Podría el ciudadano común criticar a este gobierno por su política monetaria y por mantener un dólar alto ? ¿ le convendría hacerlo ?. Por lo pronto y si lo planteamos desde un costado individualista y coyuntural, podemos decir que sí, le convendría.
Un dólar a $ 3 no es lo mejor que le puede pasar al ciudadano que no tiene ni vacas, ni pozos petróleo ni plantaciones de soja. Ese dólar alto no le conviene, entre otras cosas porque no puede vacacionar barato en el exterior ni puede poner en práctica el “déme tres” y debe pagar todo más caro. Ergo, le convendría criticarlo y podría, pero…¿ DEBERÍA ?.
No debería entre otras cosas porque sin ese dólar alto y, como ocurrió en tiempos de Menem y de la dictadura militar antes, no habría ni fábricas, ni productores, ni trabajo. De modo entonces que, no criticar esta política monetaria, es la cuota parte de sacrificio, el aporte de los ciudadanos de a pié o como quiera llamársele para con el país y, por ende para con sus ciudadanos. Es el precio de intentar vivir en un país que nos contenga a todos, que integre, que no expulse.
En otras palabras, este dólar alto, les conviene a aquellos cuya actividad económica les permite exportar, vender sus productos en otros países. Esos sectores, mayoritariamente ligados al campo y los hidrocarburos están haciendo pingues negocios. Sin embargo y para sorpresa de aquellos que recién comienzan a recuperarse del vendaval económico que durante los 90 los dejó a la intemperie, esos sectores se quejan, conspiran, hacen paros, lockout y se niegan a realizar mínimos aportes para el conjunto de la sociedad exigidos por un Estado que ha desistido de seguir ausentándose como en la década anterior.
Todos aquellos que viajan a países fronterizos o viven en zonas de frontera, saben que, en cualquiera de los países vecinos, el combustible está bastante más caro que en la Argentina. Es decir, en nuestro país, el Estado obligó a las petroleras que operan en este territorio a tener precios diferenciales.
Con la carne, en cambio, un alimento básico de la canasta familiar, no resulta sencillo hacer lo mismo. Sectores del campo, no solo se niegan a la intervención del Estado en las políticas de precios, sino también a pagar las llamadas retenciones agropecuarias, algo así como un impuesto a la exportación de determinados productos.
EL DEBATE
En el último número del órgano oficial de la Federación Agraria Argentina, es decir, la más combativa de las organizaciones del agro, aquella que fue pionera en el enfrentamiento a las políticas neoliberales del menemismo, se señala con claridad cuál es el eje del debate. El autor, Pedro Peretti dice : “el debate agrario, incluido el ganadero, esta dominado por discusiones de fuerte contenido ideológico. Los sectores políticos de derecha han encontrado allí el refugio desde donde cuestionar las políticas públicas. Lo preocupante, es que no se cuestiona si estas están bien o mal instrumentadas, lo que se cuestiona es muy primario, podríamos decir precapitalista : es si el Estado debe o no intervenir en la economía. Es la expresión más cruda del neoliberalismo, del Estado ausente donde es pecado regular, intervenir, reglar. Ese es el verdadero debate agrario. Esto es lo que subyace tanto en el ruralismo cavernícola como en la derecha política (Macri, López Murphy, Pampa Sur, etc.)”. y sigue diciendo, “…en este debate se meten de lleno voceros de las multinacionales que venden paquetes tecnológicos, cuyo único objetivo es maximizar ganancias y aumentar los volúmenes de producción, sin importar ni respetar el interés general ni social”. Contundente.
Pero Peretti y a los efectos de tener claro quienes son los angurrientos y a propósito de la supuesta “desaparición de la oligarquía ganadera” aporta datos. Dice el columnista que el 60 % de los productores (116.332) tienen 100 vacas o menos. En tanto que solo el 5 % (9.695) poseen casi 23 millones de cabezas.
Con ese dato quedan claras varias cuestiones, entre ellas quienes son los que mandan y sacan réditos y quienes la fuerza de choque.