24 de Marzo: En el país del “no me acuerdo”…

Cuando estaba en la secundaría, Historia no era una materia que nos interesara mucho; era una escuela técnica, y los alumnos nos preocupábamos más por Calculo de Estructuras o Arquitectura, que por esa asignatura social en la que una comprometida docente correntina, nos hablaba del fusilamiento de Dorrego y la batalla de Caseros. Estábamos en el 4º año, de la escuela Roque G. Carranza, en Ituzaingó Corrientes, cuando un profesor de “instalaciones especiales” (una materia técnica), nos preguntó: ¿Para qué sirve la historia? Éramos 40 alumnos en ese curso, era además el año 2003, veníamos del paro de brazos caídos que en corrientes significó un año entero sin clases, mis padres me internaron en una escuela rural confesional, en otra provincia, para que no perdiera el año. Cuando regresé a Ituzaingó, me volvieron a dar los mismos contenidos, ya que todos mis compañeros habían pasado por decreto. La educación correntina se atrasaba un año entero.

Durante ese año (2000-2001) recuerdo acompañar a mi madre, que es profesora de música, a las asambleas y ollas populares que se organizaban en la plaza del pueblo. Recuerdo un profesor de educación física que iba al río a pescar para hacer el único aporte que podía hacer a la olla, y recuerdo los CECACOR, la cuasi moneda con la que comenzaron a pagar los sueldos a esos docentes, que valían menos de la mitad de lo que decía el papelito, y el club del trueque: Mi vieja, enseñaba piano a cambio de milanesas de soja, tenía un hijo en un colegio internado en otra provincia, y cada vez que iba a buscarlo, tenía que pedirles primero permiso al sindicato de camioneros, que cortaba las rutas de todo el país, resistiéndose a las políticas antipopulares del gobierno de De La Rúa. Se vino el estallido, tuvimos cinco presidentes en una semana, después vino Duhalde, los planes jefes y jefas que al menos le permitieron comer a muchas familias que no tenían empleo alguno, pero seguía habiendo mucha desocupación, seguíamos siendo un país sometido por las ordenes del FMI, seguía habiendo piquetes, de desocupados que no tenían solución al problema del desempleo, y en una de esas marchas, fueron asesinados por la policía dos militantes del MTD. Veníamos de ese país, el país de la joda y la frivolidad, el de la pizza con champagne, que de chicos empezábamos a vislumbrar, a nuestra corta edad en programas como CQC o Dia D.

Ese país que tocó fondo, cuando los bancos se robaron todos los ahorros de los argentinos, las calles convulsionadas explotaron en protestas, de los jubilados que cobraban miseria, de las ollas populares para poder comer, tras la privatización de las empresas estatales, las quiebras de fábricas, remates de campos, mientras los empleados de aerolíneas argentinas y austral no sabían cuando les llegaría el telegrama de despido o la quiebra de la empresa, que había sido vendida (regalada) a capitales extranjeros durante el gobierno de Menem.

En el medio de todo eso, nosotros teníamos 16 años y al año siguiente deberíamos votar (elecciones provinciales), algunos compañeros de curso ya lo harían en esas elecciones, y la opción era Menem, Kirchrner o Carrió. Entonces en ese contexto, y entremezclado con otras cosas como el amor adolescente y las bandas de rock, o las disyuntivas sobre qué carrera estudiar, nos enterábamos de la cantidad de alumnos que no aprobaban en examen de ingreso a la facultad de medicina en Corrientes capital, y seguíamos sin escuchar a la profesora de historia.

Ese día, el profesor de “Instalaciones especiales”, nos preguntó ¿para qué sirve la historia?

Como dije éramos 40 alumnos, y ninguno supo contestar la pregunta. El ingeniero Solari, se acercó a la primera fila, nos miró a los ojos a cada uno de los 40, y nos dijo: “Sirve para no repetir los errores que cometieron nuestros antepasados”

Fue, que yo recuerde, la única opinión que oí de ese profesor, que no estuviera directamente relacionada con la materia que nos daba. Y fue suficiente, para encendernos la lamparita a unos cuantos.

En nuestro país, habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, que nos permitía comprender lo que Solari nos estaba diciendo. Sabíamos o al menos intuíamos, cuáles eran esos errores, porque sabíamos que había varias cosas que se habían hecho mal. Nos lo confirmaba el curso de las cosas. Y por otro lado, nos encontrábamos en la antesala de un nuevo país, que aún no llegábamos a imaginar.

Esta generación, que cursaba el 4º año, estaba más o menos en la misma, varios de nosotros teníamos a nuestros padres trabajando en otra provincia o sin trabajo, o incursionando en rubros que nada tenían que ver con lo que habían estudiado y para lo que se habían preparado. Habíamos vivido bajo el gobierno de Carlos Menem prácticamente desde que teníamos memoria, hasta los 12 años, entonces llegaría la Alianza, el estallido, los cinco presidentes en una semana, vimos a la policía dispararle a las Madres de Plaza de Mayo, vivimos en estado de sitio y después que todo eso ocurriera, nos fumamos, que Menem ganara las elecciones en primera vuelta.

Por esos días había un spot de campaña en la que unos tipos gritaban: “gracias Menem” y nosotros no sabíamos muy bien qué agradecían.

Ese año, hubo en el pueblo una polémica de aquellas, porque los egresados de una de las escuelas secundarias de la ciudad habían mandado a hacer unos busos que decían: “Egresados 2003, desocupados 2004”. Era lo que veíamos, y cuando nos recibimos hicimos exactamente lo mismo, pero fueron remeras, porque a nadie se le ocurriría llegar a casa con la estúpida idea de viajar a Bariloche en ese contexto.

Con 16 años, observábamos cómo el pueblo argentino se condenaba nuevamente al infierno, después de haber sufrido la crisis más dura de la que tengamos memoria. Así sin más, las culpas eran solo de la Alianza, y Menem le ganó a Kirchner en primera vuelta.

Suerte para nosotros, los que aún no podíamos votar pero entendíamos algo de lo que estaba pasando, que existía el balotaje, y que el mismísimo diablo se bajó de la candidatura cuando Elisa Carrió anunció que no apoyaba a Kirchner pero se declaraba en contra del regreso de Menem.

Cuando escuché el discurso del nuevo presidente, me parecía que sí, que el pueblo había aprendido de la historia, y que no volvería a cometer los mismos errores. No volverían a optar por los que nos llevaron al infierno; que aquello había sido un tropezón, el letargo nada más. Y al año siguiente, ese presidente, derogaba los indultos a los represores, y anunciaba que La ex Escuela de Mecánica de la Armada, el centro de detención y tortura más sanguinario del que se tenga registro en nuestro país, sería recuperado para la construcción de la memoria histórica de nuestro pueblo, Para que todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino, tuvieran al alcance de su conocimiento, el lado más siniestro de nuestro pasado, que es casualmente, la piedra angular de muchas de las normas, prejuicios y valores con la que aún se maneja parte de la sociedad argentina.

Las Madres de Plaza de Mayo, las únicas en las que se podía confiar a esas alturas, no estaban en la plaza siendo agredidas por la policía, ni silenciadas en un canal de TV, y nadie en ese gobierno se refería a ellas como “las viejas locas”: Estaban arriba del palco, con sus pañuelos blancos, y la consigna, Memoria, Verdad y Justicia, era a partir de ahora, una consigna de Estado.

Antes que eso ocurriera, Menem había querido demoler el edificio, e instalar en ese predio un monumento a la “unidad nacional”. Menuda forma de unificar la nación, dejando impunes a los genocidas.

Resulta, que la ESMA es, además de sitio histórico, prueba documental de los juicios por delitos de lesa humanidad que se llevan adelante desde la abolición de los indultos dictados por Menem y Alfonsín (Tras levantamiento carapintada). Resulta ser, que de haberse demolido, no hubieran podido probarse un sinnúmero de delitos de tortura, desaparición, muerte y apropiación de bebes, y no se hubiera podido hallar a los nietos recuperados.

Ese mismo año, hubo otro hecho que hablaba de un cambio de modelo: nos habían advertido ya nuestros profesores, que seríamos la última generación de Maestros Mayores de Obra que egresara de esa escuela. Las escuelas técnicas estaban por desaparecer, y nuestro colegio pasaría a ser un polimodal con orientación en tecnología. (Un país sin industria ni construcción no requiere de nuevos técnicos). Pero ese año, las cosas empezaron a cambiar para las escuelas técnicas. El nuevo presidente decidió no solo salvar la educación técnica, sinó que aumentó el presupuesto para educación. Esto último lo sabría después; pero llegamos a ver en nuestro ultimo año 6º, un impresionante aumento en la matricula de nuevos alumnos, y unos camiones que llegaba trayendo herramientas y maquinaria de trabajo para el taller de la escuela. El aumento de la matricula, se debía a que se anexó a la escuela técnica una escuela primaria a la que concurrían alumnos de los barrios más humildes del pueblo, con lo que la escuela técnica se convertía en la orientación natural de los hijos de los trabajadores y desocupados que había dejado la crisis.

Fromadores de opinión: Ayer y hoy

Entiendo que para algunos lectores pudiera resultar extensa esta introducción un poco autobiográfica, pero hacerlo es indispensable para poder entendernos, y no podríamos hacerlo si antes no partimos de conocer cuál es el cristal desde el que observa el otro la realidad. Hacerlo es además, entender que la historia se compone de distintos testimonios y realidades, y que los hechos en la historia, nos afectan, impactan o impresionan, de forma distinta, según cómo esté conformado nuestro sistema de valores, creencias, miedos y aspiraciones.

Pero en particular, esta breve y reducida foto del preludio de la última década, desde el punto de vista de quien suscribe, es indispensable para comprender el fenómeno del “sentido común” y de la sociedad de la información.

De los hechos que acabo de relatar, hay algunos que los vi personalmente, y otros que los vi por la Televisión, o lo percibí de conversaciones con terceras personas, y hay también, interpretaciones que hago a la distancia y con el conocimiento de lo acontecido en la última década. En el medio, ocurrieron muchas cosas; Cuando Asumió Cristina Fernández la presidencia de la nación; se hicieron a un lado mis simpatías por el gobierno nacional que tan bien me había caído, visto desde la distancia y con otra cabeza (algo me enseñaron estos pocos años), advierto que lo que generó esa apatía, no era otra cosa, que una percepción personal bastante infantil y para nada relacionada con datos concretos del estado del país; simplemente, la nueva Jefa de Estado me parecía, “soberbia”, “mandona”, etc, etc, etc. y (vaya ignorancia tenía por entonces) me parecía mal, que el ex presidente Néstor Kirchner fuera quien tomaba las decisiones acerca de la política económica del país. Creía, o me habían hecho creer que eran los economistas los que tenían de tomar esas decisiones y creía también para ese entonces, muchas otras mentiras.

Después de eso, empecé a trabajar en periodismo, y empecé a entender cómo funcionaban los medios masivos de comunicación. Y empecé a entender que había una realidad tangible, y otra que solo tenía lugar en la cabeza de las personas, que se construía desde los medios de comunicación. Y entendí también, que para que ese mensaje fuera creíble, era necesario también que la gente, no viera esa realidad. Por eso es tan importante que tenga miedo, y esté encerrada en su casa. Porque si tuviera la posibilidad de recorrer la ciudad completa, y hablar con todo el mundo, sin prejuicios ni temores infundados, se caerían unos cuantos mitos.

Triste papel el de esos medios, que me convencieron de que el periodismo era el peor oficio del mundo. Era inexplicable, solía decir frecuentemente que \»nuestro trabajo es buscar y contarle a la audiencia la verdad, pero quienes pagan nuestro salario nos exigen lo contrario\». Un día escuché a un periodista del Pagina 12, en un programa que me recomendó un amigo, se llamaba 678: ese periodista, decía que la objetividad no existía, que todos los periodistas como el resto de las personas antes de ser periodistas eran padres, madres, hermanos, ciudadanos, y que tenían una visión de las cosas y desde ese lugar escribían, y que era más intelectualmente honesto reconocer desde dónde escribe uno, que decir que se es objetivo cuando no lo es. El paso siguiente fue buscar un medio alternativo desde donde poder hacerlo.

Fue cuando se discutía las retenciones a la soja, fue cuando el grupo Clarín descargó toda su artillería mediática contra Cristina Kirchner, y solo entonces, fui capaz de ver quiénes eran El Poder. Ahí estaban, los mezquinos, los que nunca hicieron nada por el prójimo, los comilones de la patria, cortando rutas y generando caos porque el estado quería participar de sus ganancias, las que obtienen explotando la tierra que heredaron de sus abuelos y los abuelos de sus abuelos, y que desde tiempos inmemoriales viene sustentando sus privilegios, en desmedro de la mayoría. Ahí estaban los socios menores de Monsanto, y extrañamente estaba también Vilma Ripoll.

Esas cosas confunden, el MST, uno de los partidos que más combativo se muestra a la hora de protestar contra Monsanto, estaba en el palco de la Sociedad Rural apoyando a los mayores clientes de agrotóxicos del país. Y estaba también la Federación Agraria, junto a la Rural; la misma entidad que había puesto al ministro de Economía de la última dictadura militar. El hombre que había inaugurado en nuestro país el plan económico que se instalaría a fuerza de sangre y balas, de desaparición y tortura, de muertos, de la censura, de causar terror en la población, en una hazaña de la derecha que lograría reformular la cabeza de los argentinos, asesinar a los que no se amoldaran o quitarles todo tipo de credibilidad mediante campañas difamatorias sustentadas desde los medios de comunicación.

Ese plan siniestro, que fue sostenido y disfrazado por los medios masivos de comunicación; por personajes que aún hoy están al mando de los mismos medios, y los que supieron conseguir de la mano de gobiernos títeres de esos mismos poderes, como los que describía al principio de esta nota.

Y apareció la historia de papel prensa, y la ley de medios y la disputa y empezó a ser cada vez más evidente que la oposición a este gobierno no estaba en otros partidos políticos sino que se dirigía desde las empresas privadas, nacionales y extranjeras, y que muchas de ellas tenían fuertes vínculos con la última dictadura militar.

Y apareció un candidato que se presentó como algo nuevo, en la ciudad autónoma de Buenos Aires, un ingeniero cuyo apellido nos recuerda a un empresario exitoso de los 90, pero además, a una de las firmas cuya deuda externa fue pagada por todos los argentinos por obra y gracia de la última dictadura cívico-militar. Que como decíamos, tenía como ministro de economía al presidente de la Sociedad Rural Argentina; José Alfredo Martínez de Hoz.

El mismo Martínez de Hoz que felicitó a Domingo Felipe Cavallo por terminar la tarea iniciada por él en 1976, cuando Cavallo era el presidente del Banco Nación (recibido en Hardvard).

El mismo Martínez de Hoz que fue juzgado por participar en el secuestro extorsivo de los empresarios Federico y Miguel Gutheim, y que era bisnieto de José Toribio Martínez de Hoz, en cuya casa fue fundada la Sociedad Rural Argentina durante el gobierno de Bartolomé Mitre (Fundador del diario La Nación, que actualmente dirigen su heredero, también Bartolomé Mitre). José Toribio Martínez de Hoz, presidió la Sociedad Rural cuando Roca distribuyó entre los miembros de esa institución, las tierras arrancadas a los pueblos originarios con los mismos métodos, que utilizara la dictadura para arrancarles a los argentinos la Memoria, la Verdad y la Justicia. Pero también le arrancaron a este suelo 30.000 hijos y la identidad de 500 nietos.

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Hoy sabemos, que era José Alfredo y otros empresarios, quienes tenían a las fuerzas armadas por alfiles, así como antes su bisabuelo utilizó al ejército de cuña y a los gauchos de peones para asesinar a los nativos y apropiarse de sus tierras, siguiendo el consejo del padre del aula Domingo Faustino Sarmiento en su libro el Facundo: “No hay que ahorrar sangre de gaucho, es lo único que tienen de humano estas bestias”…

* La frase la adaptó de uno de los jefes del estado mayor francés, el mariscal Thomas Bugeaud, que dijo: “No hay que ahorrar sangre de árabe porque es lo único de humano que tienen estas bestias”.

Sarmiento, desde ese medio de comunicación de la época que fuera el libro, era un formador de opinión, al igual que lo fue Mitre, que además de fundar un diario, es reconocido como el mayor historiador de nuestra nación: Lo fue, no solo porque era autor historiador prolífico, sino porque además se encargó de sostener su versión de la historia (la de los vencedores) desde el poder que detentaba: primero como jefe de Estado y del Ejercito, y luego como dirigente de una corporación, que al día de hoy siguen sosteniendo sus herederos, desde las páginas de su diario, desde la defensa acérrima de esa historia oficial que escribieron primero en libros y después en revistas y diarios.

Empresas mediáticas, que tuvieron el poder de controlar la cantidad de ejemplares que podían publicar todos los demás periódicos del país, porque la última dictadura cívico-militar, esa, de la que fue ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz, les obsequió la fábrica de Papel Prensa, que le habían sacado a la viuda de Graiver, con esos métodos que ni La Nación, ni su socio Clarín, contarían en su versión de la historia, de la misma forma que podemos imaginar porqué no incluyó Bartolomé Mitre en sus textos, las atrocidades de la “Campaña del desierto” y la guerra “de la triple alianza”, para no reconocer el exterminio de los nativos en la Patagonia y el infanticidio del Paraguay .

2014: Desde la ESMA

Y entonces. Estamos en 2014, Martínez de Hoz murió siendo juzgado, Videla también murió por causas naturales, y la sociedad rural tuvo la deferencia de izar la bandera a media hasta el día de su fallecimiento, también publicaron sus condolencias en el diario La Nación, varias familias de las favorecidas por sus gestiones. Y hasta en la catedral de Concordia hubo quien pidió una misa por el genocida. Si si, que no nos sorprenda.

Y de pronto estoy yendo a la ESMA, invitado por la agrupación H.I.J.O.S, recientemente conformada en Concordia, como parte de una excursión en la que van también militantes de distintas agrupaciones políticas y centros de estudiantes.

En el medio pasó de todo, enumerar todas las políticas que se promovieron desde el estado en la última década para intentar desmantelar el relato que esta casta, estas familias; vienen sosteniendo con el poder que detentan, requeriría de otra nota aparte. Y además, honestamente, sería un exceso. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de hacer memoria, y no tiene porqué el que suscribe, hacerla por el lector.

Desde adentro de la Esma, los porteños se ven de otra forma. La reja que separa lo que pasaba adentro del centro de tortura, de lo que pasaba afuera, son enanas y transparentes. Siempre lo fueron. El propio infierno a la vista de todos, y de nadie a la vez.
Recorremos las instalaciones del casino de oficiales, lugar escogido por los represores para ocultar a los desaparecidos y aplicar allí todo tipo de torturas, porque era un sitio de acceso restringido para los suboficiales. Sin embargo, algunos de los alumnos de la escuela, eran reclutados por los oficiales, que eran además docentes de la ESMA, para integrar los grupos de tareas, o colaborar con los quehaceres del infierno. Eran estudiantes provenientes de las provincias, que no podían ser oficiales porque para ello había que tener cuña, apellido; eran los gauchos del siglo XX. Los peones de la Sociedad Rural, los que serían utilizados para llevar adelante la “guerra sucia” bajo las ordenes y técnicas que los oficiales aprendieron en la escuela de las Américas.
Para poder llevar adelante su plan económico, los dueños de la argentina necesitaban sacarse de encima un problema; la participación ciudadana, la organización política de un pueblo que estaba fuertemente concientizado.
Sindicalistas, militantes políticos, estudiantes, intelectuales y algunos empresarios se oponían al modelo neoliberal impulsado por Martínez de Hoz y llevaban adelante una práctica social para combatirlo, desde huelgas, y edición de periódicos propios, charlas y actos, hasta la organización armada, en el caso de FAR, FAP, Montoneros y el ERP.
No bastaba con asesinarlos, tenían que lograr que el pueblo no volviera a organizarse.
Allí jugaron su rol fundamental los medios de comunicación; al igual que los norteamericanos en Vietnam, las fuerzas armadas no ocultaban a la población la represión sistemática; algunos secuestros se producían durante el día, a la vista de todos, dando muestras de lo que le podía pasar a quien participara en reuniones políticas, sindicales, o simplemente fuera conocido de ese vecino al que habían llevado de buenas a primeras sin dar muchas explicaciones. Se encargaría después la prensa de “explicar” los motivos; o no, para que se extendiera el “algo habrá hecho” y el “no te metas”.
Un pueblo aterrorizado, no llegaría a escuchar la otra campana, si ello implicaba correr peligro de que le pase lo mismo. Había que hacer lo que el poder ordenaba, para que no le pase a uno lo mismo. ¿Usted sabe dónde está su hijo cuando no está en su casa? Preguntaba un spot de propaganda del gobierno de facto mientras los grupos de tareas ejecutaban secuestros vestidos de civil para aumentar más la confusión y el terror.
Dentro de la ESMA, existía entre otros tantos locales, uno que estaba revestido con maples de cartón para huevos, y que era utilizado por los represores para hacer grabaciones. En ese lugar, al que llamaban “la huevera” le sacaron la foto a las monjas francesas, que fueron secuestradas en 1977. En esa fotografía, puede verse una bandera de Montoneros, que fue confeccionada por un detenido-desaparecido en la ESMA, lógicamente obligado por los marinos. Reconocer que era el Estado represor el que las había secuestrado, era algo bastante más complicado para los militares que hacerlo con los desaparecidos argentinos. Alice Domon y Léonie Duquet fueron secuestradas en diciembre de 1977 junto al llamado grupo de la Santa Cruz, la iglesia de la congregación pasionista donde funcionaban las primeras Madres de Plaza de Mayo. Astiz se hizo pasar como familiar de un desaparecido para identificar al grupo. El reclamo por la aparición de las religiosas fue asumido desde un primer momento por el gobierno de Francia, que no sólo realizó gestiones diplomáticas sino que designó un abogado en la causa.
Durante los indultos, el Estado argentino le negó a Francia la extradición de Astiz para que fuera juzgado por la justicia Belga. Tras la derogación de esas leyes, hace hoy, 10 años, fue condenado en 2011 por la justicia argentina.

El descrédito de la política y la política del descrédito

Como bien dijo Martínez de Hoz, Cavallo terminaría con el trabajo que había empezado el bisnieto de don José Toribio. Esas mismas corporaciones, cuando ya no pudieron o no necesitaron sostener a las Fuerzas Armadas, simplemente les endilgaron la totalidad de las responsabilidades del terrorismo de Estado. Ya en democracia impidieron que Alfonsín terminara su mandato; golpes económicos, corridas bancarias, suba desmedida de precios, campaña mediática destituyente, que motivaron al presidente radical a dar ese discurso donde habla del poder de Clarín y su deliberada campaña de desánimo contra el pueblo argentino, o del abucheo que le profirió el palco de la Sociedad Rural durante su discurso. Se sumarían, los levantamientos armados de militares en función de su procura de impunidad, y el rol que vinieron a jugar quienes quedaron a la cabeza del partido justicialista, que no fue otra cosa que eso; terminar la tarea empezada en 1976 por Martinez de Hoz, pero ahora, con una sociedad adoctrinada por el terror, el “no te metás”. Que fueran “los políticos” los que ejecutaran ese plan económico que nos condujera a la crisis y que fueran precisamente los del partido justicialista, era otra victoria para la derecha. Durante esos años, siguieron acumulando poder, adquiriendo mayor poder mediático, y gozando del beneficio de ser la cara oculta del terrorismo de Estado, mientras insistían desde sus titulares en que la dictadura sólo había sido “militar” y los políticos solo pensaban en ellos, y los únicos que se preocupaban por el pueblo parecían ser los periodistas que escribían en sus diarios.

A 38 años de ese golpe Cívico-Militar, y desde este cristal, el que acabo de describir, parece ser, que la política es, la única herramienta que tienen los pueblos para procurar y defender sus derechos, ante tamaños poderes reales. Un contrapoder, que no fue fácil recuperar y que podríamos volver a perder, si quienes lo integran, es decir los ciudadanos, siguen -como decía Jauretche- yendo a comprar con el manual del almacenero. (o a votar, con el Clarín, o La Nación bajo el brazo)

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