ARLT

“Los siete locos” es una extraordinaria novela de Roberto Arlt: Siete desquiciados que se asocian con la finalidad de  hacer una confusa y particular “revolución social” para alterar el “estado de cosas” a nivel mundial. Los delirios individuales que no “hacen lazo” en esa sociedad serán financiados por el “Rufián melancólico” a través de la creación de una cadena de prostíbulos. 

Roberto Arlt es un maravilloso escritor, periodista y dramaturgo Argentino que murió un 26 de julio de 1942. Mismo día pero diez años antes que Eva, con quien lo hermana otros rasgos. Su origen plebeyo, su carácter disruptivo, rebelde y marginal respecto de los círculos aristocráticos, de la academia que siempre lo marginó. También se asimilan, “la abanderada de los humildes” a través de la política, él desde la literatura, en el rescate y reivindicación de los explotados, humillados y ofendidos, reprimidos por la Oligarquía,  de la escena nacional.

Arlt fue hijo de aquellos inmigrantes rechazados por los cajetillas porteños. Igual que Eva tuvo que inventarse un nombre para ingresar a los ambientes literarios, para los que no tenía credenciales ni abolengo, ni plata, ni bibliotecas.

Los custodios de la pureza del lenguaje nacional excomulgaron a Roberto Arlt porque “escribía mal”, sin respetar las sacrosantas reglas de la gramática, con faltas de ortografía incluso. Sin embargo, Piglia dijo que cualquiera puede corregir una página de Arlt, lo que no pueden es escribirla. 

Esa polifacética máquina de escribir como se definió, construía su estilo con el lenguaje de la calle, de los marginales, desposeídos, del pueblo aplastado por una ciudad que lo marginaba. Un lenguaje amasado con lunfardo y cocoliche. Con esos materiales pintó la realidad de los explotados y excluidos, aquellos que habían quedado por fuera de una literatura abstracta y formal.

Roberto Arlt fue pionero de la novela moderna y urbana en Argentina. Escribió en 1926 “El juguete rabioso”, su primera novela que debió llamarse “La vida puerca”,  describe allí, magistralmente,  la frustración y el fracaso de Silvio Astier, su alter ego ladrón de bibliotecas, inventor y explotado por el sistema. Arlt escribe críticamente sobre el capitalismo y sus instituciones, el trabajo alienado, la miseria, la ambición y la codicia, el lugar del dinero y la hipocresía de la clase media.

En 1929 edita “Los siete locos”, prolongado en “Los lanzallamas” (su segunda parte), que desarrolla su profunda intuición del momento político, económico y social que vivía Argentina y el mundo, influido por la revolución rusa. Anticipa incluso los fascismos venideros Y,  en nuestro país, los golpes del 30 y la infamia. Heredero de Dostoievski, narró las angustias y el sinsentido de la existencia en sus personajes huérfanos de Dios, en un mundo que los arrasa. Fue además cronista del diario El Mundo en el que  brilló con sus originalísimas “Aguafuertes porteñas” a través de las que retrató hombres y situaciones prototípicas de su pueblo y su tiempo. Crítica del capitalismo y sus instituciones  grabó de un modo estupendo al ambicioso, al fiaca, a la hipocresía del matrimonio y las suegras, el dinero, los delincuentes, la explotación laboral, el fetiche del dinero, etc. etc., además de realizar la crónica más brillante de uno de los hechos más siniestros de nuestra historia, como el fusilamiento de Severino Di Giovanni, en la que advirtió, lleno de repugnancia, una tendencia que se acentuaría en las décadas venideras, hasta la exaltación actual, la muerte, el dolor, la violencia como espectáculo, los porteños que iban a ver, como al cine, a la salida de los cabarets,  el asesinato en la cárcel de la calle Las Heras, que inspiró la sugerencia final de su relato: “debería haber un cartel que dijera:” prohibido entrar con zapatos de baile”.

Roberto Arlt está -como Eva que se fue diez años después- con su obra tan actual, aun  narrando los desvaríos de la escena nacional, palpitando desde su literatura los desenlaces de la patética realidad actual.

Escritor maldito durante demasiado tiempo, rechazado por los círculos aristocráticos de la academia, por los puros del lenguaje literario, merece en esta hora ser recordado como lo que fue, como alguien que, “Quiso ser feliz y solo terminó siendo un genio”

 

(*)Psicólogo. MP243

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