Alimentación, tierra y trabajo

La importancia de reconocer el trabajo de la pequeña horticultura no solo tiene sustento en la reivindicación del retorno a una producción sustentable y cuidadosa de la naturaleza, sino que la soberanía alimentaria depende fuertemente de la capacidad que las sociedades tengan de contrarrestar el avance del monopolio mundial sobre la producción de semillas.

Activistas y agricultores luchan en Europa y África para que la legislación sea más favorable para poder utilizar semillas propias y así alimentar a sus familias y producir variedades locales que puedan vender en el mercado. El mayor interés por las explotaciones pequeñas y el consumo local puede representar una oportunidad para proteger el sistema de semillas de los pequeños agricultores. Una práctica habitual y legal era que los productores guardaran y vendieran semillas, pero fue desplazada con la llegada del desarrollo industrial al sector agrícola.

La horticultura nace hace unos 13.000 años.  Fue el comienzo de las sociedades sedentarias, la domesticación de ganado, el surgimiento de los primeros asentamientos que, ubicados sobre tierras fértiles, garantizaron buena producción de alimentos y el consecuente aumento poblacional, convirtiendo pequeños poblados en ciudades. La selección e incorporación a la dieta de nuevas especies, los descubrimientos de propiedades medicinales de algunas plantas, permitieron a hombres y mujeres mejorar la calidad de vida.

Hoy en día, como actividad agrícola, y según la Secretaría de Comercio Interior, la horticultura en Argentina abarca alrededor de 500.000 hectáreas, produciendo alrededor de 10 millones de toneladas por año. Es una actividad muy dinámica, intensiva e importante desde el punto de vista de la soberanía alimentaria, económica y social.

Científicos y activistas están preocupados.  El 60% del mercado mundial de semillas está controlado por solo tres empresas. Tres compañías que tienen la libertad para decidir precios, variedades, condiciones de crecimiento, además de la influencia que ejercen sobre gobiernos y legislaciones. Esto es motivo de intranquilidad en varias regiones, específicamente en aquellas donde la seguridad alimentaria sigue siendo un reto, como centro y sur de América y gran parte de África.

El precio de los alimentos no depende solo de la mercantilización de los mismos, sino también de los monopolios concentrados que manipulan el mayor rendimiento, sin medir los destrozos ambientales y los graves efectos sobre la salud.

 

Lic. Verónica López

Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación

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