«Inicialmente, el número de efectivos va a ser bastante más elevado de lo que pretendemos, ya que no contamos con las condiciones físicas que nos permitan disminuir el personal», dijo ayer el general uruguayo Rosales a la prensa de su país.
La directiva es abrir fuego contra intrusos. No dio cifras del movimiento, pero los militares argentinos hicieron la evaluación que acercaron a la ministra de Defensa, Nilda Garré.
Mientras se despliegan las tropas uruguayas, la empresa Botnia ya está protegida por 50 policías y 60 marinos uruguayos. Dos lanchas patrulleras de la armada uruguaya anclarán en breve frente al puerto de la papelera.
La Nación indica hoy que los militares argentinos fueron sorprendidos por el despliegue uruguayo en Botnia. Y no les gustó. Las fuentes castrenses no harán público su desagrado hacia sus pares de Uruguay. Pero en privado los mandos de nuestro país sienten que del otro lado del río no se cumplió con las medidas de confianza mutua, con esos acuerdos no escritos que determinan avisos previos a cada movida militar para evitar confusiones. Oficiales argentinos coinciden en que fue una mala señal política el movimiento militar en Uruguay.
En el Ministerio de Defensa sí tomaron el teléfono para quejarse de la falta de aviso en el traslado de soldados a Fray Bentos. El encargado de elevar la protesta fue el secretario de Asuntos Militares, José Vázquez Ocampo, quien conversó la semana última con su par uruguayo, José Bayardi. Escuchó la explicación de que Uruguay empleará a su ejército en la protección de la planta de Botnia porque no cuenta con una fuerza intermedia, como la gendarmería argentina. No convencieron esas palabras a los funcionarios argentinos.
La ministra Garré calificó ayer como «absurda y exagerada» la utilización de soldados en la planta de Botnia.