ALFONSIN NO FUE UNA NOVELITA ROSA

Ese solo pero inconmensurable acontecimiento lo preservará del olvido. Esa acción, tendrá su lugar en la historia. Ella, suele dejar pintados los trazos gruesos.
Claro que, para no variar, tuvimos un problemita, nuestro carácter espasmódico, la ciclotimia, la dificultad para distinguir el bosque en vez de ver unos pocos arbolitos.
Es imposible obviar esa incapacidad brutal, pasar por alto que, muchas veces, somos más crueles e interesados que justos.
Como olvidarnos cuando Alfonsín debió subirse a un púlpito de la Iglesia para contrarrestar las diatribas de un cura que, en representación de lo más granado de la cúpula eclesial (la misma que había bendecido los vuelos de la muerte), no emitía un mensaje de paz y armonía como se supone debía hacer un religioso, sino un mensaje político, mentiroso, acusador y atentatorio contra la gobernabilidad que, en ese momento estaba siendo jaqueada. ¡ que autoritario, que soberbio ! diría hoy nuestra gran prensa.
Como no recordar cuando se nos quería hacer creer a los argentinos que la endemoniada “coordinadora” alfonsinista quería cambiar nuestro estilo de vida con la ley de divorcio. Un gobierno que disfruta haciendo enfrentar a la sociedad. Así se diría hoy, ¿no?
O cuando lanzó en 1985 el debate educativo a través del Congreso Pedagógico Nacional e instaló nuevamente la importancia de distinguir entre la educación laica y libre y armó un revuelo en el que, los sectores más virulentos de la Iglesia salieron a crucificarlo y a instar a su feligresía a construir una valla que impida el paso de ese proyecto en el que, encima, se pretendía involucrar a toda la sociedad. ¡ que peleador!! ¿no era momento, verdad ?
Podemos acaso obviar que Alfonsín debió padecer a su Vice Martínez, el cordobés que, sin rubor, conspiraba junto a los enemigos del gobierno. No llegó a mucho, pero también por esos días se fantaseaba con que quede al frente de un gobierno para lo que no había sido elegido. Siempre cortar camino fue la táctica privilegiada de lo peor de esta sociedad.
Como olvidarnos de los dardos envenenados de la Sociedad Rural, cuando el entonces presidente intentaba o promovía tímidas políticas públicas que afectaban esos intereses económicos. O cuando su ministro Grispun amenazaba poner las cosas en su lugar y amagaba con analizar la deuda externa para poder comenzar a pagar la interna.
Como olvidar cuando Domingo Cavallo (un hombre ligado al establisment, y a la dictadura militar), viajó a los EE.UU. con el objeto de operar contra el ya débil gobierno, al que le produjo un golpe financiero mortal que derivó en una hiperinflación y en la huida del gobierno y que, a quienes más afectó, como de costumbre, fue a los sectores sociales más desprotegidos, que luego, terminaron votando a su verdugo.
Una partecita de nuestra historia reciente en la que, los sectores de siempre, lograban detener cambios elementales. Claro que, es imposible obviar el papel jugado por el entonces principal partido opositor, el justicialismo. El impulso a los 13 paros obreros, fue concomitante con el silencio cómplice frente a la avanzada que los sectores de la derecha más recalcitrante hacían contra ese gobierno popular.
Que se trató de una simple jugada política partidaria quedó demostrado con la asunción del menemismo, el desguace de los bienes del Estado y los millones de trabajadores despedidos y librados a su suerte.
Cualquier semejanza con la actual situación es pura coincidencia.
No es el único, tampoco el último, pero Alfonsin fue un exponente de esta picadora de carne construida por los mismos que hoy no tienen empacho en decir que Alfonsin es lo mejor que nos pudo pasar. Los grandes medios de comunicación entre ellos.
Pero para que irnos tan lejos. En tiempos de las intentonas golpistas del carapintada Aldo Rico y Cía, la radio local no tenía tiempo para atender a los representantes de la democracia, no había espacio para ellos, ni para los miles que se movilizaban frente al municipio en Plaza 25 de Mayo, dispuestos a defender la democracia. Sí había aire para las proclamas golpistas con las que nos amenazaba el terrorista desde un cuartel de Monte Caseros.
Claro que, esta sociedad suele tardar muchos años en comprender los fenómenos sociales y políticos y en valorar con justeza a sus líderes o personas destacadas. Nosotros además, somos, debemos reconocernos, una sociedad muy proclive a sumarse a los cantos de sirena, y a los coros interesados de personajes y sectores que solo buscan horadar el poder de aquellos a quienes ven como un peligro para sus mezquinos intereses. Sobre todo si esos cantores son promovidos como “serios” por medios de prensa que, obviamente, integran esa “sociedad” que tiene especial cuidado en no exponer claramente los intereses que defiende.
Son esas usinas de poder que, cuando el pueblo las descubre, suele ser demasiado tarde. Esas usinas no son ni por cerca celosas custodias de la coherencia o de preservar sus imágenes, a esas usinas solo les interesa el “mientras tanto”. Es que, en ese mientras tanto, ese pueblo, ignorante del alcance final de sus acciones, termina por destruir en vida (lo que en verdad interesa a esos cantores) a quienes luego de muertos reivindica.
Como otros, tenemos mil cosas para criticar a ese primer gobierno democrático, podemos hablar de las leyes de la impunidad, de la “economía de guerra” y del plan Austral, del primavera, del Felices Pascuas, de las defecciones en materia política, de haber sido promotor de Angeloz, de no haber recibido nunca a las Madres de Plaza de Mayo, en fin, muchos hechos criticables, más de los que aquí se señalan incluso, pero nada de todo eso nos llevará a ser más crueles que justos. Mucho menos hoy, cuando vemos que en mucho, la historia se repite de un modo que lastíma.
Alfonsin representó quizá, la última etapa de lo mejor de la política argentina del siglo pasado, la que se identificaba con militantes de las ideas, con hombres y mujeres que, equivocados o no, representaban un proyecto de país, de sociedad, la de partidos populares ligados a intereses colectivos, no a simples apetencias personales. La política, no como la simple tranza, el arribismo, el negocio de lo público y el brutal choreo de las arcas del Estado. Alfonsín es identificable con la época en que la política estaba vista como la ciencia social más abarcativa y única capaz de producir transformaciones. Después vino Menem.
Descanse en paz presidente.

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ALFONSIN NO FUE UNA NOVELITA ROSA

Ese solo pero inconmensurable acontecimiento lo preservará del olvido. Esa acción, tendrá su lugar en la historia. Ella, suele dejar pintados los trazos gruesos.
Claro que, para no variar, tuvimos un problemita, nuestro carácter espasmódico, la ciclotimia, la dificultad para distinguir el bosque en vez de ver unos pocos arbolitos.
Es imposible obviar esa incapacidad brutal, pasar por alto que, muchas veces, somos más crueles e interesados que justos.
Como olvidarnos cuando Alfonsín debió subirse a un púlpito de la Iglesia para contrarrestar las diatribas de un cura que, en representación de lo más granado de la cúpula eclesial (la misma que había bendecido los vuelos de la muerte), no emitía un mensaje de paz y armonía como se supone debía hacer un religioso, sino un mensaje político, mentiroso, acusador y atentatorio contra la gobernabilidad que, en ese momento estaba siendo jaqueada. ¡ que autoritario, que soberbio ! diría hoy nuestra gran prensa.
Como no recordar cuando se nos quería hacer creer a los argentinos que la endemoniada “coordinadora” alfonsinista quería cambiar nuestro estilo de vida con la ley de divorcio. Un gobierno que disfruta haciendo enfrentar a la sociedad. Así se diría hoy, ¿no?
O cuando lanzó en 1985 el debate educativo a través del Congreso Pedagógico Nacional e instaló nuevamente la importancia de distinguir entre la educación laica y libre y armó un revuelo en el que, los sectores más virulentos de la Iglesia salieron a crucificarlo y a instar a su feligresía a construir una valla que impida el paso de ese proyecto en el que, encima, se pretendía involucrar a toda la sociedad. ¡ que peleador!! ¿no era momento, verdad ?
Podemos acaso obviar que Alfonsín debió padecer a su Vice Martínez, el cordobés que, sin rubor, conspiraba junto a los enemigos del gobierno. No llegó a mucho, pero también por esos días se fantaseaba con que quede al frente de un gobierno para lo que no había sido elegido. Siempre cortar camino fue la táctica privilegiada de lo peor de esta sociedad.
Como olvidarnos de los dardos envenenados de la Sociedad Rural, cuando el entonces presidente intentaba o promovía tímidas políticas públicas que afectaban esos intereses económicos. O cuando su ministro Grispun amenazaba poner las cosas en su lugar y amagaba con analizar la deuda externa para poder comenzar a pagar la interna.
Como olvidar cuando Domingo Cavallo (un hombre ligado al establisment, y a la dictadura militar), viajó a los EE.UU. con el objeto de operar contra el ya débil gobierno, al que le produjo un golpe financiero mortal que derivó en una hiperinflación y en la huida del gobierno y que, a quienes más afectó, como de costumbre, fue a los sectores sociales más desprotegidos, que luego, terminaron votando a su verdugo.
Una partecita de nuestra historia reciente en la que, los sectores de siempre, lograban detener cambios elementales. Claro que, es imposible obviar el papel jugado por el entonces principal partido opositor, el justicialismo. El impulso a los 13 paros obreros, fue concomitante con el silencio cómplice frente a la avanzada que los sectores de la derecha más recalcitrante hacían contra ese gobierno popular.
Que se trató de una simple jugada política partidaria quedó demostrado con la asunción del menemismo, el desguace de los bienes del Estado y los millones de trabajadores despedidos y librados a su suerte.
Cualquier semejanza con la actual situación es pura coincidencia.
No es el único, tampoco el último, pero Alfonsin fue un exponente de esta picadora de carne construida por los mismos que hoy no tienen empacho en decir que Alfonsin es lo mejor que nos pudo pasar. Los grandes medios de comunicación entre ellos.
Pero para que irnos tan lejos. En tiempos de las intentonas golpistas del carapintada Aldo Rico y Cía, la radio local no tenía tiempo para atender a los representantes de la democracia, no había espacio para ellos, ni para los miles que se movilizaban frente al municipio en Plaza 25 de Mayo, dispuestos a defender la democracia. Sí había aire para las proclamas golpistas con las que nos amenazaba el terrorista desde un cuartel de Monte Caseros.
Claro que, esta sociedad suele tardar muchos años en comprender los fenómenos sociales y políticos y en valorar con justeza a sus líderes o personas destacadas. Nosotros además, somos, debemos reconocernos, una sociedad muy proclive a sumarse a los cantos de sirena, y a los coros interesados de personajes y sectores que solo buscan horadar el poder de aquellos a quienes ven como un peligro para sus mezquinos intereses. Sobre todo si esos cantores son promovidos como “serios” por medios de prensa que, obviamente, integran esa “sociedad” que tiene especial cuidado en no exponer claramente los intereses que defiende.
Son esas usinas de poder que, cuando el pueblo las descubre, suele ser demasiado tarde. Esas usinas no son ni por cerca celosas custodias de la coherencia o de preservar sus imágenes, a esas usinas solo les interesa el “mientras tanto”. Es que, en ese mientras tanto, ese pueblo, ignorante del alcance final de sus acciones, termina por destruir en vida (lo que en verdad interesa a esos cantores) a quienes luego de muertos reivindica.
Como otros, tenemos mil cosas para criticar a ese primer gobierno democrático, podemos hablar de las leyes de la impunidad, de la “economía de guerra” y del plan Austral, del primavera, del Felices Pascuas, de las defecciones en materia política, de haber sido promotor de Angeloz, de no haber recibido nunca a las Madres de Plaza de Mayo, en fin, muchos hechos criticables, más de los que aquí se señalan incluso, pero nada de todo eso nos llevará a ser más crueles que justos. Mucho menos hoy, cuando vemos que en mucho, la historia se repite de un modo que lastíma.
Alfonsin representó quizá, la última etapa de lo mejor de la política argentina del siglo pasado, la que se identificaba con militantes de las ideas, con hombres y mujeres que, equivocados o no, representaban un proyecto de país, de sociedad, la de partidos populares ligados a intereses colectivos, no a simples apetencias personales. La política, no como la simple tranza, el arribismo, el negocio de lo público y el brutal choreo de las arcas del Estado. Alfonsín es identificable con la época en que la política estaba vista como la ciencia social más abarcativa y única capaz de producir transformaciones. Después vino Menem.
Descanse en paz presidente.

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