Entre 1944 y fines de 1947, vivió en el pueblo de Santiago Vázquez, cerca de Trinidad, capital del Departamento de Flores, de donde era originaria su madre adoptiva. Ahí se enamoró de la pampa uruguaya y percibió los conflictos sociales. La inclusión de ritmos y canciones de origen rural, fundamentalmente milongas, encuentran en la infancia su explicación.
“Si grito soy gaucho alzao/sino ya soy peón pa´ todo
como quisiera gritar/ y que gritásemos todos.”
De regresó en Montevideo, trabajó como vendedor de muebles, de promotor a una sociedad médica y de oficinista.
“No olvides que el día y la hora/ crecen desde el pie/
Después de la noche la aurora/ crece desde el pie.”
En 1954, se inició en la locución radial.
Fue presentador, actor de teatro, libretista e informativista.
Escribió cuentos y poemas.
Su libro Explicaciones ganó el Premio Municipal de Poesía Inédita en 1959.
En el periodismo, se inició en el semanario «Marcha».
“En mi país, que tristeza/ la pobreza y el rencor/
Dice mi padre que ya llegará/ desde el fondo del tiempo otro tiempo/
Y me dice que el sol brillará/ sobre un pueblo que sueña labrando su verde solar”
Los avatares artísticos lo llevaron a Perú, en 1964.
En medio de una difícil situación económica, fue presentado en la televisión, iniciándose como cantor.
“No te olvides del pago/ si te vas pa´ la ciudad/
Cuantimás lejos te vaya/ más te tenés que acordar”
A partir de ahí, realizó varios programas en Radio Altiplano de La Paz, Bolivia.
Debutó en Montevideo en 1965. Posteriormente fue invitado al Festival Folklórico de Cosquín.
Consolidado artísticamente dirigió el programa de televisión “Generación 55”, de promoción de artistas jóvenes.
La noche de las dictaduras criminales instigada por los sectores concentrados de la economía, como en casi toda América Latina, oscureció la historia. Zitarrosa se exilió en 1976. Pasó por la Argentina tenebrosa de la época, y se radicó en España.
“Vení Patria y mirá/ tus hijos machos cómo se van/
vos pregúntales adonde irán/ que alguien les diga que valen más/
Algún día volverán.”
En 1979, se trasladó a Méjico, y se asentó en Coyoacán, el mismo barrio que en los finales de la década del treinta, alojó a un exiliado ilustre: León Trotzsky.
“Vení Patria y mirá/ como los muerde la soledad/
diente de pobre mastica más/ los que aguantan por vos/
están amasando su pan”
En 1983 regresa a la Argentina.
Mire Doña Soledad, póngase un poco a pensar/
La carne y la sangre son de propiedad del patrón/
Doña Soledad, cuando Cristo dijo no usted sabe bien lo que pasó./
Mire Doña Soledad, yo le converso de más/
Doña Soledad, y usted para conversar hubiera querido estudiar./
Cierto que quiso querer, pero no pudo poder/
Doña Soledad, porque antes de ser mujer ya tuvo que ir a trabajar.»
El 1o. de julio de 1983 se reencontró con el público porteño en el Estadio de Obras Sanitarias. Muy emocionado, al comenzar el recital pidió permiso para seguir cantando intentando interpretar a su pueblo.
El 31 de marzo del año 1984 regresa a su añorado país. Pudo constatar la precisión de las descripciones de su compatriota Eduardo Galeano: “Los muchachos se asoman a un país arrasado, donde encontrar trabajo resulta una hazaña y sobrevivir un milagro, pero no asisten de brazos cruzados a la desgracia nacional. El sistema quiso castrar a los jóvenes uruguayos y ellos son los más fecundos. Quiso callarlos y son los más decidores. Fracasaron quienes prohibieron el agua porque no pudieron, porque nadie puede prohibir la sed”
Alfredo Zitarrosa había dicho: “Lo que queremos es una humanidad justa, una sociedad de hombres dignos de ser hombres entre los hombres. Es decir, en la que haya auténtica justicia, igualdad, incluso en el sentido cristiano; yo pienso en eso. La revolución es un acto de amor a la justicia, de amor al hombre, a la verdad, a la sociedad humana”.
Crece desde el pie la semana/ crece desde el pie/
No hay revoluciones tempranas/ crecen desde el pie.
Escribió y compuso hasta el día de su muerte, el 17 de enero de 1989, en su ciudad natal.
Desde entonces Doña Soledad llora su ausencia, resuena “Adagio en mi país” cada vez que el Uruguay se pone de pie, y “ Becho toca el violín en la orquesta/ cara de chiquilín sin maestra/ y la orquesta no sirve, no tiene/ más que un solo violín que le duele/ Porque a Becho le duelen violines/ que son como su amor chiquilines/ Becho quiere un violín que sea hombre/ que al dolor y al amor no los nombre.”
El dolor y el amor que han enmudecido el violín de Becho, tañe con frecuencia, en distintas versiones, recordando a su autor.
Pero sus coplas han quedado en la mejor morada, en la memoria colectiva:
«Mi pueblo lucha, mi pueblo espera/
todos los pueblos en su bandera/
Mi pueblo ríe, mi pueblo canta/
todos los pueblos en su garganta.»