A 7 años de la histórica promesa, El Silencio sigue esperando las viviendas

Ya pasaron siete años desde la primera vez que se anunciara un plan de 80 viviendas para el Barrio El Silencio y éstas no se han construido. La aclaración, es necesaria, porque si buscamos brevemente en Internet, notaremos que la obra fue anunciada tantas veces, a lo largo de siete años, que cualquier distraído podría pensar no solo que ya fue realizada, sino que incluso se replicó varias veces. Pero no, la obra de 80 viviendas del barrio El Silencio no se hizo: En su lugar, se está ahora a la espera de que una empresa constructora comience con la obra de 68 viviendas, que no son las mismas 80 que ya se habían anunciado y que no se hicieron, sino que responden a un nuevo pedido de obra que se inició en 2009 por el programa de erradicación de villas; cuatro años después del anuncio de las famosas 80 que nunca se hicieron.

Estas 68 viviendas, que según el titular de la dirección Municipal de Vivienda Luis Davila, comenzarán a construirse dentro de los próximos 30 días, ya tienen nombre y apellido, y no serán sorteadas, sino que cada vivienda fue construida de acuerdo a las necesidades que las familias adjudicatarias tenían en 2009 y que en la mayoría de los casos ya no son las mismas. Según precisó Dávila a DIARIOJUNIO, “hay viviendas de dos y de tres dormitorios”. No obstante en un barrio donde hay 130 familias, es evidente que buena parte de los vecinos continuarán viviendo en las mismas condiciones de precariedad.

En rigor, vale aclarar que la población del barrio aumentó notablemente en los últimos años, y según refirió el propio Dávila, en el barrio “ya no quedan terrenos. Lo más adecuado sería limitar el barrio a estas viviendas que se van a construir y el resto de los vecinos ver como se reubican”.

En diálogo con DIARIOJUNIO, Dávila además precisó que las viviendas ya están aprobadas, y está hecha la licitación; “lo único que falta es que el Gobierno Nacional deposite el 15% del monto total de la obra para que la empresa, en el plazo de 30 días desde el depósito, comience a trabajar”.

Todo parece indicar que esta vez, sí se van a construir las viviendas, pero sin embargo, los vecinos ya no se fían de nada.

Y no es para menos, esperaron durante siete años las tan ansiadas 80 viviendas que al final fueron 68, y que aun no se construyen.

De las 62 familias que no serán beneficiadas, podemos restar unas 5 que tienen viviendas de material, y el resto seguirá viviendo en casillas de madera, las más precarias que pueden verse. (Ver fotos)

La manera en que la promesa de la futura construcción de viviendas sirve de excusa para casi todo, alcanza ribetes increíbles. En más de una oportunidad, y durante 7 años, esas futuras 80 viviendas, fueron el caballito de batalla de dos presidentes municipales, para responder a la prensa cuando se preguntaba sobre el barrio El Silencio. Increíblemente, aún lo son.

Cuando DIARIOJUNIO recorrió hace dos sábados el barrio, y consultó por la situación de una familia en particular; una madre que vive con dos bebes en una casilla desvencijada por donde el frío y el viento se cuelan entre las maderas que le faltan; la respuesta que nos comunicaron los vecinos es que “como nos van a hacer las casas de material no le pueden dar una casilla ahora”, la respuesta lógica, e inmediata del vecino, y la que hicimos como periodistas fue idéntica: “¡Pero la gente está pasando frío ahora!”

UN CASO TESTIGO
El tema con las viviendas en el Silencio no es más que una de las tantas políticas donde el Estado llega tarde y mal. Pero el Estado no es el único que le pifia cuando se trata de abordar la pobreza en El Silencio.

Recorremos las calles de tierra del barrio, y vemos, hablamos, con chiquilines que juegan con la basura; están descalzos, o en medias, y muy desabrigados; incluso uno de ellos, un gurisito de unos 3 años, tenía una remera como única prenda, y el resto de su cuerpo desnudo. Hacía frío y los pibes, medio desnudos.

Les pregunté si no tenían zapatillas, y la mayoría contestó que si, pero que eran para ir a la escuela.

Y lo que ocurre comúnmente en El Silencio es que la gente se acerca con donaciones, de ropa, por ejemplo, pero los chicos siguen desnudos, y descalzos. Hay varias razones, principalmente que la ropa se ensucia con mucha facilidad, pero también hay desatención. A ese nenito que jugaba desnudo, el hermanito de Milagros; la madre le había sacado el pantalón para lavarlo porque se lo había ensuciado, y –como iba a seguir jugando en la tierra- lo dejó así nomás, porque de lo contrario ensuciaría el otro pantalón también.

Ver a ese nene así daba bronca, pero no contra esa pobre madre; ignorante, golpeada, y en definitiva tan sufrida como sus hijos. No. Porque esa mujer es lo que pudo hacer con lo que hicieron de ella, y porque esa mujer no hace por ella lo que tampoco hace por sus hijos. Parece increíble, pero el problema es que esa madre no aprendió de hija, cuales eran las obligaciones de los padres; entonces, va cumpliendo con las exigencias que le imponen las autoridades; y una de esas autoridades es la maestra de la escuela; y la exigencia es que los chicos vayan con la ropa limpia a la escuela, entonces mamá cumple, y los chicos van a la escuela con la ropa limpia, aunque ello implique que estén desnudos todo el fin de semana, o que anden descalzos el resto del día. Y a la escuela van gracias a que existe asignación por hijo.

Cuando caminábamos por el barrio, nos encontramos con Milagros, tiene 7 años, pero su estatura es la de una nena de 5. Estaba descalza, y su rostro, oculto entre manchas de barro. Milagros, vive en la calle, tiene un retraso mental, al igual que su madre, y antecedentes de haber sido severamente golpeada. Hace unos meses, inexplicablemente, Milagros apareció en el comedor del barrio Capricornio. Lo bastante lejos de El silencio, como para suponer que no llegó hasta allí sola, con un ojo en compota y hambrienta.

Hablamos con ella, se niega a ir a su casa, cuando llegamos ahí, su madre la reprende, la mujer, está lavando ropa, está embarazada. Una trabajadora social, que nos acompaña, le recuerda que tiene que ir al ginecólogo, que no había ido la semana pasada a pesar de tener turno. La madre de Milagros, se excusa, y agacha la cabeza; ahora es ella quien es reprendida.

Es evidente que darle una casa, ropa, e incluso un salario digno, no resolverán –aunque si aliviarán- todos los problemas de esta familia.

El tejido social está desgarrado, aquellos valores que esperamos que los chicos aprendan en sus casas, no existen. Los casos de abuso de menores en el barrio son frecuentes y no son denunciados, la violencia domestica también es una constante. Y mientras atraviesa un embarazo de riesgo, en la extrema pobreza, una madre con problemas mentales no acude al médico si alguien no se encarga de ir a buscarla.

EL CENTRO INTEGRADOR COMUNITARIO (CIC)
Hace ocho meses, escribí una nota titulada CIC y viviendas para el barrio El Silencio: «Que no sea solo apilar ladrillos» (http://www.diariojunio.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=46888)

Allí contaba los periplos que atravesó el barrio hasta contar con una buena asistencia de salud pública. Lo que no ocurrió, hasta la puesta en funciones del nuevo Centro Integrador Comunitario.

Hoy a ocho meses de inaugurado el CIC, podemos computar como positivo, el servicio social que el municipio presta en este centro. Actualmente hay atención médica de lunes a viernes, alternándose dos veces por semana, dos pediatras, un ginecólogo, un psiquiatra y un odontólogo.

Según dijo a DIARIOJUNIO el responsable municipal del CIC, Darío Olivié, “toda la gente sabe los servicios que hay”. Con esta grilla, a la que se le suma una escuela para adultos que dicta clases en el mismo edificio, podríamos decir que el Estado cubre una parte importante de las demandas básicas de los vecinos de El Silencio.

Pero a la vista de los resultados, bien vale aclarar, que gran parte de los vecinos no concurren al médico.

En cierto punto, el municipio está ofreciendo un servicio gratuito, pero no está garantizando su uso. No es que sea fácil, pero debe hacerse.

Pero en definitiva, seguramente será más factible hacer un trabajo de seguimiento periódico con operadores de salud, o educación, en una comunidad pequeña y aislada como lo es el barrio El Silencio que en otras zonas de la ciudad.

El paso que falta dar, es avanzar sobre el abordaje social y cultural que el CIC debe hacer en su ámbito de influencia, a través de talleres y actividades que deben ser promovidos por una mesa de gestión que hasta ahora no ha sido conformada. En este aspecto intervienen factores muy arraigados como la timidez, el temor, la desconfianza, y hasta el clientelismo político, que tiene aun marcadas herencias en el barrio, y que pone a los vecinos en medio de una puja de poderes entre punteros, congregaciones religiosas y el Estado.

En este dibujo, el CIC vendría a ser el enclave estatal en el barrio y por consiguiente es resistido por antiguos punteros que ven en el trato directo del vecino con la institución, una importante pérdida de poder.

COMEDORES
En El Silencio hay dos comedores; uno está en la escuela Católica Nuestra Señora del Silencio, y después hay una cocina en la casa de la presidenta de la comisión vecinal del barrio; donde los vecinos concurren a recibir su ración en ollas o platos y van a comer a sus casas. Además hay una segunda cocina que no está en el barrio; y que entrega las viandas mediante una camioneta que llega y empieza a repartir las raciones desde el mismo vehículo, en la calle. Cada una de las cocinas tiene un día asignado.

En el CIC no hay comedor y tampoco guardería o jardín para los más chicos, lo que es un reclamo de los vecinos, que dejan a sus hijos solos gran parte del día, cuando van a trabajar.

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