Hoy la soja tiene valores que superan los 400 dólares la tonelada (en 2000 valía 120 dólares), su precio parece no tener techo y sigue en escala ascendente.
Todos los expertos coinciden en una cosecha récord durante la campaña 2009-2010 en todo el país. En suelo entrerriano es considerada la mejor de los últimos 10 años, con 3.500.000 toneladas recolectadas.
En Entre Ríos, el aumento de la superficie sembrada fue del 17%, mientras que la producción de la oleaginosa se incrementó 235%.
De los 2 millones de hectáreas que se reservan en la presenta campaña para la agricultura, más de 1,3 millón serán ocupadas por este grano. Es decir, de cada tres hectáreas, dos se destinan a soja.
Hace poco el presidente de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos, Oscar Montero, llamó la atención sobre la consolidación del monocultivo. Y señaló que para que esta realidad se modifique “el resto de los cultivos tiene que ser rentable”.
Montero solicitó “políticas de Estado a largo plazo” y aseveró que es importante discutir qué tipo de producto debe salir por los puertos del país. En este contexto, sostuvo que “la soja es el cultivo menos riesgoso”.
Tras lo cual comentó que “si el trigo y el maíz no tuvieran retenciones, la superficie sembrada tendría otra distribución”. Plantea la disyuntiva de hacer una agricultura diversificada, o seguir con la oleaginosa como único recurso del campo entrerriano.
O Entre Ríos –hoy devenido en “Entre Soja”- encara un proyecto transformador de su producción primaria tradicional –otros cultivos y fortalecimiento ganadero- o se resigna al monocultivo.
Es archisabido que la soja es garantía de llegada de divisas para el país y pilar fundamental del presupuesto estatal, vía recaudación por retenciones a los granos exportables.
Sobre las consecuencias sociales y ecológicas del monocultivo de la soja, hay cierto consenso entre los expertos. Este modo de producción acentúa la concentración económica en el campo: un negocio para pocos, sobre todo para los pool de siembra, de origen foráneo.
La soja extensiva, por su propia lógica, no sólo tiene escaso impacto en la creación de empleo. Acaba en realidad con las pequeñas y medianas empresas agropecuarias, acentuando el despoblamiento rural.
Por otro lado, Entre Ríos no capitaliza como debiera la renta ligada a la soja. Así, por el uso de minerales nutrientes del suelo la Provincia no cobra regalías agrarias (como sí cobra Santa Cruz por el petróleo, recurso natural).
Desde el punto de vista del medio ambiente, la sojización en Entre Ríos atenta contra la biodiversidad. Son problemas la erosión del suelo y el exceso de extracción de nutrientes. Además hay impacto negativo en la salud de la población por el uso abusivo de agroquímicos.