Con la tentación fácil siempre de hacer un psicoanálisis un poco salvaje, observamos con claridad que han operado cambios en su carácter. Del pibe buenito, sumiso, obediente y frágil, ha surgido poco a poco la figura de un líder decidido, guerrero, que de veras se parece a Diego. Esa transmutación parece haber emergido, de un modo más nítido, de la última Copa América. Muchos aventuraron que la metamorfosis respondió a la ausencia del “padre simbólico” que lo oprimía.
Freud decía que el yo se formaba por identificación (una imitación inconsciente) con rasgos de carácter de las personas perdidas. Más aún, como en este caso, cuando el duelo en el que transcurre este proceso se da con sujetos que han constituido un ideal del yo.
De ese modo es probable que Lionel haya asumido los emblemas legados de su antecesor. Muchos, la mayoría, celebramos con satisfacción esa modificación notable que lo convierte en un conductor más insolente, aguerrido, franco, desobediente.
En realidad, no todos. Para algún sector del periodismo de los medios hegemónicos Messi se ha transformado en un hombre vulgar y pendenciero. Se viralizó, sobre todo, una nota de un diario que afirmaba estas “boberías” dentro de un discurso que abundaba en el esquema Sarmientino de “Civilización o barbarie”. Los jugadores argentinos y sus comportamientos eran tachados, desde el púlpito, de “salvajes”, “violentos”, “feroces”, “indómitos”, entre otros adjetivos que lo aleja de la civilización racional y moderada, europea y rubia de los holandeses.
Tal vez no sea una novedad. Si uno escucha con un poquito de atención ese esquema ideológico que inauguró el padre de la educación argentina y que condicionó cierta interpretación de la historia, sobre todo aquella que ha pretendido justificar sometimientos y genocidios, forma una parte esencial del discurso de los periodistas deportivos de las multinacionales.
El futbol, los equipos, las conductas de jugadores e hinchas, el juego limpio, la conducta moral etc. de los europeos son siempre mejores y sin tachas, en comparación con los sudamericanos que, “incorregibles”, reproducimos incansablemente ese gen salvaje que nos viene de nuestros antepasados indios y gauchos. Lo notable de esta nota periodística, que ha tenido tan indignada repercusión, es que muestra el cipayismo al desnudo, indisimulado. Lo impresionante de esta nota, ella sí que vulgar, es el modo bárbaro y salvaje en que desnudan sus intereses, valores e ideologías, que lo separa violentamente del mito del periodismo independiente y objetivo, que lo muestra del lado de los imperios y las clases dominantes. Pero, tal vez lo más destacado y relevante es que muchas personas que han replicado acríticamente “la verdad” que esos medios han fijado como tales, tomaron conciencia, movidos por el ataque al ídolo, al menos por un momento, que mienten, manipulan y sirven a intereses que no son los nuestros.
Si así fuera ¡Que viva el fútbol!
(*) Psicólogo. MP243