Ancianidad

Argentina fue precursora en relación a los derechos de los adultos mayores.  Un 28 de agosto de 1948, se proclaman los derechos de la ancianidad, con la convicción de que era necesario trascender las meras declaraciones, la Fundación Eva Perón promovió la construcción de cientos de Hogares mixtos de Ancianos, presentando además a la legislatura el proyecto de ley que otorgaba pensiones a los mayores de 60 años sin amparo, ley que fue sancionada posteriormente.  Se conoce aquella fecha como el Día de la Proclamación de los derechos de la ancianidad.

 Meses más tarde, el 18 de noviembre de 1948, éstos derechos fueron proclamados también por la Asamblea General de las Naciones Unidas. De allí en adelante el resto de los países del mundo comenzaron a poner el foco en el tema de los adultos mayores

Los derechos de la ancianidad fueron añadidos a la Constitución de 1949. Luego derogados por el gobierno de facto autodenominado “Revolución Libertadora”. Pero aun así ya no había retroceso en el reconocimiento de que todo anciano y anciana tenía derechos inalienables, a saber:

-Derecho a: la asistencia, la vivienda, la alimentación, el vestido, el cuidado de la salud física y moral, al esparcimiento, al trabajo, la tranquilidad y el respeto.

 Largo fue el derrotero desde el SXX y lo que va del XXI, para que estos derechos sean alcanzados, con avances y retrocesos, poco a poco la ancianidad fue logrando la merecida tranquilidad y cuidado, luego de una vida construida en y por la comunidad.

En 1971 se crea el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, en un intento por dar respuesta a un problema que afectaba a la denominada tercera edad: la falta de atención médica y social por parte de sus obras sociales de origen, más conocido como PAMI – Programa de Asistencia Médica Integral.  Con los años, la sigla PAMI se convirtió en el ícono que identificó a la obra social de los jubilados y pensionados. Desde el 2009 se redefine como: «Por una Argentina con Mayores Integrados” Siendo hoy la Obra Social más grande de Latinoamérica, atendiendo a 5 millones de afiliados.

 Durante la pandemia se pudo ver lo poco que se tiene en cuenta la realidad física y cultural de los adultos mayores; luego de 40 días o más de fase 1, se habilitan los bancos, donde se agolparon los ancianos, que por franja etaria poseen escasos conocimiento de cajeros automáticos y homebanking, esto le consto el cargo a Alejandro Vanoli, por entonces titular del Anses. No fue el único desconocimiento de la realidad de los adultos mayores, hace pocos días el gobierno de la Ciudad de Bs. As. sin la menor aprehensión, maltrató visiblemente a los y las ancianas, en un vacunatorio más propio de animales camino al matadero que de personas con cuerpos cansados y enfermos, luego de una vida entregada al aporte constructivo a la comunidad. Hecho sin consecuencias aún.

 La pandemia llegó para recordarnos que los ancianos y ancianas son merecedores de nuestra mayor veneración. Porque fue ella la que nos puso barreras para abrazarles, y todos y cada uno de nosotras y nosotros, tomamos conciencia real que de nuestras conductas y actitudes dependía la supervivencia de los adultos mayores; de cuánto los necesitábamos y de cómo muchas veces eran maltratados y descuidados.

 Fue cuando se detuvo el tiempo, cuando nos dimos cuenta que esta ancianidad tiene derechos, que son privilegiados, no por casta ni riquezas, sino por derecho adquirido. Aun así, todavía somos testigos de profundos maltratos que no debieran ocurrir.

 Desde mediados del SXX, hace más de 70 años, los derechos de la ancianidad están proclamados, forman parte de las declaraciones de la ONU y también de un sin número de leyes, de nuestro país, que les garantizan que la última parte de su vida transcurra en paz y armonía.

El primer camino para reconocer y respetar la ancianidad, es la educación ciudadana. La historia nos posiciona como un país que ha estado a la vanguardia en la construcción de sus derechos, contar en las aulas esta historia, será el primer paso para que, quienes en el futuro deban ocupar cargos de decisiones públicas o privadas, no desconozcan los derechos de la ancianidad. La pandemia nos refrescó la memoria, y para quienes aún no puedan recordarlo, deberíamos como comunidad dejarlos en evidencia para que así todo adulto mayor, edad al que llegaremos antes o después, viva integrado y no segregado de la sociedad.

 

Lic. Verónica López

Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación.

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