Un 20 de julio por allá por 1969, la humanidad creía ver a un grupo de astronautas pisar la luna, hoy después de años de no haber logrado nunca más replicar la hazaña muchos siembran dudas sobre tal hecho. Pero eso poco importa en las mesas de café, vino, cervezas y pizzas, donde las personas de todas las edades, se juntan con sus pares y ríen como solo pueden reírse entre amigos, o lloran juntes como únicamente con ellos y ellas se dan la libertad de llorar.
Aquel 20 de julio un soñador argentino envió mil cartas a cien países del mundo, entusiasmado ante el extraordinario evento lunar (¿decir lunático o alucinante, también cabe no?) Enrique Ernesto Febbraro escribía: “Viví el alunizaje del módulo como un gesto de amistad de la humanidad hacia el universo y al mismo tiempo me dije que un pueblo de amigos sería una nación imbatible. ¡Ya está, el 20 de julio es el día elegido!” Nacía así el Día del Amigo.
El proceso de socialización es necesario en el crecimiento de la persona, la primaria es la que permite a les niñes relacionarse con otras personas en el mundo: aprender a escuchar, decir, esperar, otorgar, negociar, respetar y hacerse respetar, expresar sus emociones y controlar sus impulsos; estas y muchas otras son las habilidades que se desarrollan en el primer proceso de socialización. En una segunda instancia, la llamada secundaria, (hacia la adolescencia) se aprenden los roles y funciones sociales en diferentes ámbitos: familiar, laboral, etc.; en ambos casos la escuela cumple la función de laboratorio de ensayo. Allí se experimenta, se prueba y se va autodefiniendo la personalidad que estructurará la vida adulta de las personas.
Según Robert A. LeVines[1] son tres las perspectivas de análisis del proceso de socialización:
- La Antropológica cultural: es lo que se llama enculturación, es decir la interiorización de la cultura, es así como el desarrollo cognitivo y la socialización actúan conjuntamente en ese proceso.
- La Sociológica: es el aprendizaje de las funciones sociales y la adaptación a las normas de convivencia.
- La Psicológica: según algunas de las corrientes de esta ciencia, es el proceso conflictivo de represión de los impulsos, de manejo del egocentrismo y/o de aceptación de las normas para ingresar al mundo adulto y construir el sentido de pertenencia.
Se le suma a esto, en el transcurso de las dos últimas décadas, el auge vertiginoso de las redes sociales. Muchos estudios analizan cómo la interacción en el mundo de la virtualidad hace aflorar diferentes aspectos de la personalidad que cada vez cuesta más controlar y paso a paso amplían el campo científico.
Hoy, en el ámbito escolar se puede observar con asombro como se ensancha la brecha de socialización entre quienes acceden a la virtualidad y quiénes no. La pandemia dejo al desnudo de forma descarnada el rol de la escuela y la interpela en todos y cada uno de sus aspectos.
Muchos psicólogos infantiles han expresado la necesidad de la presencialidad, para el desarrollo de la personalidad de niñes y adolescentes. Pero, por otra parte, se da una doble paradoja, por un lado, se expone la presencialidad como una necesidad para el conocimiento, siendo que, históricamente niñes y adolescentes, en su gran mayoría se han resistido a la escolaridad, (quien no recuerda la negación al aula y la tarea), sin embargo, la escuela era la alegría de los recreos, educación física y artística. La otra paradoja es que, siendo la era de los nativos digitales, de los grandes usuarios de las redes, de los miles de like, cientos de fueguitos, de los productores en tiktok; se niegan a conectarse a las clases virtuales. Entonces ¿Qué está pasando con la escuela?
Cuando se habla de los agentes de socialización, la escuela ocupa el segundo lugar, después de la familia. Pero casi todos los aspectos referidos a la socialización, que se desarrollan y “aprenden” en la escuela, son aleatorios, es decir son un efecto colateral, a saber: en lo que refiere a normas de convivencia, únicamente abarcan aquello que tiene que ver con la disciplina y la autoridad, poco se aborda la educación emocional, y nada o casi nada el autoconocimiento. La escuela solo cobra sentido en el “aprendizaje” del contenido científico devenido en contenido escolarizado.
¿No será tiempo de replantearse que la escuela debe revertir el orden de los factores, y que el resultado de la ecuación debería pensar en resolver los problemas del sentido de la vida y su relación social entre los seres humanos? Y que de ello devengan los contenidos científicos, como contenidos consecuentes.
Pensar a la escuela como el espacio real de desarrollo de la persona, en todas las variables que la estructura física, cognitiva y emocional requieren y que, como consecuencia de ello, emerja una sociedad donde cada una, uno y une tenga sentido de integración y pertenencia, sería la gran revolución. Eso permitiría superar la que se pensó en el S.XIX, donde la persona es una consecuencia de la sociedad que se pretende, en tal caso, disciplinada, consumista y depredadora, esa escuela, está claro que no está resultando.
El Día del Amigo tal vez sea más necesario, en el día a día del crecimiento y desarrollo de las personas de lo que se está valorando actualmente en el ámbito escolar.
Lic. Verónica López
Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación
[1] Robert A LeVines: 1945-2019. EE.UU. Psicólogo Social. Dr. en Psicología