La crisis del 2001 conmocionó no solo a la organización económico social, sino también a los paradigmas culturales, políticos e institucionales dominantes. Echó por tierra las certezas normativas y las garantías morales y abrió la oportunidad para recoger ciertas herencias y legados silenciados, para recomponer la comunidad política sobre nuevas bases. Fue así que casi sin proponérselo, aparece el «kirchnerismo», que lograba emerger de las ruinas aún humeantes arrojadas por el estallido, e instaló la necesidad de recuperar algunas categorías sepultadas ya sea por el terror genocida o por el vendaval liberal: Estado, Nación, Patria, pueblo, soberanía, memoria, verdad, justicia. Y gracias a esta laboriosa elaboración semántica-discursiva, también se tornó indispensable comenzar a señalar y denunciar a esa estructura de poder, al igual que hoy, responsable del gravísimo deterioro que era necesario reparar: Las corporaciones, los organismos de crédito internacionales, el capital financiero depredador, las empresas privatizadas, la oligarquía agropecuaria, las mafias enquistadas en el Poder Judicial, los medios concentrados, etc. Por eso, frente a ese formidable poder, resultaba ineludible construir un armado hegemónico capaz de articular una diversidad de reclamos sectoriales, expresiones plebeyas, y vidas dañadas. Dicha tarea hubiese resultado infructuosa sin la construcción de un relato soberano, de una épica patriótica y de una movilización en ascenso que acompañe.
A diferencia de hoy, Néstor y su sucesora supieron interpretar el momento político que les tocó actuar. Acertaron en las decisiones de gestión más cruciales, se obstinaron en recuperar la dignidad de la política, hicieron un llamado exitoso a los jóvenes, constituyeron una narrativa nacional y popular aglutinante y le imprimieron a la transformación en curso una identidad muy definida. Esta «marca registrada» de la gestión, no solo le grabó su sello a una década muy intensa de nuestra historia sino que además logró subsistir, y aún fortalecerse al cabo de una persecución feroz, de la estigmatización mediática, el encarcelamiento sin condena de varios de sus funcionarios y la reiterada asociación de sus símbolos más preciados con la corrupción, el autoritarismo y la afrenta de los valores democráticos.
Este movimiento, el «kirchnerismo», enarboló y promovió en forma obstinada la primacía de la política de verdad, de una práctica que necesitaba la reivindicación del pragmatismo económico y la persistencia de una prédica en la lucha contra la antipolítica, que incluyó la demonización de la militancia, al mismo tiempo que encaró la reconstrucción de un Estado benefactor desguazado en esa oportunidad, primero por la Dictadura, luego por el menemismo y por el continuismo de la Alianza delarruista.
Se fue constituyendo, una virtuosa amalgama de las diversas vertientes del campo popular y las experiencias democratizadoras. El respeto por las minorías y la diversidad, las garantías ciudadanas, las libertades individuales y la no criminalización de la protesta social, todo eso es liberalismo político, no económico. Porque se recuperó el ejercicio de las instituciones, el protagonismo del Estado y la reposición del conflicto en la escena pública, la convocatoria a la movilización como reaseguro simbólico de las políticas públicas, el protagonismo de la plebe y sobre todo el movimiento de «ruptura» con la organización política dominante y de la reconstrucción de la comunidad política como sujeto colectivo, por eso la»pareja», integró el núcleo de los «nacionalismos populares», junto a Lula, Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, luego Pepe Mujica que supieron ser un bastión de resistencia contra el «imperio» cuando en Mar del Plata en la Cumbre de las Américas de 2005, lo frenaron «seco» al mismísimo George Bush, diciéndole en la cara a Bush «no nos vengas a patotear, Joe».
Por último podríamos decir, no es ni maquillaje ni copia de otro partido, porque no fue ni es la repetición de un pasado que vuelve como si nada hubiera ocurrido, sino la transformación social y cultural que significó el peronismo, porque de otra manera hubiera quedado presa del conservadurismo más rancio que significó el «duhaldismo» entreguista.
¿Será tan difícil de comprender la Historia reciente?