Busti, presentó el primer ejemplar de la constitución y el socialista Schvartzman llamó a hacer efectivos todos los derechos consagrados

La Convención Constituyente rindió su homenaje al constitucionalista Arturo Sampay a través de una placa en la que se inscribió: «Los convencionales Constituyentes de 2008 a la memoria del insigne Arturo Enrique Sampay (1911-1977), entrerriano ilustre, quien residiera aquí en sus tiempos de estudiante y fuera precursor del constitucionalismo social e impulsor de la Constitución de 1949». La actividad estuvo enmarcada en la presentación de la Constitución de Entre Ríos reformada que tuvo lugar esta tarde en el salón de actos de «La Fraternidad» en Concepción del Uruguay, acto que estuvo presidido por el titular de la Convención Constituyente, Jorge Busti y que contó con la presencia del ministro de la Corte Suprema de Justicia, Juan Carlos Maqueda y el presidente de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional, Alberto Dalla Vía. También estuvieron presentes los constitucionalistas Marcelo López Alfonsín, Horacio Rosatti, Alberto Garcia Lema y Adrián Ventura. «Cada uno desde el lugar que ocupe, sabrá que tiene un nuevo texto supremo para luchar por sus derechos cuando deban ser reconocidos y para protegerlos cuando puedan ser vulnerados»,dijo Busti.

BUSTI
El presidente de la convención, Busti reiteró que el 1° de noviembre de 2008, es la fecha de entrada en vigencia de la nueva Constitución y dijo que ese será «otro día histórico incluido en este proceso único e irrepetible de la Reforma» y realzó que «se contiene el deber de los órganos competentes y también llamamos a la ciudadanía a participar del proceso de reglamentar todas las disposiciones que así lo requieran».
«Cada uno desde el lugar que ocupe, sabrá que tiene un nuevo texto supremo para luchar por sus derechos cuando deban ser reconocidos y para protegerlos cuando puedan ser vulnerados», destacó el presidente del cuerpo reformador.
«Todos deben leer este texto supremo», manifestó Busti, ya que «fue consagrado para todos», tras lo cual detalló a «niños, adolescentes, adultos, desamparados, trabajadores, educadores, profesionales, pueblos originarios, discapacitados, consumidores, usuarios, magistrados, funcionarios, legisladores, ex combatientes de Malvinas, deportistas, investigadores, agentes de la salud, mujeres y varones, entrerrianos, pueblo entrerriano».
«Espero que esta norma suprema tenga el valor de haber respetado las experiencias pasadas, el presente y el futuro probable», expresó el presidente de la Convención. «Solo la historia tendrá la respuesta», acotó luego. «Nosotros hemos trabajado convencidos de ello, y por eso traemos este texto de enorme valor, no solo jurídico sino también social para todos», finalizó para recibir luego un cerrado aplauso.

TEXTO COMPLETO del discurso-homenaje de Schvartzman a SAMPAY
Fue Guillermo Estévez Boero quien nos enseñó, a los socialistas, a respetar la figura del doctor Arturo Enrique Sampay. En mi caso personal, pese a nacer y residir en la ciudad en la que vivió, a cursar estudios en el histórico Colegio que lo tuvo como alumno, no tuve ni tuvimos noticias de su valía hasta que la empecinada memoria del querido dirigente socialista nos lo hizo conocer. Es que Sampay no fue una figura de perfiles amables, dóciles, gratos al poder.
Al contrario. Fue una curiosa y destacada figura en la que confluyen, de manera notable, las mejores vertientes de la tradición de las luchas populares argentinas. De origen yrigoyenista, sumado al naciente peronismo en 1945, estudioso de la democracia y de su renovación «social», convencido cristiano, heterodoxo pensador, concluye en una mirada socialista que se expresa en sus últimos años en la labor al frente del IADE Instituto Argentino para el Desarrollo Económico, y en trabajos como «Socialización, socialismo y espíritu cristiano».
«A través de sus libros «Introducción a la Teoría del Estado», «La Filosofía del Iluminismo», y «Constitución y pueblo», Sampay fue demostrando sus cambios de pensamiento, que partieron desde una revalorización de Santo Tomás de Aquino; pasando por un estudio crítico del trasfondo ideológico del liberalismo del siglo XIX; hasta finalizar en una mirada de socialismo cristiano que permitió que en los convulsionados años 1970 fuera reivindicado desde distintos sectores ideológicos, aunque el peronismo «oficial» decidió dejarlo de lado», comenta Alberto Buela.
Lo cierto es que en Entre Ríos, en 2007, se descubrió una placa en su recuerdo, en la Casa de Gobierno de Paraná, por parte del entonces gobernador Jorge Busti. Uno de los oradores de ese acto mencionó que «a raíz del desconocimiento de su vuelo intelectual e ignorancia de los servicios prestados a nuestro país, gobernantes de turno lo obligaron a exiliarse en Montevideo, regresando en el 58 durante el gobierno de Frondizi y asesorando sobre las reformas constitucionales que se gestaban en Uruguay y Chile». Agregamos nosotros que esos gobernantes «de turno», tuvieron turno largo, ya que «el desconocimiento y la ignorancia de los servicios prestados» comenzaron con el propio Perón en 1952 y llegaron hasta los aciagos días del menemismo, que por supuesto ignoró por completo a Sampay en la sanción de la Carta Magna surgida del Pacto de Olivos.
Pero aunque en la capital provincial se lo reivindicara, aquí, en Concepción del Uruguay, la ciudad que lo acogió en su formación inicial, se le debía aún el reconocimiento. No es extraño, en una ciudad que retacea los reconocimientos, en la que la calle principal se llama «9 de Julio» y aún carece de alguna que recuerde que un año antes, aquí mismo, se declaró la independencia, en el llamado «Congreso de Oriente» de la mano de José Artigas.
Por eso era necesario el homenaje a la casi olvidada figura de Sampay. No abundaré en los datos biográficos que ya han sido registrados. Pero sí quiero señalar que nació en Concordia, tras su egreso del Colegio del Uruguay estudió en La Plata, donde se recibió de abogado, que allí fue donde se sumó a la militancia yrigoyenista, y desde esa identidad se incorporó al naciente peronismo en 1945.
Estudioso de los cambios que se producían en el mundo, Sampay cuestionaba el modelo de Estado liberal de la Constitución de 1853, y tomaba nota de cómo empezaba a ser reformulado con idéntica matriz liberal a partir de la acción concreta de los gobiernos oligárquicos; en parte por necesidad en épocas de crisis, pero también producto de presiones sociales: las leyes de apertura democrática, como la ley Sáenz Peña 8871 de sufragio universal o las primeras leyes laborales del descanso dominical en 1905, del régimen de trabajo para mujeres y niños en 1908 o el Departamento nacional de Trabajo de 1910, promovidas por Alfredo Palacios. También nacen los primeros intentos del Estado argentino de dirigir la economía, tendencia que se amplía especialmente luego de la década de 1930 con el Plan Pinedo.
Paralelamente a las transformaciones sociales y políticas en Argentina, aparecía la primera constitución que a diferencia de la nacional de 1853, expresaba nuevas doctrinas sociales: la de Entre Ríos de 1833. Tres años después, Sampay publica La constitución de Entre Ríos ante la moderna ciencia Constitucional, libro hasta hace poco inhallable, reeditado recientemente a propósito de la Convención Entrerriana.
En 1949 Sampay es elegido constituyente por el Partido Laborista de Buenos Aires y marca la impronta de esa Convención en la que, más allá de todos los aspectos discutibles, establece el antecedente constitucional de reconocimiento de los derechos sociales y económicos, así como de la economía al servicio del hombre. «Salvo Sampay», dice Juan F. Segovia, estudioso de la Convención del 1949, «reina una mediocridad general (…) Sólo Sampay aporta luz a la reforma». Pero esa luz se apaga en 1952: Mercante y Perón se enfrentan, y Sampay, hombre del grupo de Mercante, es perseguido por el propio peronismo y debe exiliarse en el Uruguay.
Con el derrocamiento de Perón en 1955 su situación apenas cambió: ahora también es perseguido por los antiperonistas. Recién pudo volver en 1958, pero no pudo reasumir en la Universidad. Participa en el Instituto Argentino para el desarrollo económico (IADE) y dirige la Revista Realidad Económica, donde colaboran otros intelectuales como Alfredo Eric Calcagno. Recién en 1973 Sampay recupera su cargo en la universidad.
A partir de esta fecha ejercerá como profesor de derecho Constitucional y titular del Instituto de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de la UBA. Es además, jefe del gabinete de asesores del Consejo Federal de Inversiones. Durante el tercer gobierno peronista propone en vano una nueva reforma constitucional. Con la dictadura de 1976 Sampay será expulsado de la universidad. En ese marco, trabaja por un tiempo en FLACSO. El 14 de febrero de 1977 muere en la ciudad de La Plata.
Pensador heterodoxo, Sampay entendía al Estado como la herramienta para dominar al capitalismo y someter las estructuras económicas al servicio del pueblo, «la economía al servicio del hombre, y no a la inversa». Su concepción epistemológica daba cuenta de la primacía de lo económico-social en el orden de las realidades prácticas. «Sampay comprendió con fineza» concluye Segovia «las dificultades de su tiempo; y enderezó su labor intelectual a corregir los desaciertos políticos y jurídicos de las generaciones que le precedieron. En esta faena, dejó mucho de provecho, incluso sus errores, para que no volvamos a repetirlos».
Como egresado del querido Colegio, entendí que es importante que en sus muros externos se señale el inmenso honor de contar entre los ex alumnos a un hombre de la valía de Sampay, un entrerriano del cual enorgullecernos. En la aprobación de esa iniciativa, surgió también la de añadir una placa que en esta otra histórica casa solidaria, La vieja y querida Fraternidad, que supo nutrir su pensamiento de solidaridad y humanismo, se inmortalizara su tránsito poco recordado.
En otro sentido, estos homenajes también vienen a reparar derrotas de distinta índole, ya que como dice el poeta «la memoria no es menos poderosa que el olvido / es sólo que el poder de la victoria / se encarga de olvidar a los vencidos». El Colegio del Uruguay, que alguna vez tuvo en sus aulas a docentes como el gran Alejo Peyret –que tanto tuvo que ver también con esta institución– cobijó alumnos como Arturo Enrique Sampay. Sin embargo, no suelen recordarse nombres como ése, y sí se le informa al turista y al ingresante que por esa celebérrima casa pasaron otros «prohombres» entre comillas, que la historia de los sectores del privilegio ensalza desde siempre sin motivo, y que nosotros ni siquiera mencionaremos.
Quiero concluir citando una frase de Sampay que expresa con claridad y sencillez el sentido de su pensamiento y de su labor como constitucionalista y hombre político: «Los derechos políticos no llenan su cometido si no son completados con reformas económicas y sociales que permitan al hombre aprovecharse de sus conquistas».
Ojalá ese profundo sentido signe la efectivización de todos los derechos incorporados al texto constitucional entrerriano. En realidad, será ese el mejor y más coherente homenaje al gran Arturo Sampay. Muchas gracias.

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