A menos de un mes del homicidio de un remissero, roban y golpean a otro chofer

El caso sucedió el domingo, en una de las horas pico, cuando una gran cantidad de turistas dejaban la ciudad luego del fin de semana largo por Semana Santa. Sentado en el móvil 14 de la empresa Remis Plaza, Moya mostró los signos de la violenta golpiza que recibió y que dejó marcas en su rostro, camuflado detrás de un gorro y lentes oscuros.

En diálogo con ElDía, Moya relató cómo ocurrieron los hechos que lo dejaron tirado en el piso, todo ensangrentado, a un costado de la Ruta provincial 16. “La Terminal estaba llena de gente. Vino una pareja y me preguntó cuánto salía un viaje a Larroque. Averigüé el precio, se los pasé y tras peleármelo, se subieron.”, indicó.

Fueron tres los agresores, una pareja que se sentó en el asiento trasero y un hombre que se acomodó en la butaca de acompañante del Corsa blanco. “El viaje fue normal”, relató la víctima que hasta el momento en que llegó a destino nunca imaginó que esos jóvenes de menos de 30 años se iban a convertir en los autores de una brutal golpiza.

“Cuando estoy llegando me dicen ‘acá está bien’, estaciono a un costado de la ruta, en la última curva antes de entrar a Larroque, a la altura de un criadero de pollos, y en eso recibo un culatazo en la cabeza”, contó Moya, y mostró la inflamación que le dejó el golpe en la nuca.

El remisero nunca observó con qué le pegaron, pero no le caben dudas que se trató de un arma de fuego. De ahí en más todo sucedió en una cuestión de pocos segundos. Moya comenzó a recibir golpes de la pareja que estaba sentada detrás como del hombre a su lado. Eran golpes que no distinguían ninguna parte del cuerpo.

“El de atrás se bajó y me sacó del auto y en el piso comenzaron a patearme la cara, mientras que otro me sacó la billetera con la recaudación”, se lamentó Moya, todavía con la impotencia de que le llevaron los 900 pesos que había hecho durante su jornada de trabajo.

Cuando logró recuperarse y quitarse la sangre que le bañaba el rostro, sus atacantes habían desaparecido. Todo sucedió al costado de la ruta, sin la suerte de que alguien pudiera pasar para auxiliarlo. Moya se recuperó, se subió a su auto y avisó a los efectivos policiales que realizaban un control vehicular en el triángulo de ingreso a Larroque, a unos 300 metros de donde abandonaron el rodado los tres delincuentes.

Moya tiene 46 años y desde hace 12 trabaja en el rubro. Es la primera vez que le ocurre un hecho de estas magnitudes. “Lo único que quería era volver”, agregó y comentó que tras avisar a los policías se dirigió rumbo al Hospital Centenario para curarse las heridas. Sobre sus agresores no ha tenido ninguna novedad.

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