25 de Mayo: ¿Con azúcar o edulcorante?

En mayo de 1810 nace la Patria, eso hemos leído una y otra vez y así se ha enseñado en cada efeméride escolar. Pero ese nacimiento no fue un acto fortuito, o por generación espontánea, los acontecimientos de búsqueda de libertad venían sucediendo desde mucho tiempo antes.

No se pretende hacer una cronología de los hechos de mayo que cualquier libro de historia tradicional cuenta, pero si recuperar a grandes rasgos lo que estaba pasando.

 No había una conducción reconocida del movimiento revolucionario, pero sí existían varios grupos que buscaban controlar la situación política desde 1807 y que, a partir de la invasión napoleónica a España, buscaron tomar el poder en Buenos Aires para controlar la situación a la espera del desenlace europeo.

Dos de estos grupos eran minoritarios pero encabezados por hombres de mucho prestigio que tuvieron un papel relevante en los días de mayo. Uno era el grupo juntista, liderado por Martín de Álzaga. El otro grupo estaba integrado mayoritariamente por criollos y se los denominaba carlotistas, por haber apoyado las pretensiones de la Infanta Carlota Joaquina de Borbón, allí estaban Belgrano y Castelli que contaban con influencias militares y el periódico Correo de Comercio como voz. Por otro lado, estaba el virrey Cisneros apoyado por la Audiencia y el obispo Lué. Cisneros había podido controlar la situación, construir alianzas y desenvolverse dentro del ámbito político desde 1809 casi equilibradamente.

Entre el 22 y el 24 de mayo hubo intensos debates, acciones y reacciones fueron diseñando un panorama de tablero de ajedrez. La junta del 24 de mayo presidida por Cisneros, dividió al partido juntista, Moreno, Larrea y Matheu se rebelaron. Los carlotistas por su parte obligaron a Castelli y Saavedra a renunciar a esa junta.

En un nuevo acuerdo se conforma la Primera Junta, presidida por Saavedra y con Moreno como secretario, quien se perfila rápidamente como el más revolucionario, pero no estaba solo en la patriada, un fiel aliado fue Agustín Donado[1], de bajo perfil, pero muy activo en el movimiento revolucionario, un porteño nacido en el seno de una conocida familia de Buenos Aires.

Los sucesos de mayo de 1810 no comenzaron en la “semana de mayo”, ni fueron producto de un plan, tan solo fue un acto más entre las marchas y contramarchas, que determinaron el proceso independentista que recién culminó en 1816. Muchos fueron los personajes que intervinieron y variados y complejos los intereses que los movieron.

Agustín Donado fue uno de los que, desde la oscuridad de su puesto de administrador de la imprenta de los Niños Expósitos[2], dirigió los hilos de la información que le llegaba al pueblo de Buenos Aires. Manejaba a sabiendas al personal, permitiendo o impidiendo la impresión de información según quien la emitiera. Ferviente aliado de Moreno y partidario de la total independencia del Virreinato de España, continuó imprimiendo la Gaceta, aún después de la muerte de Moreno, durante varios años. Se erigió en el divulgador de las voces y las ideas independentistas. Por su parte, otro revolucionario decidido era Bernardo de Monteagudo que, junto a Donado, polemizaron fuertemente con Pazos Silva[3], que dirigía la Gaceta de los martes, la que posteriormente se llamó “El Censor”. Monteagudo y Donado entraron en una interna política con Pazos Silva, que repercutió en la publicación de ambos periódicos. Siendo Donado quien administraba la imprenta, mandaba a los empleados a no trabajar los viernes y lunes, impidiendo así la normal impresión del Censor, que tenía una postura mucho más tibia ante la corona.

Habían pasado ya varios años de los sucesos de 1810, pero aún no se fortalecía el gobierno independentista, los comerciantes liberales se habían hecho del poder y Bernardino Rivadavia comprendió que Donado era un adversario político a vencer y sobre todo a silenciar, rápidamente quitó la subvención oficial a la imprenta, lo que produjo la reacción de Donado y Monteagudo, impresores del diario revolucionario la Gaceta. Esto dio pie a Rivadavia para obligar a Donado a dejar su puesto de administrador de la imprenta y así acallar las voces revolucionarias.

Como se ve, antes y ahora, la voz que recibe el pueblo desde los medios de comunicación son constructores de opinión, transforman sociedades, sostienen o destruyen ideas políticas.

Ayer como hoy, no son solo las caras visibles, política o periodísticamente, quienes deciden qué voces se escuchan o se silencian, las hay quienes, desde el más ignoto anonimato, entretejen los hilos del pensamiento popular. Así sucedió por aquellos años de transición buscando la soberanía.

 

Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación

 

[1]http://www.callesderosario.com.ar/donado%20agustin.htm

[2] https://www.elhistoriador.com.ar/los-expositos-y-su-imprenta/

[3] https://journals.openedition.org/argonauta/2695

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