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Al alcance del bolsillo popular pero al margen de toda norma sanitaria

Un “choripan al paso” se puede adquirir en muchos lugares. Además de los tradicionales como San Lorenzo y Eva Perón o avenidas Tavella o Diamante, ahora también se pueden adquirir en la Costanera o en las inmediaciones del Corsódromo.

Pero los “choripaneros” informales no cumplen con una ordenanza de 2004 que establece varios requisitos: “instalaciones fácilmente transportables ante la necesidad de un rápido desplazamiento por lo que su estructura estará diseñada para cumplir la función de \”trailer\”, mediante la colocación de ruedas neumáticas sobre un eje como mínimo, y contará con luces reglamentarias, escalones o rampas para ascenso y descenso de los usuarios, iluminación adecuada, terminaciones de pisos, paredes y techo impermeables, la parte que se encuentre en contacto con alimentos deberá estar forrada con acero inoxidable”, etc.

Además debe proveer de agua potable para uso y consumo humano, es decir para beber, higienizarse, y/o preparar alimento, piletas y desagües, electricidad: deberá contar con cableado revestido en PVC, etc.

No obstante, Argüello puso el acento en los vendedores de sandías. “No está permitido, es una competencia desleal porque no tienen las condiciones que se les pide justamente a las verdulerías”, acotó. Entre ellas, un local con piso y cielorraso, paredes impermeables con azulejos o pintura lavable, piletas para lavar la mercadería, libreta sanitaria del vendedor y la ficha de inspecciones de Bromatología.

En cambio, en los lugares donde se ofrecen sandías como la esquina del Club Hípico o la cuadra de la UNER, además de otros puntos, no tienen “absolutamente nada”. A veces ni siquiera hay responsables mayores y se puede encontrar a menores de edad vendiendo, dijo Argüello, lo que equivale a infringir la ley nacional de trabajo infantil. No obstante, Bromatología labra el acta a una persona mayor y el Juzgado de Faltas es el que establece las multas.

Con temperaturas de 38º a la sombra, las sandías corren riesgo de echarse a perder. Además del riesgo que implica comer una fruta en mal estado, desde Bromatología aseguraron que es “una contra para ellos porque es un producto no comestible”.

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