Si se repitiera el promedio del año pasado, la AUH treparía a 240 pesos por niño, y es compatible con el actual ritmo de aumento de la Canasta Básica Alimentaria, que en el primer trimestre, según el Indec, trepó un 9,6 por ciento. Así las cosas, el ajuste de la asignación universal previsto tiene una doble propiedad.
– Es automático y no discrecional.
– Se engancha la actualización a la discusión y disputa de la organización gremial, redundando en un agregado de capital social a los hogares beneficiarios que son también tutelados en sus ingresos por las organizaciones gremiales tradicionales y la CGT.
De ese modo, la actualización prevista tiene el beneficio adicional de expandir el universo de representación de la Central de Trabajadores hacia el territorio informal (hoy, en materia de representación gremial, verdadera “tierra de nadie”), por la vía de la actualización del beneficio. Se ensanchan así las fronteras democráticas y avanza la construcción de ciudadanía social, al ingresar –aún parcialmente– a la representación y tutela sindical el segmento de trabajadores informalizados. Es cierto que el incremento de las asignaciones familiares de los trabajadores formales lo decide el Poder Ejecutivo y lo instrumenta a través de una resolución de la Anses, pero los sindicatos participan activamente de la discusión por la recomposición de ese beneficio y ahora, indirectamente, también de la AUH.