El pensamiento, descripto como abstracto, es esa construcción mental que cada uno se hace de las cosas y los hechos. Si se aplica a las cosas y los hechos, entonces podríamos poner en tela de juicio su total abstracción. Y si las acciones de las personas dependen de lo que piensan, de las ideas que tienen sobre la realidad, pero también sobre el pasado y el futuro. Pasado y futuro son ideogramas de lo que se cree que sucedió o podría suceder y la realidad del presente, nada más que un efímero momento entre ambos.
Analizando de esta forma el pensamiento, en relación a las acciones de las personas, debemos profundizar en: ¿qué hace a la construcción de las ideas?
En general, el común suele expresar “yo pienso que…”, pero ¿cómo llegó a pensar eso y no otra cosa? ¿Cómo seleccionó qué pensar y cómo descartó que no pensar?
Una variable muy potente es la experiencia, pero ¿cuánto podemos empíricamente conocer? ¿Acaso podemos medir la velocidad de la luz personalmente en cada amanecer? ¿O saber que la tierra es redonda porque partimos de un punto geográfico y llegamos al mismo lugar, luego de recorrer 40075 km ecuatorial o 40008 km meridional, trasladándonos siempre en la misma dirección? La verdad, que es imposible; la gran cantidad de los conceptos, ideas, creencias, percepciones, miradas, etc. que tenemos sobre las cosas, los hechos y las personas, las recibimos mediante la transmisión cultural, cuya herramienta excluyente es el lenguaje.
Asistimos a una batalla cultural en varios frentes, el lenguaje ha sido individualizado como el arma invisible que atraviesa la construcción de las ideas, las ideologías, los valores y todas las acciones que son consecuencia de ello.
En estos días asistimos a una nueva beligerancia sobre el “lenguaje sexista”, hagamos un pequeño test: respóndase a Ud. mismo y sin mentirse en qué piensa ante cada uno estos adjetivos aplicados a personas – zorra, perra, cualquiera, diosa, rápida – ahora cambiemos el género y describa Ud a la persona según el adjetivo – zorro, perro, cualquier, dios, rápido. Sólo le pido que sea honesto -honesta y se haga cargo de lo que pensó.
Tomemos otro ejemplo: lea esta frase: “Domínguez, representante de Argentina ante la ONU, deslumbro con su discurso” Para Ud. ¿Quién es Domínguez, un hombre o una mujer?
No se haga trampa, dígase que es lo primero que pensó.
Pero el lenguaje y la construcción de ideas no solo es sexista, también es racista. ¿Por qué el trabajo no reconocido con los beneficios y garantías que otorga el estado a través de la legislación se le llama en “negro” y al que sí, en “blanco”? ¿Por qué los negocios que no pagan los impuestos debidos, son en “negro” y los que sí, en “blanco”?
¿Qué el lenguaje es ideología? Piense Ud. por sí mismo: ¿por qué todo lo que está fuera de la ley es “ir por izquierda” y lo que es correcto ética y legalmente, es “ir por derecha”?
Sigamos pensando un poco más allá, quien no ha dicho alguna de estas frases “Nadie carga una cruz que no pueda llevar” o “¡Que cruz le toco cargar!” Puede que sepa que la raíz de la idea, está en la cruz de Jesucristo, pero lo más habitual es que use la frase como símbolo de sacrificio, de injusticia, etc. sin relacionar con su vinculación religiosa. ¿Alguna vez se preguntó si esa frase forma parte de otros pueblos del mundo? Orientales, por ejemplo. No temería perder la apuesta si dijera que 9 de cada 10 no se lo cuestionaron.
Mientras escribo estas líneas, una conocida “intelectual”, Beatriz Sarlo, dijo que: “las Islas Malvinas se parecen más al sur de Escocia” por lo tanto deduce que es poco probable que le pertenezcan a la Argentina. ¿Su “idea” es producto de la experiencia? No, nunca fue a las Malvinas, ¿entonces, de dónde saca el pensamiento que no tenemos derecho sobre ese territorio? Seguramente de su bagaje cultural elitista europensante. Su expresión contiene dos construcciones conceptuales, una que el común de la gente no tiene el “nivel” de pensamiento que ella ostenta, lo que es muy peligroso como discurso, porque ella (desde su intelectualidad) no desconoce el paradigma colonial, ni las cuestiones geopolíticas, ni el valor de la historia diplomática en relación a Malvinas, por lo tanto su “superioridad” de conocimiento, lo traduce en discurso de poder, ocultando aquello que puede aportar para una mayor y mejor comprensión de la temática; pero además su idea de que el conocimiento solo es patrimonio de una “elit” la acentúa despreciando la cultura social del pueblo argentino, que aún llora los muertos de la Guerra de Malvinas.
Volviendo al tema que nos convoca, el lenguaje no es inocente, inocuo, ni objetivo. El lenguaje es el que construye ideas, pensamientos, valores y creencias, sobre las cosas, los hechos y las personas. ¿Acaso ya se olvidó la propaganda de fines de los ’70, en la que una voz en off decía “el consumidor debía conformarse con lo que había sin poder comparar” mientras la imagen (en blanco y negro), mostraba un argentino medio caerse cuando se sentaba en una silla de industria nacional, para pasar a otra imagen (color) de varias sillas importadas? La idea de que lo importado siempre es mejor en calidad y precio, no es suya ni mía, es producto de un constructo cultural que se transmitió a través del lenguaje. Y que podemos verlo reproducido en la expresión de Sarlo ¿cómo se nos ocurre pensar que un territorio, tan parecido a Escocia (por cierto, también colonizada) puede ser reclamado por la Argentina?
Que el común de las personas no atienda a la relación lenguaje-idea-pensamiento-acciones, puede ser entendible. Lo que no puede ser aceptable es que un educador, educadora, especialmente en el área del lenguaje, siga sosteniendo que la lengua no es sexista, ideologizada, discriminadora. Porque tiene las herramientas de análisis suficiente para reflexionar sobre la sociología, psicología y antropología del lenguaje.
La escuela es el lugar donde se transmite y construye cultura; pero hoy también debe ser el lugar donde se “deconstruyan” discursos para así cambiar ideas, pensamientos, que redunden en acciones menos desiguales, menos violentas, mas justas.
Lic. Verónica López
Tekoá Cooperativa de Trabajo para la Educación