AGUANTAR LOS TRAPOS

Conozco a Ramón que, entre otros emprendimientos, se  dedica part- time  a esa actividad. Antes  se ponía a la salida del súper. Ayer lo encontré en la peatonal, ahora se coloca a la salida del cajero. Te da una tarjetita, no te la “tarifa, pero uno supone, con un mínimo de decencia,  que debe retribuir ese gesto. Me dio dos ayer. Tenían frases del Día de la Madre: “Dale una de tu parte a tu señora y la otra se la regalo yo, como no tengo madre”, me dijo. La venta de medias y bolsas de consorcio ha sido otros de los rubros empresariales que ha acometido con escaso éxito. A veces me consulta porque le cuesta sacar números, costos, ganancias, contabilidades difíciles para quien no ha sido muy bien acogido por la escuela. Ese negocio termina casi siempre dando pérdidas. El anda solo en el centro. Igual parece siempre contento, a los gritos,  con una sonrisa que parece dibujada. No le veo pinta de “amedrentar o intimidar” a los conductores cuando cuida los autos. Tampoco de  pertenencia a organizaciones delictivas. Si lo fuera, constituiría otro de sus fracasos, tomando en cuenta que  muchas veces duerme en el huequito de un negocio, con cartones debajo y arriba si hace frío: “Cuando en lo de Silvia está lleno y no hay lugar”.

La otra vez, cuando también circuló esa pulida idea de sacarlos de la vía pública, me dijo  que entonces, si así fuera, si no quedara alternativa, “nos deberían dar trabajo, para que no tengamos que salir a robar”. Con poquito ya era más razonable que los proyectos de ordenanza sobre el tema.

A Griselda la conozco un poco más. Un día hizo un “clic”. Harta ya de estar harta se cansó de los abusos de la calle, donde se  ofrecía con vergüenza. Dio  un golpe de manos y se puso un chalequito naranja, que en principio le negaban y cambió la vida. Mate en mano desempeñaba con seriedad, respeto y compromiso esa tarea honesta, ahora, de vigilancia.

Sorprende que el proyecto de  ordenanza alcance  a los “limpiavidrios” y malabaristas. No sé, en ese caso, cuál sería el problema. ¿Sería porque el paisaje afearía la visión de los turistas?

Al límite de la hipocresía, refiere el proyecto, con respecto a los malabaristas, que es para protegerlos de los daños que se pudieran hacer.  Propone además prohibir las actividades “circenses”.

El circo es  belleza  en la vía pública, igual que todo el arte, como el espectáculo maravilloso desplegado por los intrépidos músicos, dibujantes, estatuas vivientes y pintores, que enclavan sus escenarios en la peatonal, sobre todo.

Al menos es un paisaje  más estético… Si se trata de la  “apropiación del espacio público” que las mesas y sillas de los bares, en las veredas y plazas, cuyo permiso se ha de otorgar, sospecho, con más beneplácito y condescendencia.

¿Por qué prohibirlos?  Porque representa  “la apropiación ilegal y tarifada de la vía pública con fines lucrativos” dice el proyecto. Ojalá ese exceso de formalidad se aplicara a los que roban las tierras y los lagos  en la Patagonia.

Además  los fines de esos sobrevivientes de la calle, no son “lucrativos”, sino de subsistencia. Hacen “malabares”, literalmente, para comer. No son empresarios que lucran, evaden, negrean. Estas actividades constituyen, para ellos, el  último resquicio de dignidad, en la frontera abismal de  revolver la basura o incursionar en los arrebatos, porque no quieren verse así. Resisten hasta lo último.

Acaso no se vea eso. Acaso sea difícil de percibir por aquellos que creen que el problema son los pobres y no la pobreza, por aquellos que no entienden que la pobreza es un emergente de la desigualdad y de la concentración, en pocas manos, de la riqueza. Y que esa desigualdad ha sido producto de las políticas neoliberales.  Capaz  que habría que avisarle que los “trapitos”, como se los denomina con una rabiosa carga discriminatoria, son los emergentes de esas políticas que producen miseria y hambre. Tal vez haya que pedirles un mayor esfuerzo de pensamiento, de elaboración de otras respuestas, de producción de ideas más fértiles y creativas. Que los proyectos no sean siempre prohibir, castigar, echar  y excluir a los pobres.

 

(*)Psicólogo. MP243

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