¿Por qué digo que «soporto estoicamente» esta efemérides?
Por varias causas. La principal es que se soslaya que ninguno de esos dos casos –referenciales ambos, institucionalizado como día de la actividad el primero de ellos– puede ser homologado a la abrumadora mayoría de las variantes que, con honrosas excepciones, hoy en la Argentina se atribuyen a sí mismas el rótulo de «periodismo independiente».
Para empezar: La Gaceta que fundó Moreno no estaba pensada para hacer «periodismo independiente», ni siquiera buen periodismo, incluso bajo los cánones de la época. La Gaceta –parece mentira que haya que aclarar esto– debía ser un brazo de propaganda del nuevo poder revolucionario que pugnaba por instituirse en el Río de la Plata y cuyo ideólogo principal era Mariano Moreno. No fue «amenazado, difamado y perseguido; o asesinado y, quién te dice, tirado al agua» por ser periodista, por revelar algún hecho corrupto o por expresar una opinión incómoda; sino por político, por militante revolucionario que planificaba cómo llevar a buen puerto –ya que estamos con parábolas marítimas– aquel proceso independentista naciente. A tal punto, que decretó la obligatoriedad de la lectura de La Gaceta en los propios púlpitos de las iglesias, bajo severas penas ante el incumplimiento, y como forma de contrarrestar la previsible posición reaccionaria de muchos sacerdotes. Varios de los que hoy se definen como «periodismo independiente» y homenajean a Moreno, hubieran chillado como porcinos en aquellos tiempos, calificando esa decisión revolucionaria como «un ataque a la libertad de expresión».
Algo similar sucede con Walsh. Salvo honrosas excepciones –siempre deben dejarse a salvo– pocos quieren recordar que era un militante montonero, una de las intelectualidades brillantes que tuvo este país, como Paco Urondo, como Héctor G. Oesterheld, como Juan Gelman, que de manera absolutamente incomprensible para éste que firma, se pusieron bajo las órdenes de un necio protofascista como Mario Firmenich. Los legados no borran los errores, ni a la inversa. Pero también en este caso se disfraza la historia reciente, reivindicando a Walsh como «ejemplo de periodismo», cuando en realidad era un ejemplo pero de compromiso coherente, dicho esto más allá de los errores –o diferencias conceptuales y metodológicas– que se le pueden cuestionar.
Aparte. Son demasiados los que reciben las congratulaciones el 7 de junio sin tener nada que ver, ni con La Gaceta, ni con Moreno, ni por supuesto con Walsh. No hay una clase social tipificada como «periodistas independientes» de la cual me enorgullezca formar parte. Somos miembros de esta sociedad como cualesquiera otros, y entre los nuestros hay corruptos, hipócritas y mercaderes de la verdad, como en otras actividades, y probablemente en mayor proporción. Sobre todo en esta amada provincia de Entre Ríos.
Quiero decir con esto: no es desde «la pluma y la palabra» del «periodismo independiente» con lo que se cambian las historias de los pueblos. Está bien reivindicar (porque así nos reivindicamos a nosotros mismos) la decisión de hacer periodismo de manera independiente, comprometida con el progreso social, y sin lucrar con los sectores del poder. Pero no alcanza. Además de eso, hay que contribuir a generar las condiciones políticas para empujar ese progreso. Eso implica dejar de ser sólo observador crítico de la realidad para ser protagonista junto a quienes luchan por modificarla: trabajadores, pequeños empresarios, maestros, jóvenes, mujeres, etc. Y también, claro, militantes y dirigentes de sectores políticos que también apuestan decentemente a esa construcción. La preservación inmaculada de este tipo de definiciones con la excusa de hacer «periodismo independiente» es cómplice del poder actual.
¿Es antipática mi posición? Seguro que sí. Pero en general entre «la prensa independiente» hay mucho ex militante desencantado que se redescubrió a sí mismo como una suerte de moderno Catón contra el poder, y nada hace para contribuir a generar un poder alternativo, que algún día –no demasiado lejano ¡por Dios!– sea capaz de reemplazar las actuales estructuras y avanzar hacia la construcción de una sociedad equitativa y solidaria.