La Revolución del 90 y el Argentinazo. Mitos y realidades. Lecciones por aprender y tareas pendientes.

Hacía 1886 el gobierno de Don Juárez Celman presidió una época de progreso económico, de general enriquecimiento de las clases propietarias y también de creciente endeudamiento al capital financiero internacional, pero aquel vertiginoso endeudamiento tenía la peculiaridad de beneficiar (obviamente) a la clase dominante Argentina en su conjunto, pero muy particularmente a un pequeño sector de esta oligarquía, que actuaba como intermediaria entre el Estado Argentino y los banqueros internacionales.
Este grupo, cuyas ganancias aumentaban en función del monto de la deuda, era el verdadero sostén de la política juarista. Otro destacado prócer perteneciente a este selecto grupo fue el Doctor Victorino De La Plaza, comisionista desvergonzado de la casa bancaria: “Barón Emile De Erlanguer”.
Nombrar estos dos personajes servirá para abreviar en dos figuras destacadas de la Historia Argentina, la enorme corrupción existente en aquellos años, que abarcaba a la mayoría de los representantes de la clase dominante. A modo de ilustración: “ para obtener el contrato de obras de salubridad, Baring pagó coimas a Juárez Celman por £ 100.000 Libras Esterlinas y a Wilde, su ministro del interior, coimas por 80.000 L.E ” (*) Weekly Bulletin, Londres, Junio 20, 1891. M. Peña.
Hacia 1884 la deuda del país era de 42.600.000 L.E, para 1891 la suma ascendía a 154.500.000 L.E, esta variación representó un incremento de 112 millones en menos de siete años; no existieron jamás obras equivalentes a semejante valor.
Junto a los grandes negocios con los banqueros internacionales, floreció a su vez un tipo de corrupción más clásica y de menor cuantía, pero más vomitable que en otras coyunturas, por vincularse a la descarada y progresiva subasta del país. La consecuencia de estas históricas relaciones entre los banqueros del imperio y los parásitos locales, particularmente ese subgrupo de la oligarquía Argentina comisionista fue, el sobreendeudamiento del país; desde luego y en plena mutación del sistema capitalista, llegó la imposibilidad de pagar la deuda y en aquel entonces también llegó el default.
En Europa comenzaron a sonar voces que pedían la directa intervención de las grandes potencias sobre el corrupto Estado Capitalista Argentino para controlar sus rentas y destinarlas a pagar los empréstitos como en Egipto o Turquía. Ante esta situación, la clase más poderosa de la Argentina, la Burguesía terrateniente tomó un posicionamiento en el cual confluyeron otros sectores, objetivamente enfrentados a esta clase, pero momentáneamente “unificados”, porque en plena crisis capitalista a nivel mundial, disminuida su tasa de ganancia, y con el peligro de perder el control del país en beneficio de los prestamistas extranjeros y un puñado de comisionistas locales, no tuvo más alternativa que reivindicar el nacionalismo, con todas las limitaciones y contradicciones, esperables de una clase tan dependiente del Imperialismo.
Una de las medidas que tomo esta clase fue la desvalorización del peso, que reducía las ganancias netas del imperialismo, cuando acudían a convertirlas de pesos en oro. ¡Cualquier similitud con el presente es pura coincidencia!.
“ A parte de los políticos corrompidos, el mayor enemigo de la moneda sana ha sido el estanciero. Como principal terrateniente y productor del país, su interés radica en pagar sus gastos con papel moneda, y obtener altos precios en oro por la venta de sus productos. Su noción de paraíso está contenida por los buenos mercados en Europa y la mala moneda en el país….. El oro Europeo le provee de tierra y mano de obra baratas. Si no fuera por el apoyo tácito de los estancieros y la comunidad agraria en general la degradación del peso nunca hubiera sido llevada hasta un extremo tan ruinoso..(*) Financial Times. Abril 9, 1892.(M.Peña) “Límites del Nacionalismo Argentino en el Siglo XIX”.
Fue durante esta coyuntura histórica dónde comenzó a gestarse una corriente de opinión “nacionalista-antiimperialista” de alcances objetivos bastante limitados y escasa profundidad.
A este contradictorio aglomerado en donde confluyeron ( terratenientes- comerciantes- parte del clero- pequeños productores- asalariados, etc) sectores objetivamente enfrentados entre sí, la historiografía novelesca Argentina, la denomina: “ Revolución del 90”.
Hasta aquí un breve resumen basado en los hechos que son contundentes, todos sabemos como continuó la lamentable historia Argentina, después de ésta supuesta revolución.
Ahora juguemos con el tiempo para situarnos en la segunda mitad del siglo XX y principio del sigloXXI, y teniendo en cuenta que en medio de estos períodos se sucedieron dos grandes guerras Inter-imperialistas, de destrucción masiva de fuerzas productivas, por el predominio mundial.
Lo que vulgarmente se denomina neoliberalismo, es o fue en realidad una fase de la acumulación de capital que combina la obtención de plusvalía absoluta con plusvalía relativa, sobreexplotación con desarrollo tecnológico, dado que surgió en medio de una recesión internacional con caída de la tasa de ganancia. Por ello cambió las reglas de juego entre capital y trabajo, a favor del primero, reduciendo los costos del capital variable; puesto que la crisis sistémica es de sobre-acumulación de capital, el capital puesto en funciones en la metrópoli no compensa la totalidad de la inversión, por eso emigra buscando los sectores más lucrativos en la periferia del sistema, para abaratar costos y elevar la tasa de ganancia en zonas donde la Composición Orgánica del Capital es baja.
Esta estrategia del imperialismo empieza a expandirse cuando ocurre el desmonte del llamado “Estado de Bienestar”, sustentado en un contrato de conciliación de clases denominado “New Deal”, es decir, sucede cuando comienza a perder fuerza el ciclo de acumulación ascendente de posguerra. Durante la década de 1960 se afianza dicha estrategia económica, social y política del imperialismo en las semicolonias de la periferia del sistema. En toda Sur- América, pero particularmente, en Argentina el fenómeno presenta dos etapas:

1- Su implementación sangrienta a través de dictaduras militares. ( Martinez De Hoz, Vassena, Alemann, Alsogaray…)
2- Su consolidación- auge y decadencia a través de sangrientas dictaduras democráticas. ( Cavallo, entre los más destacados)

El gobierno de Raúl Alfonsin, el de Fernando De LA Rua, pero particularmente los dos períodos presidenciales de Carlos Menem, es decir, la convertibilidad representada en la figura de Don Domingo Felipe Cavallo, son los ejemplos más ilustrativos al respecto y los que más se acercan “ocasionalmente” a aquella lejana etapa del Juarismo-Roquismo en Argentina.
La década de 1990 fue el periodo más espectacular durante todo el siglo XX, en lo relacionado a la transferencia de riquezas de Sur América a Estados Unidos y Europa. Fueron años de corrupción masiva, mafias, fraudes, enriquecimiento ilícitos y entrega total del aparato productivo de las semicolonias hacia el imperialismo. Sus próceres más destacados fueron: Menem, Fujimori, Collor De Melo, Perez, Bucaram, Salinas, Paz, entre otros.
La profundización del neoliberalismo en Sur-América tomo cuerpo como forma de “peonismo político” -(*) J.Petras – , en la utilización descarada del Estado Capitalista al servicio de las demandas y el espíritu adquisitivo de las corporaciones multinacionales, como siempre ha ocurrido, pero esta vez exacerbado por el metabolismo cada vez más insaciable del sistema.
El imperialismo obtuvo cerca de un trillón de dólares en ganancias, pagos de intereses de la deuda, excedentes comerciales y pagos en conceptos de regalías, sumado a la venta de la mayor parte de los activos de las empresas más lucrativas, y a la transferencia del control del grueso del mercado interno, a través de Inversiones Extranjeras Directas (I.E.D).
Es durante este período de profundización del neoliberalismo, cuando la clase dominante Argentina comienza a experimentar otra mutación coyuntural, con respecto a la denominada “ Vieja Burguesía nacional” (otra vieja mutación ocasional). La ruptura de Menem, Cardoso, Salinas con el viejo “modelo Nacional y Popular” y su adaptación al nuevo “modelo neoliberal”, corresponde a la mutación de la vieja clase dominante en “Nueva Clase Capitalista Trasnacional” (*) –J.Petras- ,como referencia sociopolítica, determinante de cualquier desarrollo capitalista.
En síntesis, la profundización de esta coyuntura sistémica, coincide con la transformación interna de la clase capitalista, ante la radicalización del resurgido imperialismo Euro-Norteamericano, son los dos factores determinantes.
Teniendo en cuenta el desarrollo internacional desigual y combinado y la ley general de acumulación capitalista dentro del desarrollo de fuerzas productivas, no podemos encontrar el origen de las crisis sistémicas en la corrupción, ésta, es una consecuencia necesaria de la pudredumbre capitalista, en su etapa madura que comienza a fines del siglo XIX, con el paso del librecambio al monopolio.
La sobre-acumulación de capital ha existido desde 1860 como origen de la crisis y su causa necesaria es el descenso en la tasa de ganancia, es aquí donde debemos buscar tanto parentesco entre períodos históricos tan – aparentemente – separados.
Hasta aquí nuevamente los hechos que son contundentes.
La nueva estrategia del imperialismo se estaba agotando y se agotó, se estancó y otra vez una nueva crisis cíclica sistémica estaba sacudiendo al mundo, entonces lo mismo de siempre, historia repetida. Golpe de Estado, Cesación de pagos o Default, huida de fondos, devaluación, represión, miseria, pestes, hambre, muertos por miles y que el peso de la crisis recaiga siempre sobre la clase trabajadora; la Democracia Burguesa y el Estado Capitalista Argentino, otra vez, estaban mostrando su verdadera esencia.
Ni la revolución del 90 fue tal, ni el Argentinazo fue una rebelión, estuvo todo perfectamente organizado por la clase dominante, para salirse de la convertibilidad y retomar la iniciativa política, social y económica, todo esto le costo unos pocos centavos y un tiempito de cuestionamientos estériles que terminaron, como siempre, en una vía muerta y en poco tiempo recomposición total de los aparatos políticos de la burguesía. Del que se vayan todos a tenerlos a todos, otra vez, gobernando contra el pueblo, desde luego, sería una necedad negar algunos cambios que obviamente ocurrieron, pero no fueron cambios cualitativos. Hoy asistimos a un auténtico dilema: Socialismo o barbarie, como lo expresara hace casi cien años atrás Rosa Luxemburg, y nuestro compromiso debe ser grande, tanto como el témpano flotante.
Debemos repetir que la historia es tozuda, pero en coyunturas diferentes, se percibe la misma esencia.
En Argentina no ha existido jamás una revolución, tal vez sea tiempo de comenzar a realizarla por nuestro propio bien, pero a estos mitos propagados por nuestros explotadores para engañar a la pobre gente, nosotros – los auténticos militantes-, debemos destruirlos con sólidos argumentos científicos, sustentado en la realidad misma, que nuestras explicaciones por ser auténticas, sean irrefutables.
Encontrar en Sur América una Burguesía progresista, industrial, repito, realmente industrializada que sea capaz de poner límites objetivos al imperialismo, es como creer en los reyes magos. Las clases dominantes locales han estado vinculadas al imperio desde los dientes de leche y extraen su cuota máxima de ganancia del atraso, es evidente que si no les queda otra van a jugar a favor del imperio. Y si en última instancia el imperialismo insaciable le declara la guerra bélica total a estas burguesías atrasadas, tal vez deberán buscar de muy mala gana, lo que nunca quisieron, la unidad en bloque política, económica, militar para tratar de frenarlo. Obviamente que los condes pampas posmodernizados van a volver a disfrazarse con ropajes nacionalistas y consignas anti-imperialistas para tratar de engañar a las grandes masas en aras de su propia conservación. Pero si el sistema, con sus crisis cada vez más agudas, les obliga constantemente a abrir frentes de combate entre ellos mismos, la dirección conciente debe estar del lado de nuestra clase, de los que objetivamente ocupamos un lugar determinado dentro del proceso productivo. Y en tanto y en cuanto no encontremos instancias de unidad política y social, que se plasme en un programa científicamente fundamentado, basado en un análisis material del modo de producción capitalista y su decadencia, vamos a seguir dejando la iniciativa en manos de nuestros enemigos, para derivar otra vez en la vía muerta, prolongando en demasía los dolores de parto entre la vieja y podrida sociedad capitalista y la inexorable, pero aún lejana, Sociedad Socialista.

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