“Conozco cosas que casi nadie conoce, pero ignoro las que todo el mundo conoce.”
“Yo soy una superstición argentina. Por eso puedo decir impunemente cosas que otros no podrían decir sin correr peligro.”
“No hay un solo día que no tenga uno o dos momentos de felicidad perfectos.”
Jorge Luis Borges
Nacido el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, estudió en Ginebra y vivió durante una breve temporada en España. En 1921 regresó a Argentina, donde participó en la fundacón de varias publicaciones literarias y filosóficas, como Prisma (1921-1922), Proa (1922-1926) y Martín Fierro, en las que publicó esporádicamente. Escribió poesía lírica centrada en temas históricos de su país, que quedó recopilada en volúmenes como “Fervor de Buenos Aires” (1923), “Luna de enfrente” (1925) y “Cuaderno San Martín” (1929).
Por una enfermedad hereditaria, comenzó a perder visión hasta quedar completamente ciego. Desde 1938 y hasta 1947 trabajó en una biblioteca barrial y más tarde llegó a convertirse en Director de la Biblioteca Nacional, pero, por entonces, ya estaba ciego.
A partir de 1955 fue profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Buenos Aires. Durante esos años, fue abandonando la poesía en favor del cuento, género literario que recreó y por el que alcanzó gran fama.
En 1955 fue nombrado académico de su país y hacia 1960 su obra era valorada universalmente como una de las más originales de la literatura hispanoamericana. En 1961 compartió el premio Formentor con Samuel Beckett; en 1980, el Cervantes con Gerardo Diego. Murió en Ginebra, el 14 de julio de 1986.
Por Luciano, Ramiro, Mateo, Nicolás y Leonardo
Podemos estar o no de acuerdo con el pensamiento y la ideología de Borges:
“Creo que la eternidad y Dios son hermosas invenciones fantásticas.”
“Entre todas las sectas, el cristianismo es la que menos me agrada. No hay en ella mucha religión que digamos, sino política, mucha política. Su reino, ciertamente es de este mundo.” Cosas que expresó directa o metafóricamente en sus libros, así como en sus entrevistas, muchas veces, mediante sus “inentendibles” frases, como por ejemplo: “Acaso podríamos inferir que sólo lo inefable, lo imponderable, lo irreducible a términos precisos puede aprenderse de quien es mejor que nosotros y merece ser aprendido, lo demás es dogma y simplificación.” Frases que para entenderlas, quienes las leímos necesitamos , en varias oportunidades, el diccionario, al cual nuestro escritor definió como “un espectáculo necrológico deliberado”.
Pero en lo que seguramente no diferiremos entre nosotros es en que Jorge Luis Borges fue
un gran escritor, que sin dudas imprimió su propio estilo.
Por Julieta, Agostina, Victoria e Irene
Borges era un hombre encerrado en el mundo de la lectura, casi fuera del tiempo. Muchos de sus libros están basados en experiencias propias, pero no las expresaba directamente, sino mediante símbolos. Algunos temas de sus libros son la identidad del hombre y su misterioso desdoblamiento, el destino y la fatalidad, el tiempo circular entre la eternidad y el infinito, la muerte inevitable y, muy especialmente, la concepción del mundo como laberinto, como confusión, una vez más, entre lo real y lo ilusorio.
Cuando en el año `70, publicó “El Informe de Brodie”, libro de cuentos, decepcionó a muchos de sus lectores debido a que la interpretación era muy sencilla y directa a comparación de la que requerían los textos de “Ficciones” y “El Aleph”.
Por Noelia, Eliana, Evelyn y Rodrigo
Hijo de un profesor, Jorge Luis Borges fue educado en casa, junto a su hermana Norah, por una institutriz inglesa. En 1914, el padre, aquejado de una enfermedad ocular heredada de la familia y que también afectó a Borges hasta dejarlo ciego, decidió viajar a Suiza para consultar a un oftalmólogo. La familia tenía la idea de permanecer en Ginebra unos meses, pero pronto llegó la primera Guerra Mundial y la estancia ahí duró cuatro años. Borges estudió allí el bachillerato (1914-1918) y aprendió francés y alemán. A fines de 1918 la familia Borges se trasladó a España, primero a Barcelona y luego a Palma de Mallorca. De ahí se fueron a Sevilla, donde Borges se inició en la corriente ultraísta. En España escribió algunas composiciones de las que después abjuraría, negándose a incluirlas en sus obras completas.
En marzo de 1921, la familia regresó a buenos Aires. Después de tantos años de ausencia, ese reencuentro le causó una profunda conmoción a Borges. En su autobiografía comenta: “Aquello fue algo más que un regreso al hogar; fue un descubrimiento. Fui capaz de ver a Buenos Aires con avidez y vehemencia, porque había estado afuera mucho tiempo. la ciudad, no toda la ciudad, por supuesto, sino algunos pocos lugares que emocionalmente me significaban algo, inspiraron los poemas de mi primer libro.”
Por Johanna, Daniela y Erwin
A fines de 1938, después de sufrir un aparatoso accidente subiendo unas escaleras, escribe un relato que cambiaría el curso de su producción literaria: “Pierre Menard, autor del Quijote”, incluido por el autor en “Ficciones” (1944), una de sus colecciones de cuentos más importantes. A partir de entonces, se intensifica su siempre marcado interés por la literatura fantástica. En “Ficciones” se incluyen algunos de sus relatos más conocidos como “La Biblioteca de Babel” y “El jardín de los senderos que se bifurcan”.
En 1944, publica también “Artificios”, que incluye el célebre cuento “Funes el memorioso”, basado en sus largas noches de insomnio. En 1949, aparece quizá su mejor colección de relatos: “El Aleph”.
De 1970, es “El Informe de Brodie”, que incluye uno de sus cuentos favoritos, “La intrusa”. Otro de sus grandes libros de cuentos es “El libro de arena”, de 1975, que se abre con un relato típicamente borgiano: “El otro”, en el que Borges ya anciano, sentado en un banco a orillas del río Charles, en Boston, coincide con su propio yo juvenil. Ambos entablan una conversación, pero apenas coinciden sus opiniones: “Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de micelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos. Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos.”
Borges fue, además, un devorador de conocimientos y estudió con detenimiento y profundidad la obra de un gran número de escritores y pensadores, especialmente los de lengua inglesa y los españoles del Siglo de Oro; entre los primeros se encuentran Chesterton, Joseph Conrad, Robert Louis Stevenson, Rudyard Kipling, Thomas de Quincey, y entre los segundos, Francisco de Quevedo y Miguel de Cervantes. Así, de todo este rico panorama extrajo no solamente motivos e ideas, sino que incluso rehizo fragmentos apócrifos pasados por su universo literario.
Por Silvana, Daiana y Sara
El 14 de junio de 1986, en Ginebra, a los 86 años, se apagó la vida del mayor escritor argentino: Jorge Luis Borges, quien había abierto un sendero literario que con su muerte se cerró para siempre.
Borges o Georgie, como le decían sus amigos, nació en Argentina en 1899. Jamás se imaginó –es más, detestó la idea – de llegar a tótem, a deidad, a leyenda, a mito argentino y, acaso, universal. Pero cometió el peor de los pecados (como lo confesó en uno de sus inmortales poemas) no fue feliz.
Uno de sus mayores dolores fue la pérdida de su madre; Leonor, quien murió el 8 de julio de 1975, a los 99 años. Habían consagrado sus vidas mutuamente. Pero ni siquiera en el velorio Borges perdió su humor. Al darle el pésame, una mujer dijo: “Pobre Leonorcita, morirse a tan poco de cumplir cien.” Él le contestó: “Veo, señora, que usted es devota del sistema decimal.”
Puede ser que los años –nunca el olvido– le hagan justicia. Que el Poema de los dones pese y valga más que una anécdota. Que El aleph, Ficciones, Otras Inquisiciones, El Informe de Brodie, El oro de los tigres, le hagan definitiva justicia al hombre que no quería ser carne, sangre y huesos, sino literatura.
Por Camila, Maricela, Milén y Mariela