sábado 18 de octubre de 2025

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Aprendizaje

La tarea de transformar esa estructura regresiva en términos de bienestar social debería ser un objetivo primordial. El poder financiero pretende que delegados suyos ocupen la conducción de una institución que están convencidos de que les pertenece. La gestión Marcó del Pont desplazó a algunos de esos técnicos sin retirarlos de la entidad y cuando Fábrega desembarcó los reincorporó, despidiendo a los colaboradores que había sumado la primera presidenta del BC. Los intentos de cambios han generado resistencia de las denominadas líneas técnicas, que son bien visibles en el debate público, con presiones sobre el dólar y cuestionamientos a la emisión monetaria.

Controlar y regular al poder financiero es complejo, lleno de dificultades, y pone a prueba a la heterodoxia en un campo hostil. Para ello se requiere de una estrategia que aspire a conducir al sistema bancario y, por lo tanto, a la sensible plaza cambiaria. Para ello debe eludir la falsa ilusión de poder hacerlo con la cooperación de los banqueros. Es un camino ruinoso aceptar sus propuestas sin una revisión crítica sobre sus efectos en el resto de la economía o depositar confianza en ellos para elaborar iniciativas que atiendan los problemas que el propio sistema financiero crea. Los banqueros no son sujetos económicos formados para construir marcos de confianza, puesto que no lo hacen ni entre ellos, debido a que la especulación y obtener ventajas de colegas y de funcionarios es la esencia de su negocio.

Este es el principal motivo para evitar que la política monetaria y cambiaria del Banco Central sea dictada por los intereses de las finanzas, porque resulta muy perturbadora de la estabilidad y el crecimiento económico. Alejandro Vanoli ya sabe que no debe transitar ese camino de Juan Carlos Fábrega. Ha sido un costoso aprendizaje.

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