Azúcar Amargo: Murió Carlos Pedro Blaquier, «El Patrón del Mal» (*)

Las propiedades del Patrón del Mal, Carlos Blaquier, estaban en el Noroeste Argentino, en Tucumán y Jujuy. Estas provincias comparten el clima, ciertos usos y costumbres y el sentimiento de pertenencia de esa región. Pero sobre todo tienen en común que el azúcar  es el motor del desarrollo, y también de la desigualdad histórica. 

Cuenta la historia que un mito explicó durante años la desaparición de obreros: El Familiar. El dueño del ingenio pactaba con el «diablo» la entrega de un peón por zafra para que el ingenio funcionase bien. Y quien salía a buscar ese peón era «el Familiar», un enorme perro negro de brillantes ojos rojos que arrastraba una larga cadena. Este mito creció en las entrañas del  norte argentino desde finales del Siglo XIX hasta principios del XX  de la mano de la Flia. Hileret, que logró hacerse del Ingenio Lules. Lo que sí no es un mito es que los obreros si fueron masacrados para la opulencia de unos pocos. El desarrollo de los empresarios del azúcar estuvo marcado con sangre desde sus inicios. Su poder y sus riquezas crecieron alimentados con la desaparición y el disciplinamiento de los trabajadores. Hay dos ejemplos vividos: A comienzo del siglo XX, la Familia Minetti integraba la incipiente oligarquía nacional. De ascendencia piamontesa, desarrolló sus actividades desde el centro del país apostando a la industrialización de la economía primaria adquiriendo molinos en Tucumán, Córdoba y Santa Fé. En 1915 José Minetti, uno de los hermanos de la empresa, compró el ingenio Tucumano La Fronterita. Esto hizo crecer el negocio: para principios de la década del veinte ya eran unas de las principales familias del rubro alimenticio.

Con los años los Minetti expandieron sus negocios a la actividad agrícola ganadera y los negocios financieros e inmobiliarios. El ingenio azucarero y varios de los molinos quedaron en manos de la empresa José Minetti y Cía. Instalados en Tucumán y junto a los Paz, dueños del ingenio de Concepción, el más importante de la provincia y cuya participación en crímenes de lesa humanidad fueron denunciados en la Justicia, pronto se alinearon a los intereses que enarbolaron los Blaquier en Jujuy. Es decir: Concentrar la producción de azúcar y sus ganancias en pocas manos a costa de pueblos enteros arrasados por las crisis económicas, el terror la muerte y la desaparición.

Pongamos en auto dicen los abogados, y describamos de quienes estamos hablando: De procedencia patricia, la ascendencia de la Familia Blaquier se remonta a comienzos del siglo XIX, cuando Juan Vicente Lázaro Blaquier Sagastizábal se casó con juana Agustina Oromi Escalada: ambas familias eran parte de la incipiente burguesía agropecuaria. En 1951 Carlos Pedro Blaquier se casó con la hija del administrador del Ingenio Ledezma, Nelly Arrieta. A comienzos de la década de los setenta, con la muerte de su suegro, Blaquier se hizo cargo del Ingenio.

Los Minetti y los Blaquier tenían un acuerdo: Consideraban que Tucumán era un problema. La Provincia les parecía una anomalía: su pequeño territorio contenía 26 Ingenios azucareros, lo que implicaba una distribución de la renta y una diversificación de actores inusitada. En resumen, una situación que para ellos había que cortar de «cuajo». La primera gran escena de la obra maestra para monopolizar el azúcar fue el cierre de los Ingenios, en 1966 (durante el Gobierno de Onganía). El cierre de 11 de los 27 Ingenios existentes hasta 1966 ocasionó una verdadera catástrofe social y económica en Tucumán.

En esta provincia el azúcar constituía la principal actividad económica, y era una de las agroindustrias más destacadas del país, tanto por el volumen de su producción como por la cantidad de mano de obra empleada. 

Esa eliminación de los 11 ingenios empujaron a 250.000 tucumanos a un penoso exilio interior, 11.000 pequeños productores cañeros fueron expulsados a una actividad en la que venían desarrollándose desde hacía décadas. 

Estas políticas chocaron con la resistencia y rebeldía del pueblo tucumano. En 1974, la FOTIA, el histórico gremio de los trabajadores azucareros, declaró una gran huelga .Fue a la vez un desafío al pacto social propuesto por el peronismo, demostrando una vitalidad que aún tenía la Federación a pesar del «golpazo» de 1969 y una muestra más que las políticas  de concentración y de reconversión tecnológica no se implementan fácilmente. Por eso se preparaba el disciplinamiento para aquellos que organizaban las acciones y luchas por mejores condiciones laborales. 

En 1975, durante el Operativo independencia, en Tucumán, en el Ingenio La Fronterita se instaló una “base militar» y funcionó un centro clandestino de detención y torturas. El Ingenio puso su estructura en función de la maquinaria de terror. La Fronterita está apenas a seis km. de la Escuelita de Famaillá, donde funcionó el primer centro clandestino de detención del país. La fuerza de tareas Rayo, del Ejército, se apostó en los alrededores del ingenio conducido por Figueroa Minetti, a unos 500 metros de la fábrica, en dirección a las colonias, los barrios creados para alojar a los trabajadores y sus familias. También cerca de los «conventillos» utilizados para alojar a los trabajadores golondrinas. Una forma de ejercer control y generar terror. Aunque luego del cierre de los ingenios muchas colonias habían sido desarmadas en 1975 y funcionaban como espacios de encuentros de solidaridad y cooperación. Aquello también debía ser exterminado. 

Hubo un luchador sindical a quien no pudieron ni corromper ni domesticar. Y por eso, como explicaba al principio, junto a otros luchadores opositores a los designios de los patrones fue «comido» por el “perro” de los Minetti. A raíz de eso Fidel Jacobo Ortiz se encuentra desaparecido desde 1.976. Pero no fue sólo él, entre el Operativo Independencia y el Golpe Genocida, La Fronterita había sido cómplice de al menos 68 de sus obreros azucareros desaparecidos.

Lo sucedido en el Ingenio Ledesma, en Jujuy, tiene paralelismo con lo hasta aquí relatado. En este caso no se montó un centro clandestino de detención en la fábrica para instalar y extender la represión en el tiempo. Aquí se actuó con una metodología del terror instantáneo. Le bastó al «patrón» Blaquier con la disposición de su poder de influencia en la zona para instigar el secuestro y la desaparición de varios referentes sindicales. Por ejemplo, durante las jornadas conocidas como “La Noche del Apagón” en Libertador Gral. San Martín, Calilegua y El Talar, donde hubo más de cien secuestros de trabajadores. El hecho tomó visibilidad a partir de la lucha de los organismos humanos y de organizaciones emergentes como la Tupac Amaru.

Los Blaquier y los Minetti fortalecieron sus negocios en el período que abarca el cierre de los ingenios azucareros hasta el final de la última dictadura. La Fronterita aumentó su producción en más de un 100% entre 1965 y 1978, pero eso sí, con menos trabajadores. Compró además otro ingenio caído en desgracia, el Bella Vista, y puso en marcha su destilería para la producción de alcohol y derivados de la caña. Ambas familias se mantuvieron en la cúspide de los empresarios nacionales.

Los Blaquier lograron un poderío monopolizando el mercado azucarero total y alimenticio y nunca dejaron de influir en la vida social, no sólo de Jujuy, sino del país entero.

Por supuesto, el relato del horror campea en las dos provincias donde las dos familias actuaron como verdaderos «capangas», y se encargaron también de bloquear todo intento de la Justicia que quisiera realizar un acto de reparación e investigación ante delitos que no prescriben porque son de Lesa Humanidad. Por ejemplo: El pasado 10 de Enero falleció el Coronel Retirado José María Menéndez, procesado por los delitos cometidos en la Fábrica Norwinco instalada en el marco  del Operativo Tucumán, como parte de un plan para radicar distintas empresas en la provincia a fin de contener la falta de trabajo producida por el cierre de los ingenios El Cnel. Menéndez actuó como administrador y gerente de esa Fábrica donde desaparecieron tres trabajadores.

Como con Minetti, los testimonios de las víctimas del “Operativo Independencia» no dejaron duda sobre la participación de la empresa. Menéndez era además el padre de Sebastián Murga, actual presidente de la Sociedad Rural (¡Cuando no!), fundador del partido CREO, candidato a Gobernador de la oligarquía en Tucumán y uno de los principales impulsores para que Cambiemos sume a su armado a Fuerza Republicana, el partido del genocida Antonio Domingo Bussi (todos monjes benedictinos).

La reapertura de los juicios por delitos de Lesa Humanidad tuvo -y tiene aún- como gran escollo al corrupto sistema judicial argentino, con sus debidas excepciones. Después del primer impulso a las causas en la primera mitad de los años 2000, y luego de los años del macrismo y el desguace de lo poco construido, existe actualmente una parálisis alarmante que trae aparejada la única impunidad inevitable: la biológica. Alguien dijo con mucha sabiduría que «el negocio de ellos es el tiempo».

Tiempo del que, como pocos, los dueños y gestores del capital del poder «real» son celosos guardianes, que se vuelve brumoso cuando se trata de expedientes judiciales que le afectan al poder. Los números lo marcan: a lo largo y ancho del país se obtuvieron hasta el momento 266 sentencias por juicios de Lesa Humanidad, con un total de 1088 condenas, mientras que 1.371 personas investigadas, procesadas o condenadas ya fallecieron. O sea que la muerte biológica de forma natural fue la condena que la Justicia le escamoteó a los familiares y a la sociedad.

En este contexto se desprende que solo tres causas penales que involucran a empresarios cómplices llegaron a juicio oral. Las ya conocidas Ford, La Veloz del Norte y Las Marías.

De esta manera, para Carlos Pedro Blaquier las demoras en su devenir procesal marcaron la compulsa por su juzgamiento. El procesamiento en Primera Instancia fue dictado en 2012, y pasaron diez años hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Nación, resolviera que tanto Blaquier como Lemos, su administrador en esa época, debían ser procesados y llevados a juicio oral por los crímenes investigados en tres grandes causas. Una de ellas, quizá la más emblemática es la de “La Noche del Apagón”. La causa llegó a la Corte cuando el supremo Carlos Rosenkranz, muy cercano a la familia Blaquier, ensayaba argumentos jurídicos que debilitaron el proceso de justicia en nuestro país. Para eso fue puesto en ese lugar por Macri. Fue tanto el tiempo que pasó que le permitió a Blaquier, alegar cuestiones médicas y de salud para no afrontar por su cobardía el juicio oral.

El caso de Minetti va por el mismo carril: La investigación contra los administradores y socios de la empresa comenzó en 2015 y tomó fuerza luego del juicio del “Operativo Independencia”, donde muchas víctimas del centro clandestino del ingenio La Fronterita fueron a declarar. En 2018 se tomaron las indagatorias a cuatro empresarios que formaron parte  de la administración y directorio de la empresa José Minetti y Cía entre 1975 y 1978. En el 2021, luego de sortear artimañas judiciales que demoraron la causa treinta y cinco meses, fueron procesados. Ese retraso se inició con una vergonzosa decisión del entonces juez Federal, Daniel Bejas, que declaró una falta de mérito a favor de los acusados. El magistrado no quiso procesar a los acusados, pero tampoco se animó a sobreseerlos totalmente. Decidió  un año después que había que seguir investigando. 

Como en otras causas que se investigan, la justicia responde esquiva. Los jueces tienen miedo al escrache público que implica sobreseer a los acusados, pero temen mucho más

dar curso a las investigaciones, y es por eso que dilatan sus decisiones que terminan en falta de mérito. Artilugios de la familia judicial, que le dicen. En la actualidad solo dos de los acusados inicialmente, Jorge Alberto Figueroa Minetti y José Butori, la biología les permite seguir rindiendo cuentas. A sus 94 años, Figueroa Minetti espera con comodidad la fecha del juicio oral, que lleva demorada más de un año durmiendo el sueño de la impunidad en el Tribunal Oral Federal de Tucumán. ¿Es que acaso pertenecer a la oligarquía no tiene sus privilegios?

El juicio contra los empresarios del Ingenio La Fronterita significaría la primera vez en Tucumán que se llevaría al banquillo de los acusados a empresarios que fueron cómplices del terrorismo de Estado. Tanto en Tucumán como en Jujuy existe un desafío de juzgar a los dueños de la tierra, del azúcar y de la sangre

Entre 2020 y 2021 el Ingenio Ledezma volvió a ser noticia debido a las condiciones en que trabajaban los obreros durante el Covid-19. El sindicato denunció que fue en la empresa Ledesma donde más muertes de trabajadores hubo.

Próximo a cumplirse 40 años de democracia en Argentina, queda claro que hay cosas que persisten en el tiempo, patrones que recalaron en lo profundo y se extienden a nuestras realidades actuales. Uno tal vez sea la impunidad empresarial, vinculadas al poder político y judicial. Y otra la impotencia actual de algunos sindicatos que han perdido su poder de fuego para dar las batallas necesarias, estos guardan en su gen el daño generacional de la sociedad argentina hecho carne. Fueron doblegados a fuerza de torturas, sangre y desaparición.

Algo para no olvidar: ambos empresarios, Blaquier y Minetti contaron con la protección de los más altos tribunales de su región y de la Cámara de Casación y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. 

No olvidemos que Blaquier pertenecía al Grupo Azcuénaga, donde en la mansión de Azcuénaga, en 1973, propiedad de la familia Blaquier-Larreta, se reunían para conspirar junto con los Generales Guillermo Suárez Mason, Albano Harguindeguy, Alcides Lopez Aufranc, Federico de Älzaga y Omar Riveros, junto a los asesores del gobierno militar Jaime Perriaux y Hugo Miatello ( Jefe de la SIDE), junto a Mario Cadenas Madariaga, dirigente de CRA y Secretario de Agricultura de MartÏnez de Hoz, Horacio García Belsunce (FIAT), Guillermo  Zubarán, Enrique Loncan (BarrikGold) y Armando Braun Peña. Todos reunidos trataban de elaborar el plan económico de la dictadura.

Y por si algo faltaba para decorar este cuadro del horror, nos enteramos de la participación de Blaquier en una importante red de trata de personas que el financiaba para obtener favores sexuales de jovencitas obligadas a dejarse violar cíclicamente. 

El silencio sobre esta figura despreciable tiene cómplices que ya mencionamos, que incluye al «famoso» Fiscal Strasera, que no solo no lo juzgó en 1985, sino que más tarde fue el abogado de la «secta» pedófila que integraba Blaquier. 

Entre la cofradía que despidió a “Don Pedro”, se cuentan Horacio Rodríguez Larretta, Muricio Macri, Carlos Pagni (La Nación), Carlos Melconian, Domingo Felipe Cavallo, La Sociedad Rural, la UIA, Bagó, Familia Martínez de Hoz, Carlos Bulgheroni, Vicente Massot, Cristiano Ratazzi, ARCOR (los Pagani), Roemmers, Paolo Rocca ,Luis Betnaza, Gino Bogani, Funes de Rioja, las Universidades de San Andrés y Di Tella (Dicen que los cantores se juntan por la tonada…)

» Ahora se entiende porque hace tanto calor. Murió uno de los laderos del Diablo de la Dictadura. El infierno abrió sus puertas para recibir al pedófilo genocida. Seguramente habrá fiesta e el infierno. El diablo se reencuentra con uno de sus hijos pródigos. Habrá olor a azufre en cada obituario, porque Blaquier, no fue Blaquier en solitario. Es un sistema , que a su vez es un infierno en la tierra….

 

(*) Esta nota es en homenaje a la memoria de un compañero inolvidable, hijo de Concordia, José Pablo  Bernard, «Chengo», compañero de las luchas universitarias en Córdoba, desde el “Cordobazo” en adelante. Era abogado de los sindicatos de Ingenio Ledesma. Era tan inteligente y valiente que no me extraña que en Marzo del 76, lo «desaparecieron». Hoy lo recuerdo con mucha nostalgia.

 

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