El extraordinario escritor nacido en Chacabuco en 1925 fue asimismo carpintero, seminarista, licenciado en filosofía, profesor de latín, camionero, marinero, piloto, escritor y militante revolucionario: “Yo soy escritor nada más que cuando escribo. El resto del tiempo me pierdo en la gente”.
El arte de narrar y representar va germinando del aburrimiento del pupilo que hace títeres para pasar el tiempo creativamente y el niño que acompaña al vendedor ambulante, que era su padre, que, vende sí, pero escucha y cuenta historias, antes, durante y después. Así como él, aprende ese oficio de contar, escucha observa y pinta a su aldea para pintar el mundo, y los personajes del barrio van desfilando, dibujados por su fantástica pluma.
En 1947 estudia letras y en los 60 se interna en el Tigre y construye un barco: “El Alejandra”, que navega y naufraga y le va descubriendo un mundo de personajes de puertos viajeros y marinos que, no solo nutren con sus vidas increíbles sus cuentos y novelas, sino también, aquellos con los que estrecha profundos lazos de hermandad en la vida. Finalmente llega su primera gran obra “Sudeste” de 1962. Dice María Ester de Miguel: “tiene una parquedad en la escritura, impregnada de poesía y de ternura morosamente volcada a personajes y circunstancias sobrias, con esos rústicos agonistas acostumbrados a manejarse con monosílabos y a pergeñar los diálogos a base de escuetos gestos, a contemplar en silencio la majestuosidad del ambiente en que están”. Haroldo Conti escribió numerosos libros: dramaturgia, novelas, cuentos y guiones, todos poblados de personajes y paisajes de movimientos imperceptibles, casi inmóviles y obtuvo numerosos premios, rechazando por principios ideológicos, la beca que otorgaba la fundación Guggenheim, una de las becas más importantes de aquel momento, con la siguiente misiva: “Con el respeto que ustedes merecen, por el solo hecho de haber obrado con lo que se supone que es un gesto de buena voluntad, deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden postularme para un beneficio que, con o sin intenciones expresas, resulta, cuando mas no sea por fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de penetración cultural del imperialismo norteamericano en América Latina”. Fue jurado de la “Casa de las Américas” de Cuba y escribió para la revista “Crisis”.
En 1975 escribió la maravillosa novela “Mascaró, el cazador americano”, la alucinante historia de un circo, ambulante en un arca, con personajes fantásticos y extraordinarios que despliegan las velas de la libertad, la solidaridad y la crítica a un orden opresivo. Allí, aun en 1975, comienza a construirse la terrible tragedia de Haroldo, que fue también la de nuestro país, la nuestra. La dirección de “inteligencia” de la provincia de Buenos Aires, recomienda la prohibición de la novela a través del informe, elaborado por su “asesoría literaria”: “la novela propicia la difusión de ideologías, doctrinas o sistemas políticos y económicos o sociales marxistas, tendientes a derogar los principios sustentados en nuestra constitución nacional. Las actitudes del escritor, que se desprenden de la trama de la novela, son calificadas como apologéticas respecto de los revolucionarios y guerrilleros y como críticas y negativas respecto de la represión, de la tortura indiscriminada y de la iglesia católica. El informante llega a una conclusión sobre los contenidos de Mascaró: afirma que el libro presenta un elevado nivel técnico y literario y añade que Conti, luce una imaginación compleja y sumamente simbólica. La novela consiste en las aventuras de un grupo de locos que adquiere un circo, llamado “El Arca” y viajan por distintos pueblos, todos en estado de miseria de la población, donde aparece el edificio de la iglesia, pero nunca ningún sacerdote, y van despertando a los pueblos que visitan, el espíritu de una nueva vida, o bien podría interpretarse, una vida revolucionaria”, precisa el asesor literario. “La novela es muy simbólica, contada además en un tono épico, no definida en sus términos, pero con significados que dan lugar a pensar en su orientación marxista, apoyada por la editorial de la casa de las Américas de la Habana, Cuba”.
Finalmente, el asesor dictamina que “La simbología utilizada y la concepción de la novela, demuestran su ideología Marxista, sin temor a errores”, concluía el informe de aquellos canallas que, en su paranoia, estupidez e ignorancia, no sólo determinaban qué debía leer, pensar o imaginar la población, sino que firmaba, con estos mamotretos, la sentencia a muerte de nuestros artistas más valiosos.
De hecho, fue lo que sucedió con Haroldo Conti un año después, el 5 de mayo de 1976, cuando una patota del Ejército, ya instalada la Dictadura Cívico, Militar, Eclesiástica, secuestró al escritor, luego de ingresar a su hogar y torturar a su mujer y un amigo. Esta desgarradora escena es narrada y reconstruida por el genial Gabriel García Márquez a través del relato de Marta, la esposa de Haroldo, en lo que constituye un testimonio literario del horror y el espanto que sufrió nuestra patria. Unas semanas después, varios escritores se reunieron en un almuerzo con Videla, algunos pidieron por Haroldo, otros destacaron el “nivel cultural del General”. El mismo Genocida admitió años más tarde la muerte de Conti, a quienes algunos detenidos vieron en diversos campos clandestinos de concentración.
En este mes que privilegiamos, especialmente, el ejercicio de la memoria como necesidad recordar nuestro pasado y nuestra identidad, pero también para seguir sopesando sus efectos en el presente y en la construcción de nuestro futuro, el recuerdo de un extraordinario escritor y militante, ultrajado por las bestias por soñar un mundo mejor, libre, justo y solidario, embellecido por la literatura de la vida, tiene el sentido de contribuir a la resistencia de toda forma de continuidad de la barbarie histórica sufrida por nuestro pueblo .
(*)Psicólogo. MP243
