó. Le pidió que salgan casa por casa junto a la Policía y Prefectura. “Después lo hicieron porque vimos patrulleros avisando”, recordó.
En la pila de deshechos que clocó frente a su casa hay un lavarropas, un secarropas, un ventilador de pie, una estufa giratoria con velas eléctricas, entre otros elementos. “Si uno recorría los lugares donde se iban sacando las cosas en los primeros días en que se fue el agua, daba la impresión de una ciudad bombardeada porque eran escombros y montañas de cosas”, graficó.
Pero lo peor no son los elementos perdidos sino los daños en las viviendas. “El agua se mantuvo muchos días en las casas a la misma altura. Mantenerse 15 o 16 días con el agua cerca del techo a la casa la devasta, la destruye. Hablamos de instalación eléctrica. Y al ser verano y haber temperaturas importantes, el agua dentro de la cas sufre una evaporación y es una humedad permanente y constante hacia arriba hacia el cielorraso. Ni hablar a la casa que le tocó el techo, los tirantes se empiezan a doblar cuando se secan; los tirantes se debilitan en sus encastres. Todo hace un movimiento que tiende a saltar el clavo de la chapa. A las que le llegó hasta el techo, hay que cambiar hasta el techo”, expresó.
Gerardo dijo que los inundados por “obra y gracia de la naturaleza o de alguien que sacó mal y un cálculo” ponen “su historia y su vida y su familia arriba de un camión y se tiene que ir y mira para atrás y ve como el agua le va invadiendo la casa. No siquiera sabe adónde va”. “Después vuelve y ve su casa devastada”, añadió. “El inundado debería recibir una indemnización por el daño moral”, dijo. Gerardo dijo que es pensionado. “Si pensás que con $ 4.100 puedo reconstruir esto, después de que la reconstruya nómbrenme ‘Mandrake’”, recalcó.
“El inundado solo por más buen sueldo que tenga ¿para qué le puede servir?…para nada. Ni siquiera para empezar a rasquetear las paredes porque la pintura hay que hacerla toda nueva. Interior, exterior, esmalte en las puertas, al que no le agarró la instalación eléctrica”, dijo. Incluso pidió a las autoridades que se den cuenta que los inundados necesitan ayuda antes de que alguno recurra a la Justicia. “Me acuerdo que en el 97-98 fue la primera ayuda que se dio fue un millón de pesos para mil inundados eran $ 1.000 para cada inundado. Uno a uno estaba en esa época. Luego la otra más cercana (2009) fue la Cafesg que nos dio $ 4.000”.
“Hoy el inundado necesita ayuda económica y no artículos de limpieza ni alimentos los cuales agradecemos profundamente como se manejó la municipalidad, (Club de) Leones y Caritas. Va a costar muchísimo volver a arrancar con la casa”, dijo Gerardo. “Si las autoridades no se dan cuenta que necesitamos ayuda, creo que alguien se lo va a hacer dar cuenta”, advirtió.