La construcción colectiva que marca el rumbo en una sociedad deja huellas y afectaciones diferentes. A veces son reflexionadas, otras veces dispuestas, pueden ser contradictorias, o no. Los vestigios que van quedando a diario en este proceso son perdurables en la existencia comunitaria.
Concordia, perturbada por un sinfín de crisis, todas interrelacionadas, no sólo consolidó un paisaje de inequidad sin precedente, sino que llevó al desmembramiento y al individualismo expresado en un “sálvese quien pueda”. Esto, a mi entender, no permitió generar un discernimiento colectivo sobre el descomunal deterioro estructural educativo que se viene dando y que influye decisivamente en la progresiva pérdida de la calidad del capital humano, clave para un crecimiento con armonía en la comunidad.
La familiaridad entre educación y calidad del oficio es tan antigua como la necesidad del ser humano de ganarse la vida a través del trabajo en algo que sepa hacer y resulte útil para otros. Sin embargo, esto hoy no es motivo de intranquilidad para muchos concordienses y particularmente algunos gobernantes, a saber: el papel que juega la educación en la preparación de las personas para el trabajo.
Esta realidad claramente la describe el INDEC, a través de la reciente Encuesta Permanente de Hogares donde se indica que 50% de los trabajadores, no llegaron a cumplimentar la educación básica, y los ingresos de la mayoría de esos trabajadores no supera lo que se necesita para no ser pobre.
Esta situación es más dramática aún si se observa que la predisposición al abandono de la escuela es creciente: el 55% de los chicos que comienzan la escuela secundaria en Concordia, hoy desertan.
Superar esta situación requiere que la sociedad se de cuenta, primero, de que la educación no es sólo proveedora de capacitación y habilidades que atienden al carácter cambiante del empleo en la actualidad, sino también que implica conocer derechos y deberes laborales, (hoy tan degradados por la desidia de muchos funcionarios de gobierno) los cuales permiten a cualquier individuo ser más libre, o al menos más consciente de sus libertades, y llegar a mejores soluciones económicas y de convivencia. Si existiera el compromiso verdadero de la comunidad en controlar socialmente la marcha de la educación de su ciudad, no sucedería que el 50% de los trabajadores concordienses no estén registrado, no existiría la colosal asimetría entre las ganancias de los empresarios y los ingresos del 60% de los trabajadores, y también no sería tan alto el índice de deserción escolar.
Concibamos entonces, que educación y comunidad tienen una estrecha relación, debiendo ser la fuerza impulsora de un permanente seguimiento del comportamiento educativo que es la premisa básica de la igualdad de oportunidades y equidad distributiva en la sociedad.
La educación es el medio más lento de cambio social, pero es el único medio posible
La Escuela Técnica Nº1 Brigadier Pascual Echagüe, supo ser paradigma de calidad y capacitación no sólo en nuestra ciudad, sino en el país, preparando a los chicos para las transformaciones tecnológicas y productivas que se aproximaban. “Nos quedamos en el tiempo en lo que respecta al equipamiento y laboratorios de ensayos, es el impedimento más grande que tenemos hoy para la adecuada enseñanza. En esta escuela no existe presupuesto, no tenemos posibilidad alguna de tener equipamientos acorde a los tiempos que vivimos, es más, la escuela depende mucho de las ayudas que nos dan algunas empresas, porque los chicos no pueden comprar elementos para adquirir habilidades y sustentos técnicos. Otro problema es la poca preocupación de los padres, ellos deben acompañar a la escuela, porque en el medio está la formación de sus hijos”, expresaba a DEBATE Y OPINIÓN, su rector Horacio Alberto Castagnini.
Otra circunstancia observable, que tampoco inquieta a gran parte de nuestra sociedad, en esta relación educación y preparación para el trabajo, es la cantidad de dinero que el gobierno destina al funcionamiento de las escuelas públicas. Si una comunidad no está atenta y exige al gobernante que la educación sea la máxima prioridad, la brecha entre educación pública, a la que asiste la mayoría de la fuerza laboral del país (sin contar la parte que no asiste a la escuela), y la educación privada se acentúa, provocando mayor desigualdad social, esto también induce a la deserción escolar.
La sociedad concordiense tiene la posibilidad y la responsabilidad de decidir entre una buena o una mala educación, lo cual equivale a escoger entre el desarrollo con equidad o la marginalidad cargada de injusticias