Se trata de una generación de educadores, madres, padres, adultos en general, que están tratando de entender qué hacen los chicos con los dispositivos tecnológicos.
Se establece una especie de cerco entre el mundo digital y el mundo real, como si fueran muy diferentes.
Los expertos enfatizan que hay que desterrar esa concepción de mundos escindidos. Si se piensa que los jóvenes de la nueva generación suelen pasarse varias horas frente a las pantallas, en casa, en casa de amigos o en la escuela y que cuando los adultos preguntan, ¿Qué hicieron? ¿Cómo la pasaron?, nada se interroga en relación a las horas frente a los dispositivos. Es como que no pasó absolutamente nada frente a ellos.
Tal vez, deseamos que no pase nada, para evitar preguntar por ese mundo que no se entiende.
En el mundo digital pasan muchas cosas que tienen consecuencias en el mundo real.
Ante el posible descontrol y el pudor de no saber, esperamos que alguien venga a iluminarnos y decirnos cuales son las herramientas que hay que utilizar para poder controlar lo que los chicos hacen en Internet y bloquear ciertos contenidos, pero que se piensan solo como formas de limitar, sin mediación de diálogo.
Especialistas en seguridad informática, relatan que reciben preguntas del tipo ¿Qué hago o que debo bajar para tratar de que mis hijos utilicen menos la Tablet, la PC o el celular? Los adultos pedimos consejos y también contamos las veces que termínanos bloqueando o utilizando herramientas para hacerlo, como si esa fuera la solución.
Los “exiliados analógicos”[1], una generación que no tiene idea o que no vivió lo que están viviendo los más jóvenes, son los que tendrían que problematizar los contenidos de la virtualidad, cuestión que no tiene que ver solamente con la limitación técnica.
¿Dónde se está más seguro? ¿en un boliche o en una habitación?
Los consejos para estar en el mundo real, son conocidos. Hay un mundo real en el que hay que tener cuidados. Por el contrario, no se interpela el mundo virtual. Quizás, ese mundo, genera preocupación solo cuando suceden algunas cosas.
Los adultos debemos pensar en aquello que no hemos pensado. Es un mundo al que nos tenemos que acercar para poder entablar diálogos con los jóvenes y con las futuras generaciones de otra manera y, sobre todo, saltear ese no saber, que paraliza y enoja, para lograr un acercamiento al mundo digital que tanto entusiasma a las nuevas generaciones.
¿No habrá que empezar a interpelar e intentar ver cómo hacemos para tener un uso crítico de las herramientas digitales? ¿Cómo ayudar y tratar de orientar a los más jóvenes para que hallen este camino?
Las preguntas y respuestas a cómo es una crianza digital[2] no debe ser solamente en términos técnicos, es decir, bajarse el control parental[3], supervisar las cuentas, etc., sino que lo importante es ir sobre discusiones de fondo, interpelar, problematizar, indagar.
Los expertos analizan tres ejes fundamentales: los daños que suceden en Internet no quedan solamente allí. Las víctimas que están en Internet son víctimas reales. En segundo lugar, es la escala del mensaje, tanto para los que emiten como para quienes reciben. Las redes permiten que un mensaje escale y se amplifique. Por último, los riesgos en lo virtual no tienen fronteras y son mayores por la cantidad de posibilidades que presenta. Un costado muy oscuro que hay que clarificar y dimensionar. Pero sobre todas las cosas, pensar que existen personas detrás.
La comunicación, colaboración, creatividad y pensamiento crítico son necesidades para responder a las demandas de la Sociedad de la Información y el Conocimiento. Como adultos responsables de nuevas generaciones, contar con estas habilidades permitirá no solo vivir y trabajar, sino también relacionarse de forma comprometida, segura y ética con las tecnologías y los contenidos que circulan en Internet.
Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación